Introducción
Las reflexiones que presentamos en este texto, derivan del proceso de investigación realizado por los autores acerca de la Fiesta de Reyes Magos del barrio Egipto en Bogotá. El trabajo se desarrolló en el marco del proyecto de caracterización contratado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) entre octubre de 2017 a febrero de 2018.
En años recientes, distintas iniciativas ciudadanas e institucionales en la ciudad, han manifestado interés por incluir esta fiesta en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial (LRPCI) Distrital. El objetivo de este texto es reflexionar si la posición de la institucionalidad coincide con las expectativas de la comunidad –heterogénea– de Egipto. Para ello, tomamos como punto de partida la cuestión: ¿para quién y para qué son los procesos de patrimonialización?
Sea este el lugar apropiado para indicar que el título de este texto se inspira en el artículo “Bogotá busca fiesta: entre el Halloween y el carnaval” del profesor e investigador Carlos Miñana de 2004. Entre sus argumentos, Miñana expone cómo la búsqueda afanosa por encontrar y “diseñar” una fiesta popular en Bogotá, lleva varias décadas, incluyendo investigadores, administradores y habitantes de la ciudad, que han ignorado la existencia de una festividad como el Halloween. Valdría la pena explorar, de qué forma el reciente interés en torno a la Fiesta de Reyes Magos del barrio Egipto, principalmente por parte de los administradores de la ciudad, podría de alguna forma estar dando continuidad a esta búsqueda, ahora enunciada desde la política de patrimonio.
La Fiesta de los Reyes Magos
Compuesta por elementos de orden sagrado y secular que conmemoran la llegada de los reyes magos y la epifanía, la festividad se realiza el primer fin de semana del mes de enero y desde la década del ochenta se extiende a lo largo de tres días. En la memoria colectiva, la mayoría de los habitantes del barrio coinciden que el origen de la fiesta data de principios del siglo XX, con la búsqueda de fondos para la renovación de la parroquia. No obstante, a partir de la revisión de archivo se identificó que los orígenes de la festividad se remontan a La Colonia y al momento de fundación de la ermita Nuestra señora del Destierro y la Huida a Egipto, en 1558. Durante la fiesta, la iglesia y la plaza del barrio son su epicentro; espacios donde se desarrollan la eucaristía y el auto sacramental (obra teatral que representa la llegada de los reyes magos y el nacimiento de Jesús). Otros elementos fundamentales de la celebración son la venta de comida y bebidas tradicionales, entre los que sobresalen la pelanga y la chicha, así mismo juegos tradicionales como el trompo, la rana y el concurso de la vara de premios, entre otros. Hoy en día, el cierre de la fiesta se da con un espectáculo musical de un artista de reconocimiento nacional. Anteriormente la quema del diablo (un muñeco con pólvora colgado en lo alto de la iglesia) marcaba el fin de la festividad a manera de ritual, para comenzar un nuevo ciclo.
La “realidad social” develada
A partir del trabajo de campo identificamos problemáticas sociales presentes en el territorio, ligadas a condiciones marginales y de violencia, resultante de los efectos acumulativos de desventajas económicas históricas con respecto al resto de la ciudad, que complejizan los procesos colectivos. La baja participación de los habitantes del barrio en los talleres propuestos, develó tensiones internas en la comunidad con el Comité Organizador de la fiesta. A medida que fuimos desarrollando el trabajo etnográfico, también pudimos observar molestias en torno a lo que es percibido como una excesiva regulación de la fiesta por parte de la Alcaldía Local. La comunidad se encuentra dividida entre quienes ven en la relación con los representantes del Estado una alianza que puede beneficiar intereses comunes, y aquellos que la rechazan tildando estas acciones de oportunistas y convenientes por parte de distintos actores políticos que han buscando su beneficio particular, usando al barrio a manera de bastión político durante décadas.
Entre las personas con quienes trabajamos, la Fiesta de Reyes Magos no es enunciada en términos de patrimonio. El conjunto de prácticas sociales y culturales que componen la celebración es referido en términos de tradición, basándose en que ésta ha sido transmitida de generación en generación, está arraigada en el territorio, y además, vincula a los habitantes del barrio Egipto y la parroquia como sus principales organizadores.
¿Para qué y a quiénes favorece la patrimonialización de la fiesta?
A primera vista podría decirse que la festividad se enmarca en la definición de patrimonio cultural inmaterial de acuerdo a lo establecido en la legislación colombiana1.
Sin embargo, el asunto que aquí nos convoca no apunta a si la manifestación puede o no incluirse en una LRPCI, o si encaja en el concepto de patrimonio desde la normatividad. La pregunta que guía nuestra reflexión es para qué adelantar un proceso de patrimonialización de la fiesta y a quiénes favorece en última instancia. Lo anterior coincide con lo propuesto por Salge en IDPC (2017), con respecto a la necesidad de contribuir a reflexiones que vayan más allá de las definiciones establecidas en los documentos oficiales. En palabras de Salge (2017: 2),
“(…) se puede decir que el patrimonio cultural inmaterial en Bogotá es un campo que está densamente normado, que ha comenzado a ser incluido en las herramientas de gestión de la ciudad, pero que a nivel general no ha sido objeto de un proceso de reflexión académica ni de una movilización comunitaria que le otorgue otras dimensiones o un contrapunto a lo expuesto en los documentos oficiales. Eso nos pone de frente a un concepto sobre el cual se hace gestión desde las instancias públicas pero que carece de procesos de reflexión de largo aliento y a gran escala que superen miradas puntuales sobre algunas manifestaciones o grupos comunitarios.”
Para pensar el para qué y para quién se proyecta un proceso de patrimonialización de la Fiesta de Reyes Magos, optamos por mirar en primer lugar las expectativas que tienen los habitantes del territorio. En segunda instancia, consideramos relevante examinar la gestión que se ha adelantado desde las distintas administraciones distritales y locales en dirección a una patrimonialización de la fiesta desde hace por lo menos 14 años, teniendo en cuenta que son estas las principales voces que han movilizado el discurso de patrimonio alrededor de la festividad.
En relación al primer punto, las personas del barrio que están familiarizadas con la posibilidad de adelantar un proceso de patrimonialización son aquellas cercanas, en su mayoría, a la gestión de la Alcaldía Local. Para estas personas, los beneficios que traería la patrimonialización serían fundamentalmente tres. Se identifica la recuperación y/o fortalecimiento de ciertas prácticas de la fiesta que han dejado de realizarse de forma gradual. Lo anterior asociado al papel que en años recientes viene teniendo la administración local como reguladora de una normatividad distrital y nacional, que entró en detrimento de ciertas prácticas culturales consuetudinarias, tales como la quema del diablo, las carreras deportivas, el recorrido de los Reyes Magos y el consumo de alcohol en espacio público, entre otras. Desde esta perspectiva la patrimonialización contribuiría a que el desarrollo de estas prácticas se restablezca por sobre las restricciones normativas.
Igualmente, existe la idea de que la inclusión en una LRPCI supondría un mayor inversión económica en la fiesta, representando así un mayor bienestar de la comunidad y el fortalecimiento de la manifestación. Si bien la patrimonialización implica un acompañamiento por parte del Estado, dicho reconocimiento no es un seguro per se de que haya mayor presupuesto e inversión a estas prácticas culturales. De otra parte, distintas experiencias a nivel nacional2 demuestran que una mayor inversión de recursos no necesariamente implica la cohesión de las comunidades, por el contrario, la entrada de capital suele ahondar disputas y tensiones entre los integrantes de una comunidad.
Por último, sobresale la expectativa de las personas que ven en la patrimonialización una herramienta capaz de proteger al territorio de Egipto y sus habitantes frente a los riesgos de la gentrificación del Centro Histórico. En años recientes actores privados, como la Fundición Kabiros, compraron varias propiedades de residentes tradicionales del barrio a precios irrisorios bajo una propuesta de renovación urbana3. De la misma forma, el rumor acerca del “Proyecto Ministerios”4 del Centro Histórico, con miras a extender el gran centro administrativo de la ciudad hasta el territorio de Egipto, es reconocido por los habitantes del barrio como una amenaza que pone en riesgo la permanencia del tejido social y cultural que han construido sus pobladores históricamente en el territorio.
En relación a este último punto, encontramos pertinente acudir al análisis propuesto por Andrade (2013:64) frente a los usos que han dado las comunidades a las políticas de PCI,
“… la patrimonialización se ha usado, por el contrario, como una herramienta que busca proteger el territorio y las comunidades que viven en él contra factores externos o como una manera de aumentar su visibilidad por parte del Estado con el fin de resolver problemas que van mucho más allá de lo cultural y que tienen que ver directamente con su supervivencia.”
A partir de lo anterior se puede observar que la búsqueda de la inclusión de ciertas expresiones culturales en las LRPCI, ya sea por parte de las comunidades o por representantes de ellas, responde más a los intereses de proteger el territorio y las poblaciones que lo ocupan ante factores externos que internos.
En segundo lugar, es fundamental notar la gestión que se ha adelantado desde las instancias públicas en cabeza de las administraciones distritales y locales frente a la patrimonialización de la fiesta. Desde el 2003, año en que se firma la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, la Alcaldía de Bogotá bajo la administración de Antanas Mockus, introdujo la noción de patrimonio por medio de un acuerdo distrital que buscó “fomentar, promover y fortalecer las diferentes manifestaciones culturales de las localidades como patrimonio de éstas y promover el turismo, como impulso a la productividad local”5. El año siguiente, a través de un nuevo acuerdo local, la Junta Administradora Local de la Candelaria declara la festividad de Reyes Magos del barrio Egipto como de “interés cultural y patrimonial”6. En concordancia con lo anterior, el Censo de Patrimonio Cultural Intangible de Bogotá del 2007 identifica una serie de expresiones culturales que adquieren importancia, no solamente en el ámbito local, sino para la ciudad en general7. En el censo, se reconoce a la Iglesia de Nuestra Señora de Egipto como epicentro de la representación de Reyes Magos del 6 de enero. Posteriormente, con el Proyecto Acuerdo Local 01 de 20098, se reitera la Fiesta de Reyes Magos del barrio Egipto como de interés cultural y patrimonial.
Por otra parte, vale la pena mencionar que ya para el 2011 el Concejo de Bogotá, desarrolló un primer proyecto de postulación para ser presentado ante el Consejo Distrital de Patrimonio Cultural con el fin de reconocer como “bien de interés cultural inmaterial la fiesta de Reyes Magos y de epifanía en el Barrio Egipto”9. Así mismo, desde el año 2016 se han presentado tres solicitudes formales buscando el reconocimiento de la fiesta como patrimonio inmaterial del distrito, una de estas adelantada por un edil de la Junta Administradora Local (JAL) de La Candelaria, una segunda por parte de un integrante del Comité Organizador de la Fiesta de Reyes, y la tercera, por la ONG Corporación Educrearte.
El 7 de enero del 2018, el diario El Tiempo cita en la noticia de la fiesta de este año la declaración del alcalde local,
“El alcalde Calderón dijo que este año van a buscar que la celebración se declare patrimonio intangible del Distrito, tema que se está trabajando con el Instituto de Patrimonio, documento que se entregará a la Secretaría de Cultura para garantizar su institucionalidad.”
Lo anterior permite observar dos cosas. En principio se puede ver cómo la introducción del concepto de patrimonio para referirse a la Fiesta de Reyes Magos del barrio Egipto ha sido un proyecto a largo plazo implementado desde las distintas administraciones. De esta manera podría parecer que la principal interesada en lograr la patrimonialización de la fiesta es la institucionalidad y, en menor medida, la comunidad.
Llama la atención que aunque el concepto de patrimonio se ha constituido como un lugar común para referirse a la fiesta por parte de distintas instancias del Estado, los integrantes de la comunidad no lo han apropiado en su cotidianidad. Esto podría estar asociado, entre otras razones, al desconocimiento generalizado de lo que implica una política de patrimonialización, pero, sobre todo a los lugares disímiles donde se ubica el Estado para ver la fiesta y la comunidad para vivirla en su cotidianidad.
Según Andrade (2013:64), uno de los principales aportes que han tenido las políticas de cultura del país en los últimos veinte años11 está asociado al mayor espacio que ha venido ganando la participación de la sociedad civil en su implementación y en los proyectos culturales en general,
“La participación activa de los actores sociales es, conceptual y metodológicamente, uno de los aportes del Patrimonio Cultural Inmaterial a las políticas culturales, pues los pone en el centro de la salvaguardia, lo que implica que los procesos deben surgir desde la comunidad y deben ser realizados por ellos mismos.”
A manera de conclusiones
Considerando el contexto presentado anteriormente, vale la pena preguntarse hasta dónde las iniciativas de incluir la festividad en una LRPCI responden a decisiones de la comunidad. Aunque existen integrantes de esta, sintonizados con la idea de incluir la fiesta en una LRPCI, es necesario analizar si los intereses de este sector de la comunidad convergen con los intereses de la institucionalidad. Lo anterior teniendo en cuenta que las administraciones han privilegiado el cumplimiento de la normatividad nacional y distrital por encima de las prácticas culturales y sociales consuetudinarias de la festividad, lo que además de desdibujarla, ha generado en la comunidad la sensación de que su fiesta le ha sido usurpada. A partir de esto, surgen posiciones en la comunidad que ven en la patrimonialización un riesgo aún mayor de que la gente pierda completamente la autonomía sobre su fiesta.
Sumado a lo anterior, y a la luz de otras experiencias nacionales de patrimonialización, el concepto de “comunidad” reclama ser ampliado y complejizado, para que los colectivos sociales sean pensados desde la heterogeneidad que los conforma. En el caso puntual de Egipto, esto implica leer el barrio en clave de su diversidad, integrando a aquellos sectores que no necesariamente se ven representados por el actual Comité Organizador, pero que también son parte del territorio y sienten la fiesta como propia.
Así, la exposición aquí desarrollada pone de manifiesto que la necesidad de enriquecer las reflexiones en torno al tema patrimonial, más allá de lo establecido en la ley, demanda incorporar una multiplicidad de posiciones, comenzando por aquellas voces críticas provenientes de las comunidades implicadas.
En este orden de ideas, consideramos que el hecho de que Bogotá no cuente con una manifestación incluida en una LRPCI, podría – tendría– que verse menos desde la ansiedad y más como una oportunidad para aprender del camino recorrido por distintas experiencias nacionales de patrimonialización. Igualmente, es importante reflexionar y analizar cuidadosamente los efectos que puede tener un proceso de este tipo cuando surge desde un interés mayor de ciudad y de la administración, sin considerar a profundidad las relaciones históricas de exclusión y marginación que han guiado la relación con ese territorio local ubicado en la zona pericentrales de los cerros orientales de Bogotá.