*Las imágenes compartidas en este texto, fueron aportadas por sus propietarios para ser parte del proyecto “Álbum Familiar de Bogotá”, así como en las publicaciones y demás eventos que con fines culturales, educativos y de divulgación de la memoria documental avale el IDPC, tal y como es el propósito que cumple la aparición de este documento en la presente publicación.*
Si aún conservamos álbumes de familia en nuestras casas, sabemos que estos nos permiten imaginar otras épocas, sorprendernos o simplemente aferrarnos a los recuerdos.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando el álbum familiar deja de ser aquel que se disfruta de forma íntima, privada y en físico, y se convierte en un gran álbum digital de la ciudad? ¿Qué sucede cuando a través de la participación de muchos ciudadanos se logra crear un álbum colectivo que da cuenta de las múltiples formas en las que vivimos, recordamos, olvidamos, pero también habitamos nuestra ciudad?
En 2006, el Archivo Distrital y el Museo de Bogotá-Insituto Distrital de Patrimonio Cutural (IDPC), crearon el proyecto Álbum Familiar de Bogotá con el objetivo de construir el álbum de familia más grande de la capital. Se concibió desde el inicio como un medio para que la ciudadanía pudiera compartir fotos provenientes de sus propios álbumes para ser digitalizadas.
La mecánica del programa es sencilla: luego de una convocatoria, los interesados agendan una cita en el Museo-IDPC, a la que llevan sus fotos y sus álbumes para ser digitalizadas en alta resolución. Hoy, Álbum Familiar cuenta con más de 5,800 imágenes en digital. Álbum no es solo un banco de imágenes en digital creado de forma colectiva, sino que es a su vez, un banco de memoria, pues la conformación de esta colección implica no solo digitalizar, sino también registrar y consignar los recuerdos que, comparten los participantes sobre cada una de las fotografías.
Al generar un diálogo entre la memoria (los recuerdos) y la historia (la mirada de los especialistas) logramos tejer puentes para reconstruir los cambios urbanos, la identificación de edificios desaparecidos, de monumentos y de prácticas que han ido cambiando en el tiempo. El ejercicio que se da a través de Álbum Familiar nos permite construir y entender de forma colectiva la historia de la ciudad.
La relación del álbum de familia vs la fotografía digital en la actualidad
Hace no más diez años, la relación que se tenía con la fotografía era muy distinta a la actual. Hoy, con el amplio uso casi naturalizado de los celulares inteligentes y las redes sociales, pareciera que nos encontramos en medio de un panorama de opuestos: por un lado, el álbum de familia y las fotografías escogidas como objetos íntimos de las familias, guardadas para ser conservadas en el tiempo, ser contempladas, recordadas y narradas cada vez que se acude a ellas, versus un contexto en el que la explosión de imágenes digitales impera, se multiplica a millares, no hay límites entre lo público y lo privado, y resulta tan veloz y cambiante que no contamos con el tiempo suficiente para mirar.
Algunos autores señalan que la foto digital con la que convivimos cotidianamente funciona como conexión inmediata entre personas, lugares y situaciones, pero puede perder su carácter de memoria para ser pura conexión (Gómez Cruz, 2012). Esto es posible por el cambio de su relación con el tiempo, que la reduce a la inmediatez y puede ser perecedera casi instantáneamente: crea un “presente continuo”, un tiempo del “aquí y ahora” (Fontcuberta, 2016:18).
Hoy, cuando paradójicamente lo familiar se da a través de la experiencia diaria de lo digital, las imágenes del álbum familiar -como objeto-, se han tornado lejanas, extrañas. Sin embargo y ante este panorama, lo que resulta paradójico es pensar cómo, luego de digitalizar 5800 imágenes, es decir, de transitar de unas fotografías en papel a un formato digital, un proyecto como Álbum Familiar logre convertirse en un potente dispositivo de memoria y apropiación social del patrimonio cultural.
Pero ¿cómo sucede esto? Diría que se debe a esa acción del compartir, que es lo que por un lado moviliza a los participantes a llevar sus fotos al Museo, y por otra, a que estas fotografías se hagan públicas, activando la posibilidad de generar procesos de identificación.
Al ver fotos provenientes de los álbumes de personas que ni siquiera conocemos, los que vivimos en Bogotá de una u otra manera nos identificamos con calles, barrios, formas de vestir de otras épocas o simplemente experimentamos esa sensación de reconocer objetos, poses, atuendos y lugares en las imágenes que otros han compartido. En este punto, pasamos del ámbito de la foto de un extraño, al campo de una foto que nos resulta familiar.
Álbum Familiar logra, como dispositivo, el ideal de lo que tanto se repite acerca del patrimonio cultural: ser “un punto de referencia en la construcción de lazos sociales, de vínculos de cohesión, de identidad y de memoria”.
Las fotos del Álbum Familiar de Bogotá
Las imágenes del programa datan de finales de siglo XIX hasta el año 2000 y conforman una colección que resulta tan rica y diversa, que permite un sinfín de posibilidades de investigación y análisis.
5630. Amigo fiel. Aportante: Claudia Sánchez. Barrio Villa Luz. 1977. Colección Álbum Familiar. Museo de Bogotá-IDPC.
1564. Madre. Aportante: Élver Torres. Aeropuerto El Dorado. 1965. Colección Álbum Familiar. Museo de Bogotá-IDPC.
Dentro de las fotos que se destacan por su aparición recurrente en la colección, se encuentran aquellas que fueron captadas en estudios fotográficos de finales de siglo XIX, siendo estos, lugares adecuados con telones de fondo y una variada utilería para enriquecer las tomas.
Pasadas las primeras décadas del siglo XX y aprovechando la flexibilidad técnica que ofrecían las nuevas cámaras, los estudios de fotógrafos y de familia se transformaron paulatinamente en cabinas de revelado rápido y los retratos prácticamente se restringieron a las fotos tipo documento.
Por su parte, las imágenes tomadas en el espacio público muestran lugares y objetos especiales de la ciudad: calles, monumentos, esculturas, plazas y parques. Estos espacios, como la plaza de Bolívar (corazón del centro histórico), Monserrate (cerro tutelar de la capital) o el parque Nacional (parque emblemático de finales de la década de 1930) entre otros, dan cuenta de la conexión existente entre la forma en la que habitamos la ciudad y sus referentes simbólicos, históricos y patrimoniales.
En estas fotos tomadas en la calle se encuentran los famosos Septimazos que, de la mano de las cámaras instantáneas y los fotoagüitas, entre 1960 y 1980, permitieron de forma novedosa contar con un fotógrafo en el camino y dar un giro a la pose estática de un estudio, por la del movimiento mientras se caminaba.
Como parte del Álbum Familiar de Bogotá, no puede dejarse de lado el fenómeno que implicó la popularización de las cámaras fotográficas de familia, para así convertirnos en nuestros propios fotógrafos. Desde ese momento, las fotografías captaron escenas más íntimas en donde se destacan el primer carro, la bicicleta, los festejos, los juegos y los deportes. También la moda, donde priman los atuendos especiales, y el estudio y las ocupaciones que tienen que ver con el colegio, el trabajo y los oficios particulares.
Lo interesante de todo esto, es que, a partir de estas imágenes compartidas, nos reconocemos, pero sobre todo construimos historia, identificaciones y ciudad. Álbum Familiar es una colección fotográfica, documental y de memoria única en su clase, que, a diferencia de otro tipo de archivos de fotógrafos profesionales o reconocidos, da cuenta de esa vida cotidiana que desde el lente del experto no se tomaban. Son fotos imposibles de encontrar en otro tipo de fondos fotográficos.
El Horror Vacui
El miedo al vacío. El miedo a la nada. Pareciera que, desde la conservación, esta es la sensación que produce la conformación de una colección digital, al no tratarse de un conjunto de bienes tangibles que se “puedan tocar”.
A diferencia de otros fondos de fotografía que cuentan con sistemas de respaldo, el Álbum Familiar de Bogotá resulta más vulnerable, pues supone una colección que no cuenta con negativos ni con un soporte en positivo al cual acudir en caso de perder la copia digital, pues esta última es en definitiva el único objeto/ sistema gráfico que sostiene la información. A su vez, en caso de que se sufriera una afectación importante, recuperar los recuerdos que se almacenan implicaría la acción imposible de revertir un proceso de convocatoria ciudadana que ha tomado más de diez y seis años de trabajo.
Ese miedo al vacío, sustentando en un problema de la valoración y compresión de nuevos medios, podría llegar a justificar una menor toma de decisiones en cuanto a la gestión de riesgos, presupuestos y protocolos de conservación. En ese sentido, las prioridades seguirían siendo tomadas a partir de una noción afianzada en una forma vetusta de acercarse al patrimonio cultural.
La colección de Álbum Familiar de Bogotá es un llamado a un cambio de mentalidad del ámbito de la conservación respecto a sus propios objetos de trabajo. Al desarrollo de metodologías en donde este apunte a la documentación, al registro y a la importancia de la preservación de lo digital, como medio –en este caso inigualable- de transmisión del sentido del patrimonio, de lo colectivo y de la memoria local.
También es una invitación a recordar que la problemática de la labor desde la conservación no se define únicamente por el medio o soporte que constituye una determinada colección, sino que se deriva de la comprensión de su valor cultural. No asumir con el mismo valor una colección de objetos respecto a una de carácter digital, podría conllevar una pérdida irremediable. En el caso de Álbum Familiar, implicaría la desaparición de un banco colectivo de imagen y memoria y de un dispositivo inigualable para generar nuevos sentidos respecto al patrimonio cultural de Bogotá.