El concepto de patrimonio ha pasado por una notable expansión a lo largo de las últimas seis décadas. Reservado en principio a las grandes obras maestras de la arquitectura y del urbanismo, el patrimonio incluye hoy una amplia gama de bienes que resultan testimonio de momentos específicos de la evolución del hombre, así como de formas y modos de concebir y materializar el entorno en que se desarrolla la vida humana.
En este sentido, edificios, conjuntos de edificios, instalaciones industriales, arquitectura vernácula, áreas urbanas,ciudades, zonas territoriales, tradiciones y paisajes pueden integrar los elencos patrimoniales, a partir de reconocer en ellos valores ligados a la historia, el arte, la arquitectura, el urbanismo, la ciencia, las formas de vida tradicionales, etc.
Además del patrimonio natural y cultural tangible, en las últimas décadas ha tomado fuerza asimismo el patrimonio inmaterial, constituido por manifestaciones intangibles que tienen una incidencia en la identidad cultural de las comunidades, tales como la música, la danza, las artes del espectáculo, usos, rituales, actos festivos, técnicas artesanales, las tradiciones, las expresiones orales, etc.
Como resultado, la idea de patrimonio se concibe en la actualidad como un sistema conformado por componentes naturales y culturales, materiales e inmateriales que actúan como referentes de la identidad cultural de una determinada comunidad.
Desde esta perspectiva, el enfoque paisajístico y particularmente la noción de paisaje cultural se torna un concepto y un enfoque metodológico cada vez más clave y pertinente, por su carácter no sólo articulador y vertebrador de esta relación sociedad-naturaleza, sino como expresión (ética y estética) de la relación patrimonio – territorio.
Reconocidos también como categoría patrimonial de la UNESCO, los paisajes culturales constituyen un rico avance conceptual en torno al patrimonio, reconociendo explícitamente su dimensión y singularidad territorial y el carácter de construcción social que supone el paisaje, como producto-proceso de la interacción naturaleza-sociedad.
Este abordaje tanto conceptual como metodológico, es innovador en el campo de la conservación del patrimonio, trascendiendo la mirada del objeto patrimonial en sí mismo a su relación con el entorno o, dicho de otro modo,
promoviendo el enfoque contextual, las relaciones entre los bienes (naturales y culturales, materiales e inmateriales) y las expresiones culturales, poniendo énfasis en los procesos más que en los objetos.
En síntesis, se alinea con los nuevos enfoques que conciben al patrimonio como evolutivo, como sujeto a procesos de interpelación y disputa, como construcción social, colectiva, histórica, situada y cambiante, cuya valoración y alcance se modifica permanentemente según los distintos momentos históricos y los diversos contextos sociales y políticos.
Desde esta perspectiva, la mirada sobre el paisaje exige abordar el patrimonio con enfoque territorial y pensarlo en clave local; y, por ende, también se asocia al concepto de patrimonio centrado en las personas. Es decir, requiere de un involucramiento creciente de las comunidades locales en los procesos de identificación, salvaguarda, conservación, puesta en valor, planificación y gestión del patrimonio y el paisaje.
La noción de paisajes culturales nos invita a abordar el patrimonio de manera integral y holística, a considerarlo como un recurso biocultural fundamental para el desarrollo y, por ende, a propender por su planificación y gestión sustentables.
Sin duda, la noción de paisaje cultural supone un avance fundamental en el paradigma de la conservación del patrimonio,ofreciendo nuevas herramientas e instrumentos frente a los desafíos cada vez más crecientes y complejos del mundo actual, alineándose con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, con la localización de los ODS, y con la Nueva Agenda Urbana.
Es uno de los conceptos más controversiales, pero también más interesantes y desafiantes para comprender y repensar las ciudades y el territorio, destacando la inescindible relación patrimonio-paisaje en su triple función: como una oportunidad para el fundamento de la identidad local, un vector para su desarrollo sustentable y un instrumento para la reconciliación entre dos dimensiones que deben ser más cooperativas que competitivas entre sí, como son las dimensiones de la conservación y el desarrollo.
Las reflexiones sobre planificación urbana, turismo sostenible, mejora de la calidad de vida, desarrollo económico y cohesión social, resiliencia y regeneración ambiental, no pueden ni deben desconectarse de las políticas y estrategias patrimoniales y paisajísticas, sino muy por el contrario, debemos colocar al patrimonio en el centro de las políticas de desarrollo y exigir la incorporación de criterios paisajísticos en la planificación y ordenación urbano-territorial.
Desde ya, estos nuevos enfoques no son fáciles y los desafíos para su implementación en ALC son muchos. No es objeto de esta breve reflexión mencionar todos ellos de manera acabada, pues incluso sería imprudente; pero sí manifestar que su implementación y gestión aún plantean – en general – grandes desafíos en nuestro continente, por su complejidad frente a los enfoques objetuales, estrategias de planificación sectoriales, falta de recursos, debilidad en los instrumentos de gobernanza, y discontinuidades políticas, entre otros desafíos manifiestos.
La falta o los pocos recursos económicos asignados a la conservación, puesta en valor y planificación del patrimonio y el paisaje también es un reto, junto a la carencia de recursos técnicos para la implementación de programas de gestión, que exige de manera urgente capacitar a los técnicos, funcionarios y tomadores de decisiones a todos los niveles en la gestión patrimonial desde el trabajo transdisciplinar.
Innovar y actualizar los procesos y el marco jurídico-normativo a los nuevos enfoques de la gestión del patrimonio a nivel local, regional y nacional también debe ser una prioridad. La carencia de protocolos, instrumentos normativos y de gestión adecuados, la existencia de legislaciones y reglamentaciones incompletas u obsoletas, así como la falta de voluntad política para su cumplimiento son un problema recurrente en ALC, así como la falta de continuidad de las políticas públicas.
Cerrar la brecha entre desarrollo urbano y protección del patrimonio cultural también es un tema que requiere de especial atención y solución, sobre todo, frente a la velocidad de las dinámicas urbanas y metropolitanas y de urbanización descontrolada. La falta de políticas (y su continuidad) que incorporen el patrimonio y el paisaje de forma integral en los planes de ordenación urbana y territorial aún es un desafío, sobre todo en el contexto municipal. También la falta de información (inventarios, registros, bases de datos), de planificación estratégica (a corto, medio y largo plazo) y participativa (enfoque multiactor) y de descentralización.
Por último, pero no menos importante, los nuevos enfoques de gestión del patrimonio, en consonancia con los nuevos enfoques de la planificación urbana y territorial y el abordaje de la complejidad ambiental, exigen incorporar fuertemente la interdisciplinariedad (y la transdisciplinariedad), la intersectorialidad, la interjurisdiccionalidad, la multidimensionalidad y la multiescalaridad, lo que supone un reto muy importante en ALC.
El hacer políticas compartidas e intersectoriales (integradas con las políticas urbanas, medioambientales, de equidad racial, de desarrollo social y económico, de educación, etc.) debe ser entendido como una prioridad si se quieren revertir patrones de insustentabilidad creciente socioculturales, económicos, territoriales y ambientales de nuestro continente. Las evidentes consecuencias del cambio climático, la persistencia de fenómenos trágicos cada vez más recurrentes, y la magnitud de los impactos que ha significado el COVID19 en ALC deberían ser una alerta para asumir el cambio de enfoque y prácticas que el mundo necesita.
En general, el patrimonio y el paisaje aún está lejos de asumirse como una política pública y menos aún con carácter vinculante con el ordenamiento urbano y territorial. Esto, sumado a la falta de continuidad política, tornan más difícil asumir la gestión del patrimonio a mediano y largo plazo. En otros casos, incluso, la prepotencia de los intereses económicos, la corrupción, falta de transparencia y burocracia, quiebran o debilitan los crecientes procesos de “abajo hacia arriba” o ponen “en jaque” a la voluntad política.
Este cambio de enfoque requiere entonces también de cambios sustanciales en las prácticas, procesos y estrategias de articulación, participación, diálogo y toma de decisiones; es decir, en las formas de planificación, gobernabilidad y gobernanza, pero por sobre todo supone trascender el bien individual hacia acciones guiadas por el compromiso frente al bien común.
La implementación de sistemas de gobernanza participativos e inclusivos está presente en el discurso, pero la mayoría de las veces no en la práctica; y del mismo modo, aún hay un largo camino por recorrer en la inclusión de las comunidades locales en gestión del patrimonio.
Desde el lente de la noción y enfoque de los paisajes culturales, estas comunidades locales son parte inherente al propio paisaje y por ende su rol es cada día más clave. La sensibilización y educación, el desarrollo de capacidades y el fortalecimiento de las comunidades son factores fundamentales, así como la comunicación y transparencia en la información y la toma de decisiones, reconociendo la necesidad de involucrar a los actores sociales claves y a la sociedad civil en general, transformándolos en verdaderos guardianes del patrimonio y el paisaje a nivel local y regional.
Desde esta perspectiva y para concluir, enfatizamos la necesidad urgente de concebir como premisas esenciales de la gestión patrimonial y paisajística: la escucha activa, la inclusión y el respeto a la diversidad, la horizontalidad en el intercambio de ideas y la búsqueda de estrategias colectivas y proactivas; en un marco de respeto de los derechos humanos y de los pueblos originarios, de la interculturalidad, de la multivocalidad y la intergeneracionalidad, y por supuesto, de la libertad.
El paisaje es un componente esencial del entorno en el que viven las poblaciones, y fundamento de su identidad. Tal como lo define el Convenio Europeo del Paisaje (Consejo de Europa 2000), “todo es paisaje” y “el paisaje es de todos” y, por ende, también debe ser reconocido como un derecho.
Estamos en un momento de cambios y crisis, y cómo todo momento de crisis, también es una oportunidad que hay que asumir con co-responsabilidad, con el objetivo de lograr una gestión más sustentable del patrimonio y el paisaje que contribuya al cambio de paradigma que el mundo necesita.
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