El Centro Histórico desde la mirada de un residente
El patrimonio cultural en el Centro Histórico de Bogotá ha sido tratado desde diferentes miradas. Por un lado, se pueden observar los esfuerzos gubernamentales de la alcaldía y el gobierno nacional por recuperar, mantener y revitalizar los bienes culturales materiales e inmateriales existentes en la zona delimitada como patrimonio histórico, territorio comprendido entre el barrio Las Cruces al sur, la Plaza España al occidente, el barrio San Diego en el norte y los Cerros Orientales (IDPC, 2018). Entre estas iniciativas se destacan entre otras, la intervención de empresas privadas que dentro de sus planes de responsabilidad social se adhieren a los propósitos del gobierno con campañas de sensibilización hacia un lugar que es epicentro de nuestra historia nacional, del ambiente político y Raquel Amaranta Cardoso Cárdenas1 ra.cardoso10@uniandes.edu.co “La Bogotá de entonces no se ha perdido”: El Centro Histórico visto desde adentro 1. Estudiante de Antropología y Ciencia Política, Universidad de los Andes. cultural actual, y posiblemente de hechos relevantes que sucederán en el futuro, como es la campaña del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, que busca la creación de un “Plan Especial de Manejo y Protección”, a partir de un trabajo conjunto con la comunidad que habita y visita el centro histórico de la capital, con el fin de lograr un lugar “más competitivo, dinámico y activo”(IDPC, 2018), en un plan de trabajo programado hasta el año 2050. De esta manera, es evidente la importancia de estudiar dentro de las perspectivas del patrimonio cultural en el centro histórico de Bogotá, las percepciones de los ciudadanos, tanto de los habitantes flotantes que día a día se estima que son más de un millón de personas, como de los residentes, 135.000 bogotanos que tienen al centro como su hogar.
Dado lo anterior, el propósito de este artículo es mostrar la perspectiva de una persona que ha habitado en el centro histórico durante toda su vida, lo que produce que establezca relaciones muy particulares con el patrimonio, tanto con el existente en el lugar, como con la definición misma de patrimonio. Al contar la historia de un personaje con las características anteriores, se puede observar un sentido de pertenencia distinto, que va más allá de la importancia histórica, política y cultural del centro histórico. Es un apropiamiento del concepto de patrimonio que adquiere una definición más personal, donde dicho concepto se encuentra no sólo en un sentido general relacionado con la preservación y reconstrucción de la memoria histórica nacional, sino también como parte de su propia memoria, de sus vivencias más íntimas, de su historia personal. De esta manera, se buscó un personaje con las características mencionadas anteriormente, con el fin de realizar una historia de vida, a través de cinco sesiones de entrevistas, cada sesión correspondiente a una o dos décadas de su vida, donde se tuvo la intención de resaltar la relación del personaje con el centro histórico. Se puso especial atención a sus vivencias, experiencias de vida que se vinculan con la historia misma del lugar y que dejan observar cómo este ciudadano vivió y se involucró con algunos de los hechos que hacen del centro histórico un patrimonio cultural vivo, tanto material como inmaterial. Todo esto dentro de un marco de respeto y fidelidad por las palabras del personaje y la forma cronológica, como él mismo organizó su historia.
[…]el propósito de este artículo es mostrar la perspectiva de una persona que ha habitado en el centro histórico durante toda su vida[…]
Pemán, una vida alrededor del Centro Histórico
Pedro Manuel Rincón, más conocido entre sus allegados como Pemán, es un hombre de 75 años, cuya historia personal ha estado ligada a Bogotá y particularmente al centro de la ciudad, desde su niñez, adolescencia, desarrollo profesional y su vida bohemia que se ha visto influenciada por los lugares de ocio y esparcimiento que se encuentran en la zona. La biografía de Pemán es una evidencia de cómo el patrimonio es un concepto vivo, dinámico, que se transforma a través de las diferentes relaciones que se entablan alrededor de él.
Finales de la década de los 40 y años 50: “No hay calle del centro de Bogotá que no esté signada por la Violencia”
Entre la década de 1940 a 1950 Bogotá vivió un crecimiento demográfico significativo, pasó de tener 325.600 habitantes en 1938 a 715.250 en 1951 (Saldarriaga, 2000). La ciudad vivía durante esa época un deseo modernizador que venía desde los años treinta, en donde el dinero obtenido por la indemnización de la pérdida de Panamá sirvió para construir un plan urbanístico de expansión, que se reflejó en la construcción de nuevos barrios que según Karl Brunner, arquitecto encargado de las obras, tenían el propósito de modernizar la ciudad, conservando los principios y tradiciones identitarias de los Bogotanos: “Karl Brunner era entonces un representante de lo que Françoise Choay (1965) llama el urbanismo culturalista, su pensamiento era guiado por el deseo de restaurar la unidad orgánica de la ciudad antigua, destruida por la presión de la industrialización y sus efectos nefastos sobre la sociedad.” (Beuf, 2012: p.5). A pesar de la mencionada expansión, el centro de la ciudad seguía constituyéndose como el mayor centro económico, político, cultural y de reunión social de Bogotá. El centro era el lugar que mejor representaba lo que significaba en ese entonces pertenecer a la capital de Colombia, la ciudad contaba con un promedio de 40 cafés situados en su mayoría alrededor de la carrera séptima, desde la Plaza de Bolívar hasta la calle 19, asimismo, dentro de la misma zona se encontraban el Teatro Municipal, el Teatro Caldas, el Salón Olympia, entre otros lugares que servían como sitios de encuentro de los principales personajes de la ciudad, tales como políticos, artistas, comerciantes, etc. (Rodríguez y Barón, 2012). Además, cabe mencionar que antes del denominado “Bogotazo”, también era el lugar de residencia de la élite de la ciudad, políticos, médicos, abogados e ingenieros vivían en la Candelaria y sus alrededores.
en la casa ubicada en la carrera quinta entre calle sexta y séptima.
Fuente: Álbum personal Pedro Manuel Rincón.
En este contexto, llega Pedro Manuel Rincón a Bogotá. Pemán, se considera bogotano, aunque no lo es. Nació en Tunja en el año de 1942, muy pequeño lo trajeron a bautizarse en la Capilla del Sagrario, ubicada en la Catedral Primada de Bogotá y desde ese momento se radicó en la ciudad para siempre. Perteneciente a una familia conservadora numerosa, su niñez estuvo marcada por las costumbres tradicionales que dominaban la época. Pemán recuerda como las apariencias eran muy importantes para la élite bogotana, llegando a ser una sociedad “hipócrita”, según sus propios términos. Las familias se fundamentaban en una moral judeo cristiana, que en la práctica no se evidenciaba. De esta manera, era muy importante asistir a misa todos los domingos, ir a eventos sociales como al teatro, invitaciones a comer o hasta funerales, los cuales tenían una estricta etiqueta tanto en la vestimenta, como en el comportamiento, pero al mismo tiempo se reprimían las libertades de pensamiento y el prohibicionismo reinaba entre las actitudes sociales de la época. A la edad de seis años, Pemán vivía junto con su familia en una casa de tres plantas -algo muy moderno para la época-, ubicada en la carrera quinta, entre las calles sexta y séptima. El 9 de abril de 1948, su padre, un abogado y político conservador, había salido al mediodía a dejar a su hermano mayor en el Colegio de la Presentación. En el recorrido pudieron observar como los ánimos de la población se enardecían por el recién ocurrido asesinato de Jorge Eliecer Gaitán … cuando pasaban por la Iglesia del Carmen ubicada en la calle octava con carrera quinta los abordó un grupo de liberales quienes les perdonaron la vida, no sin antes cortarle la corbata del uniforme al niño por ser de color azul. Según la memoria de Pemán, fueron tres días de incertidumbre y violencia generalizada. Desde su terraza podía observar como las construcciones republicanas, construidas durante la “danza de los millones”, se consumían en el fuego, así como los almacenes, casas de comercio, hoteles y cafés, que eran los centros de tertulia y vida cultural de la ciudad. Desde ese día llegó la Violencia a la ciudad de Bogotá y la cambió por completo, no sólo por las pérdidas materiales, sino también por el sectarismo político que se radicalizó en la población y que transformó las relaciones sociales de aquellos años. La educación, las plazas de mercado y los sitios de diversión se definían según la pertenencia al Partido Conservador o Liberal. Según Alice Beuf (2011: p.9),
“El Bogotazo ocasionó 3000 muertes y dejó 136 edificios destruidos, principalmente en el centro de la ciudad, y fue el hecho que marcó el comienzo del llamado período de La Violencia en el país. Pero el Bogotazo tuvo también otra consecuencia. A su llegada a una Bogotá en buena parte devastada, los arquitectos internacionales vieron la destrucción de muchos edificios como una oportunidad para construir un centro totalmente nuevo”.
De esta forma, se puede observar cómo el centro comenzó una nueva etapa, la ciudad se comenzó a expandir, entre una tensión por la inminente modernización y la conservación de las costumbres bogotanas, de la vida familiar, cultural y social que se había gestado durante las décadas anteriores, había un patrimonio inmaterial que estaba luchando por sobrevivir. Pemán vivió dicha tensión de cerca durante su niñez, junto a su familia siguió viviendo en el centro histórico después de los hechos sucedidos el nueve de abril de 1948, sin embargo, esta vivencia transformó la relación con el espacio, con la forma de ver y vivir en el centro de la ciudad. Comenzó una estigmatización hacia el centro que no existía anteriormente, por ser el epicentro de la violencia política que se vivía en el país. No obstante, se intentaba seguir con las tradiciones familiares, con los acostumbrados paseos por la carrera séptima, las idas dominicales a misa, las onces en cafés tradicionales, entre otras prácticas que eran usuales entre los bogotanos de los años cincuenta. Esta década marcó la vida Pemán, no sólo por haber presenciado este hecho tan importante para la memoria histórica del país, sino también en un ámbito más personal que lo llevaría no sólo a comenzar su proceso de apropiación por el espacio que constituye al centro histórico, sino también a involucrarse con ideas políticas que atraviesan toda su vida, y pudieron ser vivenciadas y puestas en práctica dentro de este espacio.
Años 60: “Un mundo muy rápido, estrujado por las circunstancias”
A finales de los años cincuenta y en la década de los sesentas, Pemán vive su adolescencia en medio de una convulsión social y cultural generalizada en el mundo, que alcanzó a afectar de forma profunda a la sociedad de la capital colombiana, como se observó en la década anterior. El crecimiento demográfico en Bogotá siguió de forma continua, llegando en 1964 a una cifra de 1.697.311 habitantes (Saldarriaga, 2000). Los sitios tradicionales de tertulia, que eran los cafés ubicados alrededor de la carrera séptima, comenzaron a disminuir, aunque sin devaluar su significado dentro de las prácticas acostumbradas de los bogotanos. Los cinemas comenzaron a tomar mayor fuerza durante este periodo, consolidándose como los lugares preferidos para las reuniones de los jóvenes de entonces, entre los teatros se encuentran el Teatro Faenza, el Teatro Olympia y el Ópera, ubicados en el centro de la ciudad. Para la época Bogotá ya había extendido sus sitios culturales a lugares más allá del centro, a barrios como Teusaquillo o Chapinero, que poco a poco le comenzaron a quitar protagonismo al centro de la ciudad (Defelipe, 2016).
Como estudiante del Colegio de San Bartolomé, ubicado en el costado sur oriental de la Plaza de Bolívar, conocido por ser el más antiguo de la ciudad, Pemán comenzó a conocer los sitios de tertulia que rodeaban el centro histórico de Bogotá. A la salida del colegio se dirigían hacia un café cercano a Las Aguas, en el que conversaban sobre las nuevas corrientes de pensamiento, en un intento por imitar las grandes tertulias que se daban en aquellos mismos lugares desde principios del siglo XX.
del centro de Bogotá. Mediados de los años sesenta.
Fuente: Álbum personal Pedro Manuel Rincón.
En esta nueva década de cambios, donde se dejaron de lado los vestidos de paño tradicionales por el uso del jean, ahora sin discriminación de clases -antes eran considerados ropa de “obreros”-, también ocurrieron transformaciones en los gustos musicales de los jóvenes, con la aparición del rock and roll se dio paso a nuevas formas estéticas, que Pemán vivió de cerca desde una perspectiva bohemia. En su adolescencia, posteriormente a su salida del Colegio San Bartolomé por diferencias personales con los padres jesuitas, Pemán comienza a encontrar otros lugares propicios para conversaciones sobre temas que estaban cambiando la sociedad colombiana, como las opciones políticas que venían de otros países, las teorías filosóficas, etc. Dichas conversaciones, tenían lugar en los cafés tradicionales de la ciudad, que después del Bogotazo volvían a resurgir, todavía en me – dio de discusiones y sectarismos políticos. Entre esos cafés estaban “El Automático”, “Café Pasaje” y “El San Marino”, entre otros lugares de encuentro que están ligados a la memoria de muchas personas de la época y que se constituyen como un patrimonio vivo del centro de Bogotá.
Paralelamente al descubrimiento de esos lugares de encuentro y discusión, Pemán se gradúa con honores del Gimnasio Boyacá, ubicado en el barrio Palermo, otro escenario importante en su vida, cuando por razones de la expansión de la ciudad, Bogotá comienza a tener nuevos lugares de esparcimiento para los jóvenes, que producen el olvido temporal del centro histórico, como se mencionaba anteriormente. De esta manera, se puede observar cómo otros lugares comienzan a ser protagonistas en la vida de Pemán, quién se ve influenciado por el crecimiento territorial, cultural que vivía la ciudad. Sin embargo, a estar el centro tan arraigado dentro de sus vivencias personales, es imposible que no retorne a él en reiteradas ocasiones, observándolo como un lugar propio, con un sentido de pertenencia que trasciende más allá los cambios propios de la década de los sesentas, de su momento de vida o del crecimiento cada vez más arrollador de la ciudad.
Años 70: “El Bogotá de entonces era enigmático, cualquier sitio era propicio para un encuentro”.
Para la década de 1970, Bogotá ya contaba con más de 2.855.065 habitantes (Saldarriaga, 2000). Había dejado de ser la pequeña metrópoli en la que se podían encontrar fácilmente los más ilustres personajes en cualquier es – quina de la ciudad. Comenzaban entonces, con mayor fuerza que nunca los problemas de inmigración, miles de desplazados llegaban diariamente a la ciudad, lo que hacía que la misma creciera casi que sin control (Beuf, 2012). El centro histórico también crecía, no en sus límites territoriales, si no en cuanto a los lugares propicios para un encuentro. Finalizando la década de los sesenta y comenzando los setenta, Pemán comienza su vida universitaria, que lo pone en contacto nueva – mente con las dinámicas cultura – les del centro de la ciudad. De esta manera, es como aparecen nuevos sitios que posteriormente se incluirían dentro del patrimonio contenido en el espacio, como el Café Lutecia, ubicado en la calle 17 con carrera séptima, sitio que pasa a ocupar el lugar del “Auto – mático” en lo que se refiere a las tertulias políticas e intelectuales. En este nuevo lugar de encuentro había salones de billar y de ajedrez, propicios para las demostraciones “postizas” de genialidad de muchos jóvenes que confluían dentro de una gran diversidad de escritores, poetas, músicos y dramaturgos.
Sin embargo, no sólo había lugares de esparcimiento en el centro de la ciudad. Desde muchos años atrás, el centro se constituía como un eje académico de la ciudad, lo que ocurría por la variedad de instituciones universitarias que comenzaban a asentarse en el lugar. Pemán tiene en su memoria el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, contemporánea del San Bartolomé, el Externado de Colombia, donde tuvo la oportunidad de estudiar algunos semestres de Derecho, el antiguo Instituto de la Salle que se mantiene en su memoria por los incendios del 9 de abril, entre otras universidades como la Jorge Tadeo Lozano, la Universidad de los Andes, la Central, la América, donde comenzó estudios de periodismo y no pudo terminar por falta de estudiantes en la carrera, y finalmente la Universidad Libre, donde obtuvo su título como abogado.
En paralelo a su vida universitaria, Pemán realizaba ejercicios de reportería en el “Meridiano Nacional”, gaceta perteneciente al Diario La República. Estos ejercicios, le permitían conocer de cerca las nuevas tendencias culturales y políticas que seguían llegando al país. Los años setentas continuaron con la agitación política de las décadas anteriores, con la diferencia que esta vez la rebelión de grupos no seguidores de los partidos tradicionales -Liberal y Conservador- era mucho más abierta, en movimientos como la Alianza Nacional Popular (ANAPO), corriente de la que era parte Pemán. En los cafés donde confluía Pemán se empezaron a discutir formas de llegar al poder, debido a la poca competencia política externa que ocurría durante el Frente Nacional. De esta manera, vio nacer movimientos clandestinos como el M-19, entre otros que no llegaron a tener gran renombre. Así, los lugares de encuentro se volvieron cada vez más privados, de los grandes cafés, se pasó a las citas cerradas en los cines, librerías y pasajes antiguos del centro, oficinas, etc. Los sitios enigmáticos de la ciudad que se multiplicaban en la época eran propicios para encuentros clandestinos. La ciudad convivía con una “movilidad nerviosa y ágil”, que seguía experimentando cambios rápidos en tiempos muy cortos.
Fuente: Álbum personal Pedro Manuel Rincón.
Hacia finales de la década, en 1978, comienza una nueva etapa en la vida de Pemán, esta vez como representante de la Cámara de Representantes por la ANAPO. Al ser elegido representante, vuelven a cambiar los lugares de encuentro, esta vez los sitios para las tertulias se convertían en los cafés cercanos a la Plaza de Bolívar y la cafetería del congreso. Era una época de divisiones entre grupos insurgentes y civiles que buscaban a través de ideas de izquierda transformar la realidad del país, en un contexto nacional afectado por violaciones a derechos humanos que llegaron a tener alcance dentro del centro histórico de la capital, como sucedió más adelante en la década de 1980, en hechos como la toma y retoma del Palacio de Justicia.
En esta década, se puede observar como el centro histórico adquiere otro significado para la vida de Pemán, ya no sólo era su lugar de vivienda, como lo fue en su niñez, o el sitio de estudio, como lo fue durante su adolescencia. En la década de los setentas se convirtió también en el lugar de sus prácticas profesionales, como periodista, abogado y posteriormente como candidato y representante a la cámara. De esta manera, es posible ver las distintas formas de apropiamiento del patrimonio urbano de una ciudad, como un sitio se convierte y hace parte activa del desarrollo individual de una persona.
Años 80 hasta la actualidad: “La Bogotá de ayer está salvada y clama por el futuro”
Para la década de 1980 Bogotá ya contaba con más de cuatro millones de habitantes, era una urbe consolidada que se encontraba en el epicentro de una situación caótica que vivía el país. Dentro de la ciudad se crearon nuevos sitios de encuentro más allá del centro histórico, sobre todo hacia el norte y occidente (Calle 26), surgieron nuevos centros de negocios, culturales y sociales. En el centro de la ciudad se concentraron las instituciones de poder estatal y distrital, así como las universidades tradicionales, que se han mencionado anteriormente (Beuf, 2012). Después de su estancia en el congreso, Pemán estableció su oficina como abogado en un edificio sobre la Avenida Jiménez. En este lugar nació, dentro del contexto de la conmemoración de los 500 años de la conquista de América, la fundación Cristóbal Colón. En dicha fundación, Pemán tuvo la oportunidad de explorar más su parte artística como poeta y durante esta época publicó gran variedad de libros de sonetos. Con la ayuda de otras instituciones culturales, promovieron exposiciones de arte en las que se exhibían artistas jóvenes de la ciudad. Esos lugares de exposición se convertían en sitios nuevos de tertulia, que nuevamente estaba reducida a lugares más privados. Fue una época de ir y venir al centro, ya que junto a la fundación se movían entre embajadas, centros culturales y lugares de privados de reunión alrededor de la ciudad.
“Geometría de las palabras”, escrito por Pemán.
Fuente: Álbum personal Pedro Manuel Rincón.
Durante mediados y finales de la década de los ochentas la agitación política volvió a reactivarse de forma exacerbada, y terminó produciéndose la Constitución del 91, como resultado de las exigencias de un país que necesitaba una renovación estamental que estuviera acorde con la realidad social y cultural. El centro histórico sigue siendo un epicentro de la esperanza, eje de las nuevas vivencias que se producían en el congreso y que reflejaban las esperanzas del espíritu colombiano. Los últimos años para Pemán han sido de escritura, publicación de diferentes libros y el disfrute de su vejez a través del andar constante buscando lugares tanto nuevos como antiguos para hablar de la realidad del país. Sin embargo, el tiempo no perdona y la edad va restringiendo el espacio de movimiento. Los amigos se van yendo y sus recuerdos sólo quedan en las calles del centro, en las oficinas que se ubican dentro de ellas, y en esa Bogotá tradicional que a pesar del tiempo sigue siendo la misma, adornada de jóvenes que sueñan con grandes ideas de toda índole para el país, personas que día a día construyen y viven patrimonio cultural, a través de sus caminatas, charlas, visitas. Muchos de los cafés y lugares nombrados ya no existen, no obstante, hay otros que se mantienen con igual vitalidad, idénticos a los de las décadas pasadas y que son la evidencia del encuentro entre las vivencias de la Bogotá del ayer, con la de hoy, preparándose para la ciudad del mañana, donde seguramente habrá muchas personas apropiándose del patrimonio urbano con el que conviven. La Bogotá de entonces no se ha perdido.
Apropiamiento de un espacio: El Centro Histórico como un patrimonio personal
Para finalizar, es importante recalcar cómo los espacios se constituyen en lugares intrínsecos de la vida de una persona, lugares sin los cuales no pueden contar su historia, lugares que se convierten en su patrimonio. Patrimonio definido desde esta perspectiva como un sentido de pertenencia al sitio, a sus calles, casas y edificios, pero también a las prácticas que se realizan en el espacio, a las charlas cotidianas, al recuerdo de los momentos más especiales de una vida, como se pudo observar con el caso de Pemán. Pedro Manuel Rincón es un ejemplo de cómo se apropia un espacio como el Centro Histórico de Bogotá, que tiene una importancia y un significado muy relevante para la historia y presente de toda la nación colombiana, y que también llega a tener significados propios e individuales para las personas que habitan en él, que desarrollan su vida en ese espacio. Así, se puede concluir que para hablar sobre el patrimonio cultural en un sitio como el Centro Histórico de Bogotá es necesario incluir las miradas de sus habitantes, de los que vienen y van día a día y de los que residen dentro del centro y lo observan como el eje de sus historias.