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Los lazos de los olores atan a las personas a todo cuanto
han olido. Atan a las personas a lugares, plantas, animales,
alimentos, perfumes. Atan a las personas entre ellas.
Marta Tafalla
Nunca sabrás a qué huele Bagdag (2010)
Sociología y anosmia: posibilidades de investigación
La anosmia es la ausencia total del sentido del olfato (Low, 2009, p. 71), esta condición ha sido uno de los síntomas asociados al Covid-19 así como una de sus secuelas (Kukso, 2020; Ives, 2022). También la pérdida del gusto (ageusia) ha estado relacionada con los padecimientos de esta enfermedad, lo cual no es casual dado que el olfato y el gusto comparten conexiones cerebrales (Kukso, 2020). Entender el significado que tiene perder la capacidad de oler, implica ser conscientes de qué supone el mundo olfativo y las lógicas sociales, culturales e históricas que lo atraviesan. En esa clave, el estudio del olfato y los olores han venido cobrando cada vez mayor importancia en diversas disciplinas, entre éstas, la sociología (Simmel, 2009; Synnott,1991; Classen et. al. 1994; Largey y Watson, 2006; Low, 2009, 2013). Como señala Jim Drobnik editor de The Smell Culture Reader (2006), de ser un sentido que estuvo asociado al último lugar de la jerarquía sensorial en Occidente, actualmente pareciera que asistimos a una suerte de “olfatocentrismo” (2006, p. 3). Esta tendencia pareciera que se verá reforzada con la aparición de la anosmia en el contexto del Covid-19 (Ives, 2022), pues estamos frente a la necesidad de entender qué implicaciones sociales tienen los olores para las personas y sus vínculos, así como para la memoria social y las emociones que nos vinculan con otros, tanto humanos como no humanos.
En el texto: Scents and Scent-sibilities. Smell and Everyday Life Experiences (2009) Kelvin Low analiza el significado que tiene el olor en la vida social y en la construcción del self. Es interesante que Low también investigue sobre las experiencias de individuos anósmicos y cómo la falta del olfato afecta sus rutinas en la vida cotidiana y también su propia autopercepción (Low, 2009, p.18). El estudio de la anosmia desde una disciplina social como la sociología nos permite distinguir al menos tres niveles analíticos para su investigación, a saber, a) el punto de vista de las personas que padecen anosmia; b) las etiquetas que aplican las personas no anósmicas a quienes padecen anosmia; c) e indagar la representación de la anosmia en los discursos, como el discurso del saber biomédico, que define, diagnostica e incluso etiqueta a la anosmia como una desviación (Low, 2009, p. 71). Tras esta diferenciación, presentaré algunos hallazgos que se colocan en la primera dimensión, es decir, en qué significado atribuyen las personas al hecho de haber padecido anosmia o incluso, una disminución de su capacidad olfativa por el uso de mascarillas durante la pandemia.
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Talleres sensoriales en tiempos de Covid-19
A partir de los debates en torno a las estrategias metodológicas más pertinentes para el registro de lo sensorial (Vannini, et. al. 2102; Pink, 2016) y como parte de un proyecto de investigación en curso, he diseñado el taller sensorial “Haciendo sentido con los sentidos”. El mismo ha sido ejecutado en diversos espacios (Sabido Ramos, 2021). El objetivo de dicho taller es dar cuenta de la relevancia de los olores y el olfato en situaciones de agrado y desagrado asociados a entidades humanas y no humanas. Una de las actividades del taller consiste en realizar paseos y mapas olfativos siguiendo la metodología que propone Kate McLeanen Nose-first. Practices of Smellwalking and Smellscape Mapping (2019) y Victoria Henshaw en Urban Smellscapes. Understanding and Designing City Smell Environments (2014). Cómo señala esta última autora, la caminata olfativa es un método por el que podemos investigar y analizar cómo es que las personas entendemos, experimentamos y utilizamos el espacio a partir de nuestros sentidos, poniendo especial interés en el olfato (Henshaw, 2014, p. 42). En lo particular, me ha interesado vincular este campo con el de las emociones, por lo que mi énfasis se coloca en los estados afectivos que las personas asocian a determinados olores y recuerdos que ello evoca.
Figura 1: Taller sensorial en Portbou, España, 2019. Foto de Olga Sabido Ramos.
Figura 2: Mapa colectivo. Taller sensorial en Portbou, España, 2019. Foto de Olga Sabido Ramos.
La actividad de la caminata olfativa consiste en el recorrido a pie que se hace en grupo sobre una trayectoria previamente elegida. Durante esta caminata, los participantes van llenando una hoja de registro inspirada en la guía que propone Kate McLean (2019), artista y diseñadora que ha creado mapas olfativos (smellmaps) de las ciudades alrededor del mundo. En esta hoja de registro se anotan los olores percibidos y los olores que intencionalmente se buscan. Se registra el lugar, situación, persona o entidad no humana percibidos, así como una breve descripción del olor y las emociones, sentimientos y recuerdos que evoca. También se pueden recoger algunos objetos que sean transportables (Figura 1). Al regresar del recorrido al lugar de trabajo, se arman grupos de discusión y se trabaja sobre un mapa colectivo que se interviene con diversos materiales (Figura 2), para identificar los puntos que cada uno de los participantes marcó como significativos. Se hace una segunda ronda de grupos de discusión donde se comparten e intercambian los significados atribuidos.
La primera vez que apliqué dicho taller fue en el marco del “Workshop on Experience: A Simmelian Approach to Emotions, the Senses and Time/ Space” coordinado por Natàlia Cantó-Milà y celebrado del 27 al 29 de agosto del 2019 en Portbou, España. Cuando realizamos el paseo olfativo por el muelle de Portbou, uno de los profesores decanos se sentó antes de iniciar la salida con un rictus en el rostro que en ese momento interpreté como señal de molestia. Me acerqué tímidamente para preguntarle si mis indicaciones habían sido claras y respondió afirmativamente, el problema no era ese, sino que padecía anosmia. En ese momento me percaté de haberlo excluido —sin intención— de una actividad grupal. Por otro lado, esta experiencia me hizo subrayar la necesidad de considerar cómo en cualquier investigación sobre los sentidos, debemos ser conscientes de que existe una pluralidad en la capacidad perceptiva de los cuerpos. Nunca imaginé que esa situación que parecía una probabilidad estadística mínima¹, iba a convertirse en parte sustantiva de algunas de las personas que han padecido la enfermedad del Covid19.
Durante la pandemia, he aplicado en el 2022 dicho taller en dos espacios donde han participado interesadas e interesados en conocer herramientas para la investigación en clave sensorial. El primero fue vía remota con colegas de RICMO (Figura 3) y el segundo fue de forma presencial en el Curso de Verano de Estudios de Género del El Colegio de México (Figura 4). En ambas ocasiones solicité a quienes participaron llenar un cuestionario en línea cuyas respuestas discutimos en grupo como parte de la preparación para realizar el paseo olfativo. Sobre este material discutimos en el taller y después, realizamos el recorrido dentro de la casa o alrededor de la cuadra del lugar donde las y los participantes residían en ese momento. Para el caso de El Colegio de México, llevamos a cabo un recorrido por la reserva ecológica “El Pedregal de San Ángel” (Figura 5). En total 32 participantes respondieron el cuestionario, aunque al paseo se incorporaron más. En términos generales podemos decir que el perfil de las y los participantes es clase media urbana con alto grado de escolaridad.
Figura 3: Taller sensorial Vía Remota, 2022.
Figura 4: Taller sensorial en Ciudad de México, Reserva Ecológica, México, 2022. Foto de Olga Sabido Ramos.
Figura 5: Taller sensorial en Ciudad de México, Reserva Ecológica, México, 2022. Foto de Olga Sabido Ramos.
Entre los hallazgos preliminares del taller destaca que el cuarto sentido más afectado durante el periodo de confinamiento ha sido el olfato, tanto por la consabida anosmia como por el uso de la mascarilla. Respecto a la primera razón, es importante considerar que la experiencia de la enfermedad del Covid-19 implicó no solo la pérdida del olfato sino también del gusto. Al respecto una de las participantes me compartió: “Si tuve COVID-19. Mis sentidos afectados: olfato y el gusto. Posterior al COVID recuperé el gusto, sin embargo, el olfato quedó muy dañado. Hoy día no percibo los aromas, necesito acercarme para identificar olores. Experimenté frustración, angustia, miedo.” (ID017: Mujer, 39 años). En el mismo sentido, otra participante también compartió:
“Por un mes completo perdí el gusto y el olfato. Después los recuperé gradualmente. Ambos fueron dolorosos porque me enfermé en diciembre, así que me vi privada de los sabores y olores de la época. De elegir alguno más doloroso sería el olfato, pero por una situación muy específica: tengo un palo de Brazil y para entonces estaba floreando, lo cual es muy raro en esa planta y ocurre una vez en su vida, si es que ocurre; le brotaron flores y no las pude oler. Me dijeron que su deliciosa fragancia se esparció por toda la casa, que olía parecido al jazmín. Por desgracia me lo perdí. Si eso no hubiera sucedido, habría sufrido más la pérdida del gusto, porque amo disfrutar la comida.” (ID024: Mujer, 31 años).
La pérdida del olfato asociada a la relación con los otros también estuvo vinculada a prácticas de cuidado, como nos compartió otra participante: “Perderlo de repente fue complicado, estaba a cargo de preparar alimentos para mis papás que también tenían Covid (no perdieron ni gusto ni olfato) y me angustiaba mucho darles algo sin sabor.” (ID014: Mujer, 36 años). Una de las primeras preguntas que podemos hacernos es ¿por qué la pérdida del olfato puede causar estas experiencias afectivas consideradas dolorosas desde el punto de vista de quienes han padecido anosmia? En el campo de la investigación de los olores se ha descubierto que los olores se asocian con recuerdos y activan emociones vinculadas a éstos (Hirsch, 2006; Verbeek y Van Campen 2013; Low, 2013; Wasku, et. al. 2019; Sabido Ramos, 2020). En ese sentido, la pérdida de la capacidad de oler también se relaciona con un sentimiento de pérdida vinculado con la manera de relacionarnos con los otros tanto humanos como no humanos, como el hecho de perder los “olores de la época” o los olores de la temporada estacional, o incluso perder el saber sensorial que supone cocinar para los padres. Todas estas formas de ser con otros están también atravesadas por implicaciones afectivas y por la memoria de éstas.
Pero, además, el olfato y los olores nos orientan en el mundo, incluso ello tiene un sustrato evolutivo pues nos ha permitido discernir aquello que atentaría contra nuestra supervivencia (Kukso, 2019; Ives, 2022). Por otro lado, el olfato y los olores se asocian a nuestras capacidades cognitivas, pues a partir de los olores conocemos el mundo que nos rodea y nos orientamos en él. Así, por ejemplo, la escritora norteamericana Hellen Keller quien padecía sordera y ceguera, señalaba cómo los olores del cuerpo de las personas le permitían conocer su profesión u ocupación (Synnott,1991). Esta dimensión cognitiva del olfato también se ha visto en investigaciones con personas que padecen ceguera. Asia Friedman descubre que los olores permiten a las personas ciegas identificar el sexo de otros cuerpos (por las lociones, colonias, desodorantes), así como los objetos y lugares en donde se mueven, como el olor de la cafetería de la universidad que permite a un informante ubicar el lugar de las escaleras (2013, p. 66). De modo que no es casual experimentar angustia y miedo ante la pérdida de este sentido, sobre todo si consideramos que remite a una sensación de desorientación en el espacio.
La pandemia no sólo ha implicado la pérdida del olfato y el gusto como uno de los posibles síntomas y secuelas de la enfermedad, sino también, toda una reorganización sensorial de nuestra vida cotidiana. No sólo las normas proxémicas del espacio público se han visto modificadas sino también la incorporación de artefactos a la vida cotidiana como el uso de la mascarilla o barbijo. De hecho, en uno de los talleres, hubo participantes que decidieron no quitarse la mascarilla para realizar el paseo olfativo. Sin necesariamente haber padecido anosmia, para algunos participantes, la mascarilla ha tenido un efecto negativo en el olfato: “El olfato, ya que tenemos que portar el cubrebocas, el cual es una barrera para este sentido.” (ID011: Mujer, 34 años). Para otra participante: “la mascarilla, porque limita el olfato y en cierto nivel el gusto”. (ID023: Mujer,39 años). Otras respuestas apuntaron a este carácter intersensorial en relación con el oído: “La mascarilla. Siento que escucho menos (porque mis orejas se doblan) y me cuesta respirar y por tanto pierdo olfato” (ID004: Hombre, 39 años). Para otra participante: “El uso de cubrebocas y gel. El cubrebocas me impidió oler directamente las cosas, no me permitía respirar con “libertad” y evitaba que las palabras se escucharan de manera clara… (ID017: Mujer, 39 años). En estos testimonios es interesante destacar el ensamblaje de los sentidos, pues el uso de un artefacto como la mascarilla altera otras de las capacidades perceptivas como la proyección de la voz y por lo mismo la escucha, e incluso la capacidad de respirar y el sentido del equilibrio ante la falta de aire.
Foto de Monstera en Pexels.
El confinamiento durante la pandemia ha implicado la afectación de los cuerpos y sus sentidos, como el olfato y el gusto. La pérdida del olfato nos obliga a reconocer que los olores son recursos de sentido que activan memorias sensoriales asociadas a nuestros vínculos con los otros, tanto humanos como no humanos. Ciertos olores activan recuerdos que nos permiten entender cómo ciertas situaciones, personas, lugares y artefactos, afectaron al cuerpo y sus sentidos. Es decir, los olores y sus significados son vías para entender cómo la sociedad se encarna y cómo los saberes son también saberes sensoriales, por ello la pérdida de la capacidad de oler, nos abre un horizonte para indagar la relevancia de este sentido otrora marginado, pues como bien dice el dicho “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.