Destrucción intencional: Las referencias en otras latitudes.
La historia del hombre acompaña la historia de las guerras y conflictos como una forma indisoluble de lucha por el territorio, por el alimento, por el poder, o inclusive por los símbolos de una cultura. El botín de guerra no solo responde a un interés económico como consecuencia de la lucha ganada, sino que atiende a una razón ideológica, quizás con la intención de destruir ciertos campos intangibles sumergidos en la memoria colectiva, eliminando referentes ideológicos que nos dan sentido como individuos y como sociedad.
A lo largo de la historia de las luchas, tanto en Oriente como en Occidente, el hombre ha intentado destruir las bases del arraigo e identidad, agrediendo, destruyendo y violentando símbolos religiosos y culturales, convirtiendo la destrucción del patrimonio en un arma de guerra. La consecuencia fatal se traduce en pérdida de la identidad cultural, en desarraigo, en desesperanza, generando un caldo propicio para instaurar una forma de pensamiento político distinto, sustituir una religión por otra, o sencillamente para acabar con los símbolos de una cultura a la cual se intenta oprimir y vencer.
La afectación intencional del patrimonio se solapa con la realidad de los conflictos armados, y hasta pudiéramos justificarlos en aquella premisa del “efecto colateral” de la guerra; no obstante, la historia, aún hasta la más reciente, alude al saqueo y robo premeditado, a la destrucción de productos del pensamiento, de la creatividad y la expresión misma de civilizaciones, como un plan orquestado para debilitar la identidad del otro.
Este triste álbum de fotos que nos grafica la destrucción intencional del patrimonio cultural contiene miles de imágenes como las de la Guerra Civil de España, las de las millones de obras robadas y expoliadas durante la Segunda Guerra Mundial, las de la destrucción total de la Biblioteca Nacional de Bosnia Herzegovina (1992-1995), de los monumentales Budas de Bamiyán dinamitados en 2003, del saqueo de los museos de Egipto en medio de su primavera árabe (2011); y para este año 2015 insertamos imágenes recientes, más frescas pero no menos aterradoras: los fanáticos yihadistas de ISIS destruyendo el Museo de Mosul, las excavadoras del estado islámico eliminando los yacimientos arqueológicos de Nimsud, y la más actualizada: la milenaria ciudad de Hatra, Patrimonio Mundial, también en Irak, destruida el 7 de marzo bajo la autoría irracional y desoladora de los grupos armados de ISIS.
No nos asombra que según el Informe de 2012 del Instituto de Inves tigaciones de Conflictos Internacionales de Heidelberg (Alemania) durante ese año se detectaron 186 conflictos violentos en el mundo, 13 de ellos localizados en países con lugares inscritos en la lista del patrimonio mundial de UNESCO; los ejemplos reseñados así como nuestro caso, la Ciudad Universitaria de Caracas (Patrimonio Mundial) forman parte de esta estadística.
El caso Ciudad Universitaria de Caracas, Venezuela
Venezuela no ha sufrido guerras ni confrontaciones internas de orden civil durante varias décadas, sin embargo no escapa de esta singular tendencia de destrucción del patrimonio ligado a la identidad de un grupo social o político. Aún cuando existen casos referenciales de destrucción intencional del patrimonio en Venezuela, es en la Ciudad Universitaria de Caracas (Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Mundial) donde se han generado las más sistemáticas agresiones durante los últimos años coincidiendo con tiempos de intensidad política y social.
Desde la construcción de la sede de la Universidad Central de Venezuela, en la década de los años 50, la CUC ha sido el epicentro ideológico de situaciones de conflicto social, justificadas en el hecho de que la Universidad alberga el germen del pensamiento y de la lucha social circunstancialmente resaltadas durante el proceso de la llamada “renovación Universitaria”. La década siguiente, esos años 60, fueron un hervidero de situaciones de conflicto social donde los actores principales formaban parte de la comunidad ucevista. En el año de 1969 el discurso político se torna intenso y el movimiento se hace más activo y profundo invadiendo los pasillos y aulas del Alma Mater. La intensidad de la confrontación se pudo constatar en las reuniones y asambleas, las manifestaciones, los grafitis, los volantes, las publicaciones, los choques violentos y todos los sucesos que hacen del lapso entre marzo y octubre de 1969 el momento más crudo de la llamada Renovación. Esta época de hostilidad política culminó con la ocupación militar del campus universitario la madrugada del 31 de octubre de 1969, bajo el objetivo de “detener las constantes manifestaciones anárquicas y el caos subversivo”. Esta ocupación se prolongó por 19 días, concluyendo con la Reforma de la Ley de Universidades. Más allá del desorden, los grafitis y algunos daños menores, a pesar de tanta turbulencia social durante este período, no se evidenciaron afectaciones irreversibles a las edificaciones o a las importantes obras de arte de la Ciudad Universitaria de Caracas.
Los años 70 y 80 se traducen como épocas más calmadas pero no huérfanas de conflictos, y si bien se generaron disturbios estudiantiles, manifestaciones y choques entre estudiantes y fuerzas policiales en los accesos de la CUC, las consecuencias de estas situaciones fueron localizadas y puntuales, limitadas a la colocación de panfletos, grafitis, pintas, etc. en paredes y estructuras, no comprometiendo irreversiblemente la imagen ni la estabilidad de elementos y estructuras.
El salto sustancial se da hacia los años iniciales de este siglo XXI, cuando toda vez declarada la Ciudad Universitaria de Caracas como Patrimonio Mundial (UNESCO diciembre 2000), y coincidencialmente existiendo ya instituciones nacionales orientadas a la conservación del patrimonio cultural en el país (Instituto del Patrimonio Cultural 1994, Consejo de Preservación y desarrollo UCV- 2000) es cuando se registran las más fuertes agresiones a este conjunto urbano, con importantes afectaciones físicas.
A partir del año 2007 y hasta el año 2013 han ocurrido en este complejo campus las más nefastas y lamentables manifestaciones de violencia y agresión intencional al patrimonio nacional, enmarcadas en un ambiente de exacerbación del discurso político cargado de violencia. Durante estos 7 años la Ciudad Universitaria ha sido escenario de 38 hechos de violencia destacándose que prácticamente la mitad de estos casos (16 de ellos) tuvieron importantes implicaciones de afectación al patrimonio.
El análisis de las estadísticas mencionadas nos permite realizar un ejercicio básico: superponer en un plano de la Ciudad Universitaria de Caracas, la ubicación de los eventos de violencia con la ubicación de las obras de arte y de los lugares de mayor significación .El resultado: la evidencia constatable de que las agresiones más intensas y destructivas (el 46% de ellas) se han generado en el Edificio del Rectorado y en las áreas del sector Directivo Cultural donde se encuentran los lugares más notables del conjunto y algunas de las más singulares obras de arte de la Colección: los murales de los artistas Héctor Poleo y Pedro León Castro (Oficina Rector y Salón de Sesiones del Consejo Universitario respectivamente), ambas pinturas al fresco ejecutadas entre 1953 y 1954 como parte del proyecto Síntesis de las Artes cristalizado por el maestro Carlos Raúl Villanueva.
Estos lamentables hechos se han desplegado como un abanico de oscuras acciones: incendios provocados, explosiones de bombas lacrimógenas, desmontajes de estructuras, destrucción intencional de elementos de seguridad, agresión hacia las obras de arte, entre otros tipos de delitos. Para atender las consecuencias de estos actos sin fundamento racional, las autoridades de la Universidad Central de Venezuela han orientado esfuerzos económicos a fin de revertir los daños en los edificios y obras de arte violentadas, todo ello con las consecuencias económicas de una disminución de la inversión en actividades planificadas de restauración y mantenimiento preventivo en obras, edificaciones y espacios abiertos del conjunto.
A esto se suman las restricciones impuestas por la depreciación del presupuesto universitario, con al menos cuatro años acumulando insuficiencias financieras devastadoras para la UCV y por ende para la conservación de este patrimonio bajo su tutela. Ya para el 2012, el COPRED formulaba una solicitud de recursos ante la Oficina de Planificación del Sector Universitario, (OPSU, adscrita al Ministerio de Educación Superior) para la atención de catorce (14) Proyectos de Intervención en Infraestructura Patrimonial, cantidad cercana a los 122 MM de Bs. (28,34 MM US$), los cuales no fueron aprobados.
Si bien los hechos de violencia y agresión contra el patrimonio mundial, han sido documentados y denunciados formalmente por la UCV a las autoridades nacionales y locales, aún no se han aplicado sanciones a los autores de tales hechos ni se han generado financiamientos extraordinarios para atender las emergencias o el mantenimiento preventivo de este patrimonio mundial de dimensiones tan complejas. La delicada situación económica de la Universidad Central de Venezuela ha condicionado las posibilidades de dar respuesta eficaz para atender las constantes agresiones lideradas por pequeños grupos que pretenden canalizar sus diferencias políticas a través del daño y la destrucción del patrimonio común.
Las reflexiones que se generan luego de estos hechos son muchas: ¿quiénes son los autores de este tipo de acciones? ¿bajo qué fundamento se justifica atentar contra un bien común? ¿qué nos hace pensar que la destrucción de una obra de arte modificará una forma de pensamiento de un grupo social o político? ¿Cómo se afecta la identidad y el arraigo de quienes asumen este patrimonio como propio? Creemos que la experiencia adquirida con estos hechos de destrucción intencional debe canalizarse en un profundo estudio de análisis de las causas sociales y políticas que han generado estas agresiones, estableciendo las estrategias de trabajo con toda la comunidad ucevista y con quienes hacen vida en este recinto, para minimizar los ataques vandálicos y establecer estrategias de protección y conservación preventiva que permitan garantizar la preservación de este conjunto urbano moderno. Es imprescindible tener presente que este maravilloso ejemplo de la arquitectura, arte y paisajismo representa el espíritu de una Venezuela posible donde todos sus ciudadanos tenemos el ineludible compromiso de atender un patrimonio que ha trascendido a nuestras fronteras y que se ha tornado en un Patrimonio Mundial de incalculable valor.
Notas al margen:
1- Pareciera no casual que los eventos se generen en el edificio donde reside la autoridad de la institución (la oficina del Rector y la sala de Sesiones del Consejo Universitario).
2- En Venezuela existen solamente tres pinturas murales “al fresco”. La ubicada en casa La Estrella (Valencia) y los dos murales al fresco de la CUC, el de autoría de Pedro León Castro en el salón de Sesiones, sin título, y la obra “Fechas magnas” de Héctor Poleo, ubicada en la oficina del rector de la UCV.
3- COPRED: Consejo de Preservación y Desarrollo de la UCV. Oficina Técnica de Patrimonio Mundial creada en 2000 como compromiso del estado venezolano para gestionar la conservación, promoción, desarrollo y preservación de este conjunto declarado Patrimonio Mundial.