La cultural digital está transformando la manera como producimos y divulgamos conocimiento en las disciplinas de las humanidades, en las instituciones de la memoria y a nivel individual. En esta transformación se abren diálogos constantes entre el trabajo de archivos, museos y bibliotecas y las disciplinas de las humanidades. Esta transformación ha generado además una cultura participativa donde diferentes personas pueden colaborar y co-crear proyectos que involucren cultura, memoria e historia. En este diálogo a menudo se nombra al campo de las “humanidades digitales”, un término paraguas central para comprender las maneras como la investigación, creación y divulgación de objetos culturales, conocimiento y memorias se están transformando de la mano de la computación y los medios digitales.
Las disciplinas de las humanidades han sufrido transformaciones radicales en los últimos veinte años, pero estas son transformaciones que tienen raíces profundas en la historia de las disciplinas que hacen parte de las humanidades. Las humanidades se han ocupado históricamente del estudio del lenguaje, la música, el arte, la literatura, el teatro y también del estudio del pasado—es decir de la historia. Si bien las primeras actividades humanistas datan de la antigüedad clásica, es en el Renacimiento -es decir a partir del siglo XIV- donde surge el studia humanitatis (el estudio de la humanidad). Este término fue utilizado por los humanistas italianos para hacer referencia a actividades académicas seculares. Estas actividades se concentraban sobre todo en campos como la gramática, la retórica, la poesía, la historia, la filosofía moral y el estudio del griego y del latín (Drucker, et al., 2012). Esta historia renacentista de las humanidades está además vinculada al surgimiento de la imprenta. La producción de argumentos, de interpretaciones sobre la cultura humana, que es de lo que se ocupan los humanistas, se expresó y se ha expresado en términos generales en la forma del libro. Los libros impresos y el trabajo humanístico tienen una historia compartida.
En la era digital esto está cambiando rápidamente, abriendo la posibilidad para que la producción de conocimiento en las humanidades se renueve hacia nuevos modelos de producción y difusión de conocimiento que son posibles en entornos digitales conectados en red. El libro ha dejado de ser el único medio a través del cual producimos conocimiento en las humanidades y esto tiene una relación estrecha con la historia de la computación, el internet, la World Wide Web y la Web 2.0. La producción cultural de la humanidad (pinturas, partituras, periódicos, cartas, objetos, pinturas) está migrando constantemente hacia formatos digitales y naciendo constantemente en formatos digitales. En este proceso las humanidades y con ellas la archivística y la bibliotecología se renuevan a nuevos modelos de producción y difusión de conocimiento que son posibles con el poder de la computación y el internet. El volumen de datos y materiales culturales producidos, compartidos y almacenados en el marco de este desarrollo tecnológico es el más alto en la historia de la humanidad.
Una de las transformaciones digitales fundamentales en este proceso ha sido la digitalización. Las tecnologías de digitalización permiten convertir formas tradicionales de almacenamiento de información tales como el papel y las fotografías, en los códigos binarios (ceros y unos) para el almacenamiento en computadores (Afanador, 2019). En términos amplios, la transformación de cualquier tipo de medio en bits y bytes ha significado la transformación digital de las transacciones económicas, las interacciones humanas y las prácticas de producción de información y conocimiento. Esta transmutación ha traído además posibilidades de acceso a fuentes primarias digitalizadas, a los datos que las representan y por ende al uso de metodologías computacionales para analizarlos. En la era digital, las humanidades y el campo de las ciencias de la información se están reconectando con fuerza. La creación de archivos, bibliotecas y espacios de museos digitales, son tareas en las que están participando humanistas, bibliotecólogos, archivistas, expertos en patrimonio, diseñadores, programadores y personas del común. Esta reconexión implica una apertura de las fronteras disciplinares para darle sentido a la historia y la memoria en el marco de la cultura digital. Esta apertura disciplinar es, junto con la experimentación con medios digitales y de computación, una de las características centrales de las humanidades digitales.
Creo que lo más importante de la pandemia es que ha puesto los focos en las cosas transcendentales, las que estábamos haciendo bien y queremos que sigan así, y también en las que no estábamos haciendo bien o simplemente estábamos rehusando pensar.
El patrimonio no va a escapar de la digitalización de la vida –si lo hace sería para desaparecer de la misma–, pero eso no quiere decir que su destino esté ya escrito. Este momento pandémico nos ha dado un toque de atención patrimonial y cultural que se puede resumir mediante dos preguntas: ¿qué es auténtico y quién lo decide?, y ¿cuánta externalización patrimonial queremos hacer en la digitalización?
Durante los años 80, varios proyecto digitales avanzaron este proceso de migración de materiales hacia formatos digitales y paulatinamente, sobre todo en el llamado Norte Global, la digitalización a gran escala se convirtió en la estrategia principal para la preservación en instituciones de la memoria alrededor del mundo. En este proceso, un momento emblemático es el nacimiento de Google Books en 2004, que hoy es la biblioteca digital más grande del mundo con un estimado de 25 millones de títulos. Con el lanzamiento de Google Books también se da inicio a lo que se conoce como la Web 2.0, la evolución de la Web en la que los usuarios dejan de ser usuarios pasivos para convertirse en usuarios activos, que participan y contribuyen en el contenido de la red siendo capaces de crear, dar soporte y formar parte de sociedades y/o comunidades tanto a nivel local como global; que se informan, comunican y generan conocimiento y contenido.
El potencial del campo de las humanidades digitales en Colombia en el contexto de la Web 2.0 debe estar vinculada a la pregunta por la gestión de archivos históricos, el patrimonio y la memoria en archivos y bibliotecas alrededor del país y por las maneras en que las plataformas digitales existentes pueden aprovecharse. Es importante preguntarnos: ¿Qué están haciendo las instituciones culturales y universidad colombianas en entornos digitales? ¿Cuáles son los retos que presentan en nuestro contexto la digitalización? ¿Cómo se manifiesta la brecha digital en el acceso y preservación de la cultura? ¿Qué oportunidades tenemos para vincular archivo, memoria y humanidades digitales para responder a retos de comunidades concretas de investigadores y no investigadores?
En el campo de las humanidades digitales varios proyectos han involucrado a comunidades de usuarios para que lleven a cabo tareas como la transcripción, el registro y la creación de contenido, el etiquetado, la corrección/modificación del contenido, la contextualización, la catalogación, los comentarios, las respuestas críticas, la georreferenciación, la financiación colectiva y la cartografía (Dunn & Hedges, 2012). Un ejemplo conocido es el proyecto Transcribe Bentham cuyo objetivo es involucrar al público en la transcripción en línea de documentos manuscritos originales y no estudiados escritos por Jeremy Bentham[1]. Para el caso colombiano el proyecto de Catalogación colaborativa de la Fundación Histórica Neogranadina es un modelo que también involucra a estudiantes, investigadores y aficionados para contribuir a la catalogación de documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII[2].
Los humanistas de la mano con archivos, bibliotecas y museos pueden contribuir a transformar la manera como las comunidades se involucran con la historia y registran sus memorias. Pueden crear espacios virtuales donde la gente es invitada a comentar, compartir y ver historias individuales y memorias. Los archivos digitales en su uso y apropiación, basada en la contribución activa y el compartir, oscila entonces entre los actos de escribir historia y hacer memoria. Podemos contribuir a un corpus de información histórica, preservándola y ordenándola, al mismo tiempo que se puede invitar a la gente a contribuir material e historias, comentar y dar retroalimentación, y participar activamente en un intercambio de y sobre el material. ¿Qué pasa entonces cuando descentralizamos la producción del archivo y el conocimiento humano de las manos de las instituciones oficiales y le damos esa tarea a los ciudadanos?
Quizás el proyecto más ambicioso que existe en la actualidad en este modelo de “crowdsourcing” basado en la participación activa de usuarios es Wikipedia, una plataforma revolucionaria de producción de conocimiento. Es interesante hacer una comparación con la Encyclopedie del siglo XVIII editada entre 1751 y 1772 en Francia bajo la dirección de Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert. Ésta contiene 72,000 artículos de más de 140 colaboradores, entre ellos Voltaire, Rousseau, Condillac, por citar algunos. Un esfuerzo editorial considerable en la era del libro, es considerada una de las grandes obras de siglo XVIII por contener una síntesis de los principales conocimientos de la época, aun cuando se trata de un conocimiento basado en una visión eurocéntrica y universalizante del mundo guiada por los principios de la racionalidad propia de la Ilustración. Si comparamos este modelo de producción de conocimiento con las posibilidades de la era digital encontramos que Wikipedia tiene 54 millones de artículos y alrededor de 1.5 billones de visitantes anuales. Se perfila así como un modelo para repensar la investigación colaborativa, los alcances de la cultura participativa (Jenkins, 2006) de la Web 2.0 y las posibilidades de construir relaciones de horizontalidad y colaboración entre investigadores expertos y comunidades amplias que pueden encontrar beneficios en participar en proyectos forjados desde el lugar de enunciación de las humanidades digitales y en articulación con instituciones de la memoria.
Otros ejemplos de activación de comunidades de usuarios es Metadata Games[3], un proyecto conjunto entre varias instituciones como la Biblioteca Británica, la Biblioteca Pública de Boston, la Biblioteca Digital de América, y otras. Se trata de un juego de código abierto que funciona bajo el modelo del “crowdsourcing” que en español se ha traducido algo así como colaboración abierta distribuida donde los usuarios interactúan con 45 colecciones que están alojadas en 11 instituciones. El juego les pide a los usuarios describir imágenes, videos, audio y textos que han sido digitalizados por bibliotecas, archivos y museos con el objetivo de obtener descripciones valiosas que hagan más fácil al público general y a investigadores descubrir objetos digitales en estas colecciones. El proyecto cree que pedirle a la gente del común utilizar etiquetas que tengan sentido para ellos hará más fácilmente descubrirles y aprovechables estos materiales. Este es un ejemplo de cómo se pueden activar las tecnologías de la información para conectar redes de personas para participar de la apropiación del patrimonio cultural y generar valor en colecciones digitalizadas. Otro ejemplo es el concurso anual Gif it Up[4], organizado por Europeana, la Digital Public Library of America, Digital NZ y Trove que invita a los usuarios a crear archivos gif que reutilicen materiales de patrimonio cultural digitalizado. Este ejercicio de cultura participativa invita a animar el archivo por medio del «remix» de objetos culturales que contribuye a la apropiación de estos objetos culturales y construye ejercicios creativos de narrativas digitales. En Colombia un ejemplo de apropiación, remezcla y construcción de comunidad alrededor de objetos culturales como son los memes es la comunidad de Facebook Historia de Colombia en memes[5] además de construir una conversación sobre historia de Colombia en entornos conectados en red, nos recuerda la importancia de pensar el meme como problema histórico y cultural.
La construcción de memoria es un proceso que a menudo relacionamos con alguna institución cuyo objetivo es preservar y organizar la memoria. Los medios digitales en internet han permitido que las comunidades operen por fuera de los grandes conglomerados de medios que muchas veces han ignorado sus memorias. Podríamos decir que la Web 2.0 y con ellas las redes sociales han traído una democratización de la memoria, pero esto hay que mirarlo con cuidado y preguntarnos, ¿cuál es el rol de organizaciones comerciales que están involucradas en registrar, producir, almacenar, archivar, crear y hacer accesibles memorias de importancia local, nacional y global? (Garde-Hansen, 2011). En el mundo de hoy se desdibujan las distinciones entre los lugares institucionalizados de la memoria, como los archivos, bibliotecas y museos, y los espacios para la preservación y divulgación de la memoria en Internet. Esto nos debería llevar inevitablemente a cuestionar las ideas establecidas sobre los lugares de la memoria al igual que sobre el rol de los humanistas, gestores culturales, archivistas, expertos en patrimonio, bibliotecólogos sobre la manera en que buscamos intervenir en el estudio de la cultura, la memoria y la historia.
Es necesario comprender cómo funciona el ecosistema digital en el que operamos y los retos y oportunidades de activar procesos de investigación y apropiación de la cultura colaborativos. Involucrar a las comunidades en la construcción de sus memorias locales podría implicar un cuestionamiento de las narrativas históricas dominantes que a menudo se han construido a partir de archivos oficiales que presentan una mirada desde arriba. Pensar desde las comunidades, nos invita a re imaginar el rol de la biblioteca, el archivo, el museo y las humanidades, no como el lugar centralizado de la memoria y la historia. Los humanistas, expertos en cultura, archivistas, mediadores de bibliotecas, pueden imaginar nuevos roles como gestores de espacios donde el de tecnologías digitales contribuya a activar procesos para la apertura de narrativas históricas plurales. La superación de la brecha digital en América Latina puede además vincularse a la construcción de procesos situados de apropiación tecnológica donde se reconozcan la diversidad de lenguas, historias, riquezas naturales, rituales y patrimoniales de la región y se desarrollen nuevos alfabetismos digitales que permitan ampliar en contexto los posibles beneficios derivados de abrazar la cultura digital.