El siglo XVIII popularizó un juego de luces y sombras que proyectaba figuras de fantasmas y esqueletos sobre un escenario para crear representaciones terroríficas y espeluznantes. Un espectáculo aterrador que lograba producir sensaciones, despertar sentimientos y crear una experiencia sobrenatural. Con el pasar del tiempo nuestros teatros se han sofisticado perfeccionando los modos de representación y sus temas. Tanto así, que en el presente y por cuenta del flujo de información y la multiplicación de dispositivos para su procesamiento, la mayoría de las veces nos resulta difícil establecer un límite entre lo real y lo ilusorio, entre una imagen y su reflejo.
Teniendo en cuenta lo anterior, y situados en la coyuntura del confinamiento físico que ha impuesto la reacción frente a la pandemia, quisimos centrar las reflexiones de este Boletín OPCA 18 a explorar la pregunta y las posibilidades que emergen de pensar la relación entre el patrimonio y la virtualidad. Este no es un tema nuevo, de hecho, las simulaciones de lugares y objetos del pasado, la grabación y reproducción de prácticas y manifestaciones comunitarias o la construcción de grandes bases de datos de información cultural, han sido producidos, almacenados y compartidos en simultánea con el desarrollo de nuestras posibilidades tecnológicas. Sin embargo, preguntas sobre la trasmisión de la experiencia por medio de dispositivos electrónicos, sobre la validez de la idea de la autenticidad de objetos, lugares y prácticas, sobre las correlaciones que produce el procesamiento de millares de datos, e incluso, sobre las cuestiones éticas y epistemológicas que aparecen al “datificar” la realidad social, están a la orden del día.
Es así como explorar estas cuestiones desde las fronteras disciplinares que integran las reflexiones sobre comunidades, espacialidades y materialidades, sobre archivos, datos y repertorios, o bien sobre estudios visuales, actos performativos e interfaces electrónicas, establecen un marco poderoso para reflexionar sobre cómo los juegos de luces y sombras contemporáneos, en los que nos proyectamos y desde dónde percibimos el mundo, producen nuevas relaciones entre las memorias y las identidades que dan el tejido de base al concepto de lo patrimonial.
Quedan por responder tres preguntas que toman forma desde los nuevos espectáculos de luces y sombras plasmados en claves de ceros y unos en la contemporaneidad virtualizada. La primera, si el espectáculo y la realidad han difuminado sus fronteras, y consecuentemente, qué vínculos en clave de autenticidad y experiencia estamos construyendo. La segunda, asumiendo la disolución de la frontera y la simultaneidad de tiempos, espacios y cotidianidades, qué nuevas simbiosis nos traerá poder vivenciar materialidades y manifestaciones culturales de diferentes órdenes. Y la tercera, si el concepto de patrimonio y específicamente el aparato que ha construido Unesco desde las fronteras de lo real podrá soportar la plurivocalidad, la explosión de narrativas y la ausencia de una única autoridad en la distribución del atributo patrimonial. ¿Estaremos presenciando el principio del fin de la herencia del padre por cuenta de la infinitud de líneas de descendencia que se abren en el panorama? ¿Será acaso que el futuro nos depara el triunfo bastardo del incesto? ¿Los dioses patrimoniales en sus oficinas de París estarán preparando un castigo por retar su autoridad?
Varias contribuciones son las que podemos hoy compartir ya que tratan precisamente uno o varios de los temas esbozados. En el texto La condición digital y el patrimonio virtual, Juan Luis Suárez, plantea cómo la “condición humana es ya condición digital y esto supone la responsabilidad de desarrollar una ética de los límites digitales que nos ayude a decidir y separar los ámbitos analógicos y digitales de nuestra existencia”. El autor argumenta que la “combinación del impulso digital y las disrupciones que la pandemia ha provocado en nuestros sistemas sociales supone un horizonte nuevo marcado por un proceso de re-ensamblajes sociales cuyo horizonte va más allá de la década que está comenzando. La digitalización de la cultura y el patrimonio, el papel de las instituciones de la cultura en ese proceso y los nuevos tipos de relaciones con ciudadanos, estudiantes y usuarios requieren de un esfuerzo estratégico para situar el patrimonio cultural en el lugar adecuado que garantice su relevancia durante esta transformación”. Y es que para Suarez: “Al fin y al cabo, la cuestión central acerca de la virtualización del patrimonio no es una cuestión sobre digitalización. Es más bien una cuestión acerca de cómo queremos vivir como seres humanos en la época de la digitalización. Es decir, ¿Qué hay que hacer para que la condición digital siga siendo, más que nada, humana? La respuesta siempre pasa por la cultura, el patrimonio y la autonomía.”
En una vena similar, pero centrado en la realidad colombiana, el texto Archivo, memoria y humanidades digitales de María José Afanador Llach nos plantea cómo “La digitalización de la cultura trae retos y ventajas para las disciplinas de las humanidades y para las instituciones culturales como archivos, bibliotecas y museos”. En esta medida, la autora afirma que: “la descentralización de los procesos de construcción de memoria e historia abre posibles caminos para activar la apropiación y creación de materiales culturales en internet. Develar el potencial del campo de las humanidades digitales en Colombia debe vincularse a preguntas por los retos de la gestión de archivos históricos, el patrimonio y la memoria y las maneras en que las plataformas digitales existentes pueden aprovecharse”. Así, el texto nos invita a reflexionar y a cuestionarnos en el contexto de estas tensiones y realidades sobre “¿Qué pasa entonces cuando descentralizamos la producción del archivo y el conocimiento humano de las manos de las instituciones oficiales y le damos esa tarea a los ciudadanos?” O cuando nos plantea que “Pensar desde las comunidades, nos invita a reimaginar el rol de la biblioteca, el archivo, el museo y las humanidades, no como el lugar centralizado de la memoria y la historia.”.
Carolina Alzate, en su texto Procesos de producción cultural en perspectiva: la lectura del siglo XIX desde el espacio digital, acepta la invitación de reflexionar sobre las relaciones entre la literatura, la memoria y el archivo que desencadenan los medios digitales, abordando el tema desde su experiencia de trabajo alrededor del proyecto de la Biblioteca Digital Soledad Acosta de Samper-BDSAS. Este proyecto nos lleva a pensar la “manera como los formatos digitales permiten reactivar complejos procedimientos de producción cultural practicados en el siglo XIX, procesos que hoy se revelan como claves en la manera como entendemos las prácticas culturales”, en particular adopta el concepto de: “hipertexto, el cual comúnmente se asocia a la era digital pero cuya primera definición a comienzos de los años 1980 por parte de la teoría literaria significó un vuelco en la aproximación a la cultura y un nuevo marco de comprensión para los estudios del siglo XIX”. La discusión sobre las posibilidades del hipertexto ofrece nuevas maneras de construir y apropiar los acervos culturales del país en relación con la cultura global: “ciertamente resignifican no solo el patrimonio, como archivo pasivo, sino nuestra vida contemporánea como gran archivo que conviene explorar”.
Por otra parte, la transformación de los escenarios culturales y de los modos de reproducción de las manifestaciones culturales por cuenta de la pandemia, proponen un espacio de reflexión interesante y un reto a futuro. Angie Marcela Cabrera Peña en su texto Carnaval de Barranquilla en la virtualidad: difusión de la tradición de las máscaras de Galapa en medios digitales nos muestra cómo la producción de estos artefactos que son: “un pilar cultural y económico para el municipio de Galapa, especialmente para quienes se han dedicado, por generaciones, a fabricar estas piezas”, se ha visto afectada ante las restricciones impuestas sobre eventos masivos como el carnaval, pero también han encontrado en la virtualidad alternativas para presentar sus creaciones. “De esta manera, la migración a la esfera digital supone nuevas labores y acercamientos entre los artesanos de las máscaras y sus saberes. No obstante, estas nuevas relaciones responden a un método de resignificación del oficio artesanal que busca preservar las manifestaciones culturales en medio de un contexto socioeconómico atípico”. En el contexto del proyecto mascarasdegalapa.com la autora concluye que: “a pesar de que las plataformas digitales alteran las relaciones y narrativas que se desprenden de las manifestaciones culturales, también aseguran la longevidad de estas en otros escenarios e imaginarios”.
Otra iniciativa de largo aliento que sirve para reflexionar sobre el tema de la virtualidad y el patrimonio cultual es el proyecto presentado en el texto Narcolombia: Sobre los efectos estéticos de lo narco, por el antropólogo Xavier Andrade. En este ensayo el autor discute algunos avances de esta iniciativa, la cual se plantea como: “un proyecto de investigación y creación alrededor de los efectos estéticos de “lo narco” sobre los campos de producción y consumo culturales en Colombia, que se viene desarrollado desde 2017”. El texto de Andrade nos muestra cómo las relaciones entre lo real y lo ficticio son cada vez más estrechas. A tal punto que ese tipo de estética supera sus contextos específicos de reproducción y toma nuevas formas desde los medios, los memes e incluso los guiones museográficos. Poniendo de manifiesto que la virtualidad integra tiempos y espacios en realidades complejas y cada vez más densas. Hay que destacar el trabajo de reflexión interdisciplinaria que plantea y la participación de estudiantes en el desarrollo de sus propias apuestas de reflexión sobre el tema.
Adicionalmente, Ximena Guerrero, en La “Agenda Cultural” de la Universidad de los Andes como escenario virtual para las artes: patrimonio cultural en época de pandemia, nos muestra cómo: “lejos de una catástrofe -como se previó inicialmente-, las consecuencias directas de las restricciones impuestas por la pandemia del Covid 19 para la realización de eventos presenciales, sirvieron para afianzar y desarrollar nuevas estrategias para la transmisión virtual. A partir de la experiencia en redes, se estableció que era imprescindible para la actividad cultural emular un escenario virtual, un espacio simbólico para las artes, en el que se privilegiara el encuentro entre el artista y el público, en donde se mantuviera intacta la emoción”. El texto revisa las acciones emprendidas a lo largo del 2020, poniendo en evidencia que más que un impedimento la virtualización se convirtió en una oportunidad para explorar nuevas dimensiones y posibilidades de la reproducción de la cultura viva y la creación de escenarios capaces de trasmitir la emoción y efervescencia de las presentaciones tradicionales.
Finalmente, el recorrido por los nuevos escenarios y la reflexión sobre las posibilidades de las plataformas virtuales en la intersección de la virtualidad y el patrimonio cultural está representado por la experiencia de la exposición virtual Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia presentado por Mario Omar Fernández en un video en el que acepta la invitación del Observatorio a responder sobre las apuestas virtuales encaminadas a la difusión y la apropiación social de las manifestaciones del patrimonio nacional. Así, en conjunto con el Ministerio de Cultura, nos ofrece un recorrido por el país que pone de manifiesto la riqueza y la diversidad de la nación, y nos invita a pensar en los modos para salvaguardar esos elementos que consideramos signos de nuestra identidad y memoria.
En conjunto, podemos concluir que las contribuciones de este volumen además de plasmar la multiplicidad de escenarios en los que la virtualidad y el patrimonio cultural se intersecan, nos deja claro que el mundo en el que vivimos ha superado la fracción entre la realidad y su representación digitalizada. Existimos simultáneamente en varios planos y dimensiones que se afectan mutuamente y que complejizan nuestros modos de ser y estar. Resulta apasionante pensar a futuro los frutos de esa simbiosis en clave patrimonial, tal vez no esté lejos el día en el que nuestros relatos colectivos no solo se expresen desde los medios y las redes, sino que encuentren allí su nicho de incubación y reproducción poniendo en jaque los límites de un sistema patrimonial que se basa en países, comunidades e identidades ancladas a su materialidad.
Sólo nos resta invitarlos a participar del Boletín 19 donde pretendemos explorar las dimensiones que nos plantea El patrimonio cultural en un mundo post-Covid19: experiencias, encrucijadas y futuros posibles para seguir llevando al límite las posibilidades de reflexión sobre el patrimonio cultural.