¿Cómo caracterizaría usted las movilizaciones sociales indígenas, afro y campesinas (entre otras “las mingas» indígenas, las «dignidades campesinas”, el paro de Buenaventura) que se han manifestado en el país durante los últimos años?
Yo caracterizo las movilizaciones indígenas, campesinas y afrodescendientes como bacanas. Pienso que esas movilizaciones manifiestan un malestar importante sobre la relación entre la sociedad colombiana, los gobiernos colombianos y las comunidades indígenas, y que las organizaciones que lideran esos procesos tratan de plantear los puntos problemáticos de esa relación entre el gobierno y las comunidades indígenas de manera pública. También pienso que esas movilizaciones no son perfectas, hay una dificultad y es que las organizaciones que lideran esas movilizaciones también tienen unas distancias grandes entre sí, porque no logran establecer puntos en común durante la movilización. Pienso que el gobierno con frecuencia se aprovecha de esa debilidad y negocia reivindicaciones de manera separada con cada organización, y eso fortalece o profundiza las distancias entre esas organizaciones para unirse en luchas que podrían darse de manera conjunta pero no se dan de manera conjunta porque se perciben como si fueran problemas separados. Por ejemplo, las luchas campesinas y las luchas indígenas. La distinción entre los territorios indígenas como territorios colectivos y territorios caracterizados principalmente por comportamientos culturales, y la caracterización de las luchas campesinas como fundamentalmente orientadas a la propiedad privada de pequeñas parcelas de tierra, crea una distancia entre los movimientos indígenas y los movimientos campesinos que esos movimientos no han podido resolver, porque en la urgencia de negociar con el gobierno prefieren negociar cada uno por su lado.
En su opinión, ¿cuáles son los alcances y los límites en Colombia del reconocimiento constitucional y del imperativo de Unesco sobre el “respeto de la diversidad y el reconocimiento de la diferencia”?
No sé cuáles son los límites de eso. Yo puedo decir que creo que un problema que tiene que ver con eso es que el gobierno colombiano, y posiblemente también en la Unesco, al enfatizar en las diferencias, como dije respondiendo la pregunta anterior, lo que hace es que prioriza relacionarse con unos grupos sobre las bases de unas reivindicaciones que parecen exclusivas de ese grupo cuando muchas de las luchas de esos grupos, que tienen que ver con la cultura, que tienen que ver con la relación con el territorio, son comunes. Entonces, al mostrar esas luchas o esas peleas, o esas expectativas, o esas reivindicaciones como separadas y como diferentes, separa a las organizaciones indígenas, a las organizaciones afrocolombianas y a las organizaciones indígenas. Voy a poner un ejemplo, cuando se tratan ciertas prácticas de las comunidades indígenas como si fueran patrimonio, o como si fueran prácticas reconocidas porque caracterizan a esa comunidad, se crea una disputa entre esas comunidades o esas organizaciones. Para ser más específico, ¿Deberíamos declarar patrimonio el Carnaval de Barranquilla o deberíamos declarar patrimonio los mambeaderos y las danzas indígenas huitoto? ¿Qué es prioridad para el gobierno y qué acepta la Unesco para reconocerlo? ¿Cuál de las dos cosas cumple mejor los requisitos de la Unesco? Cuando entramos en esa discusión, o cuando el gobierno entra en esa discusión, y cuando las organizaciones sociales entran en esa discusión, empiezan a competir entre sí por cuál se adaptan mejor a los criterios del gobierno o a los criterios de la Unesco, en vez de encontrar elementos comunes para defender prácticas tradicionales. ¿Cuál sería la solución a eso? Sería que las organizaciones sociales se pongan de acuerdo y tengan espacios conjuntos de discusión antes de que el gobierno las coja desprevenidas para ponerlas a decidir qué va a ser prioridad y cuál de las dos le satisface mejor los criterios impuestos por el gobierno o por la Unesco; y que esas organizaciones tuvieran más voz en la Asamblea de las Naciones Unidas para poder posicionar esas decisiones que son resultado de sus negociaciones conjuntas. Eso no lo puede resolver el gobierno ni lo podemos resolver los antropólogos, eso lo tienen que resolver los líderes de esas organizaciones.
Foto: Maria Angélica Ospina.
¿Se puede establecer una relación entre movimientos sociales y patrimonio cultural? ¿Cómo se ha dado esa relación y con qué sentido?
Yo creo que sí se debe poder, pero yo no sé cómo. Yo creo que hay, si yo pienso, por ejemplo, en las luchas indígenas en varias regiones de Colombia por la tierra hay puntos de esas luchas que se pueden conectar con el patrimonio. Por ejemplo, en el caso de los resguardos indígenas de la región del suroccidente, un punto muy importante siempre ha sido demostrar que esos pueblos estaban en esos territorios antes de la llegada de los españoles, que esas tierras son tradicionalmente indígenas porque ellos estaban ahí antes que cualquier otro grupo y tenían formas de organización social y política antes de que otros grupos llegaran. ¿Qué es lo que en últimas reconoce la Constitución? Que los pueblos indígenas tienen derechos a sus territorios, y a administrar esos territorios, porque eran pueblos organizados políticamente antes de que existiera la República de Colombia. Y eso se relaciona con prácticas históricas que tienen que ver con cómo se cultivan ciertos alimentos, cómo se relacionan con cierto medio ambiento específico, por ejemplo, el páramo, que tienen que ver con ciertos hallazgos arqueológicos, por ejemplo que traten de demostrar que los guambianos estaban ahí antes que cualquier otro pueblo, o que los embera estaban ahí antes de cualquier otro pueblo, o que los pueblos que actualmente ocupan esos territorios tienen unos comportamientos, formas de producción, lenguas, iconografías, que se relacionan con la que tenían los habitantes originales de ese pueblo. Entonces, en los argumentos que dan, en sus luchas y en sus movilizaciones los pueblos indígenas, yo no sé las comunidades afrocolombianas, no sé suficiente de eso para decir, pero intuyo que también, hay una relación con lo que podría considerarse patrimonio. Entonces, yo creo que sí.
Foto: Andrea Mächler Bedoya.
Yo creo que ahí hay varias cosas. Si fuera posible demostrar que ciertas formas, que ciertas prácticas culturales, pensando en las distintas dimensiones del patrimonio, si fuera posible demostrar que distintas prácticas culturales caracterizan a unos pueblos, y por lo tanto son patrimonio de esos pueblos o son un aporte de esos pueblos al resto de la humanidad, entonces eso justificaría el reconocimiento de los aportes de esos grupos a la sociedad nacional. Eso es muy importante porque en Colombia hay un desprecio histórico a las formas de producción indígena, a las formas de producción campesina, a las formas de producción afrocolombianas. Pero esas comunidades hacen un aporte económico, hacen un aporte ambiental y hacen un aporte en conocimientos específicos. Por ejemplo, el crecimiento de la ciudad de Popayán es resultado, en el período colonial, de las encomiendas con la explotación de la fuerza de trabajo guambiana y nasa. El crecimiento del Puerto de Buenaventura es resultado de la explotación minera que caía sobre las espaldas de los esclavos en el período colonial, y más tarde de las comunidades afrodescendientes en esa región. Lo que hoy se denomina el “pulmón del mundo”, el Amazonas, existe porque los pueblos indígenas del Amazonas tienen unas formas de producción que protegen la diversidad hídrica, biológica, etc., del Amazonas. Pero al mismo tiempo que se valora eso, el medio ambiente amazónico, el Puerto de Buenaventura, la diversidad biológica, se desprecian las formas de producción que los indígenas, los afrocolombianos y los campesinos han utilizado para vivir en esos territorios. Entonces, claro que hay una conexión entre esas dos cosas, esa conexión se podría visibilizar más, me parece que la sociedad colombiana debería darle mayor reconocimiento a ese aporte. Si eso se puede hacer, tratando de mostrar y reconocer esas formas de vida, de producción, etc., como patrimonio, bien. Si el patrimonio se convierte en una trampa para que la gente esté preocupada por procesos burocráticos, para ser más o menos reconocidos por una característica, o para promover el turismo, para que vengan los turistas, para tomar yagé, porque eso es patrimonio de los pueblos indígenas, entonces es una pérdida de tiempo y lo que hace es cagarse en la vida de esa gente.