Introducción
A partir de trabajos de prospección subacuática y de arqueología preventiva en el estero de San Antonio en Buenaventura y San Andrés de Tumaco entre febrero y abril de 2017, desarrollados en el marco de dos Programas de Arqueología Preventiva (PAP), bajo las Licencias de Intervención Arqueológicas 6149 y 6253 respectivamente, se diseñaron estrategias investigativas que complementan las interacciones del material sumergido y su relación con las comunidades de estos lugares, sus historias, narraciones y demás vínculos con el paisaje marítimo en las zonas de prospección. Estas estrategias implicaron un análisis historiográfico de archivo que expusiera posibles naufragios, orientando el trabajo de prospección, pero además con un acompañamiento cualitativo en terreno, con un enfoque etnográfico, apoyado de herramientas visuales, comprendiendo las relaciones espaciales, históricas y culturales de los habitantes de estas dos poblaciones, la materialidad de la cultura y su vínculo con las nociones de patrimonio. Desde allí se comprendió que aquello que se entiende como patrimonio se vive cotidianamente, sin reparar en su significado y sus implicaciones, pero además lo que se relaciona como patrimonio sumergido desde las comunidades, se piensa más allá de lo delimitado por la ley. Lo importante aquí es que el patrimonio, como noción amplia, no desliga lo material de lo inmaterial y las prácticas sobre la cultura material que tiene el valor del patrimonio, se encuentran vivas y en riesgo de desaparecer. Es por esto que proponemos la noción de patrimonio emergido, por su condición viva y que habita sobre las aguas, y no bajo ellas.
Figura 2: Jefferson, tumaqueño de 7 años. El trabajo de campo se realizó con lugareños, incluyendo niños y adultos mayores. En el caso de Tumaco se destacó la relación con los tsunamis como factor de riesgo de la vida, pero también como una historia vinculada a la cultura, a la transformación del paisaje y al hundimiento de zonas que en el pasado estaban habitadas. Fotografía por Wilson Peña-Pinzón / Fundación Apalaanchi.
Experiencias etnográficas en contextos de valoración de patrimonio sumergido
Se decidió acompañar el trabajo de prospección arqueológica con el antropológico basado en la etnografía, buscando identificar rasgos sociales y culturales de quienes viven cerca de los espacios de intervención arqueológica así como de las obras de ingeniería. La función que buscó este acompañamiento es el de articular la información física y técnica de la prospección, que se cruzó con el trabajo de archivo en pro de la identificación de vínculos materiales, para la localización de posibles hallazgos, los cuales además pueden estar vivos dentro de la memoria social de la comunidad. Asimismo, existían varias necesidades que no son ajenas al patrimonio sumergido: principalmente, la caracterización social es esencial en la comprensión de las comunidades que habitan los lugares donde se buscan objetos sumergidos y con carácter patrimonial. Entender sus contextos permite proyectar las relaciones sociales que se construyen entorno al espacio, su pasado y su nexo con el patrimonio sumergido. Adicionalmente, identificar prácticas vivas que vinculen conocimientos tradicionales sobre la vida en el mar, se conecta con la importancia de lo sumergido y las posibilidades de apropiación de los posibles hallazgos que pudieran existir.
Puesto que las prospecciones realizadas permitieron identificar ciertos elementos, caso puntual en Buenaventura, la presencia de un naufragio de no más de 100 años y en San Andrés de Tumaco,
la presencia de fósiles de bivalvos, formaciones geológicas de interés, anclas y la presencia de material prehispánico tanto sumergido como en el área intermareal, pero además relatos alrededor del sistema cultural afropacífico, alrededor de embarcaciones abandonadas y sobre arquitectura naval tradicional, los diferentes Planes de Manejo Arqueológico diseñados estuvieron en razón de las comunidades, pero en diálogo con la legislación nacional e internacional, para que éstas, con el apoyo de las instancias locales que tuviesen injerencia sobre la divulgación y conservación del patrimonio (como las Secretarias de Cultura y Casas de la Cultura), logren una administración consecuente con lo que estos patrimonios emergidos representan.
Figura 3: Esqueleto de antigua embarcación platanera con presencia de su roda, quilla, cuadernas y partes de su forro exterior e interior. Esta embarcación en su momento había sido hallada durante la prospección sobre el estero San Antonio mediante métodos acústicos y magnéticos en un momento de pleamar. La foto, así como su registro planimétrico, fue realizado en un episodio de bajamar. Fotografía por Víctor Andrés Pérez Bermúdez -Fundación Apalaanchi.
Figura 4: Verificación mediante buceo de fósil de bivalvo posiblemente perteneciente a la familia Pectindae, las cuales vivían sobre fondos arenosos, en aguas muy profundas. Este hallazgo se hizo durante las actividades de
campo en San Andrés de Tumaco. Fotografía por Víctor Andrés Pérez Bermúdez – Fundación Apalaanchi.
Figura 5: Roca ígnea con presencia de meteorización esferoidal y diámetro de 60 cm. Este elemento se encontró resguardado debajo de una plataforma coralina y en su momento se asoció a una posible área de actividad humana o un antiguo volcán de lodo. Fotografía por Víctor Andrés Pérez Bermúdez – Fundación Apalaanchi.
Cultura y patrimonio emergido
Los planteamientos teóricos en los que se soportó el trabajo en terreno se basaron en categorías y nociones propias de las personas, haciendo un foco especial en elementos propios de la cultura. Se partió de un principio conceptual donde la cultura es un sistema simbólico que comunica y expresa aspectos de la vida social y que se hereda de generación a generación (Geertz, 2008:88), donde este sistema de símbolos se expresa en diferentes campos de la cotidianidad de las personas a través de los vehículos que cada comunidad ha dispuesto para fines específicos. Desde allí hubo un engranaje con la teoría fundamentada, donde se privilegian aspectos inductivos como pilar para la comprensión conceptual y teórica de fenómenos sociales particulares (Guillemette, 2006), sumado a los postulados de Geertz (2008), donde concuerdan la mirada cualitativa de los fenómenos, pero además una disposición interpretativa de la cultura que se ligaba con el centro de la preocupación sobre lo sumergido.
Concebir la cultura desde el lenguaje, permitió pensar lo sumergido no solo como una condición material del patrimonio, sino también de los vínculos simbólicos del mar, como condicionante espacial, contenedor de objetos bajo el mar, también como espacio social vivo para las comunidades. Es así que la noción de patrimonio emergido surge como una metáfora que complementa a lo sumergido, en la medida en que su estado oculto establece relaciones a priori con las sociedades que pueden dar cuenta de lo que vive inmerso en el mar. Pero lo emergido se considera como diálogo e interpretación del poder de la cultura en su urdimbre simbólica y representada en una amplia diversidad de prácticas donde lo sumergido se vincula, pero también habla de la complejidad social donde lo que fuera sacado del mar con el carácter de patrimonio, sostendrá una relación con las comunidades que decidieran apropiarlo. Lo emergido fue considerado como aquello que surge o podría surgir socialmente en el proceso de un hallazgo en la valoración arqueológica, pero también pensando en aquellos hallazgos, objetos, historias o seres que habitan en el mar, como se identificó en los relatos de bonaverenses y tumaqueños. No todo lo emergido, en materia de relatos y objetos físicos que fueron recolectados en campo, se vinculan con las definiciones de ley con el patrimonio sumergido, pero si con los valores profundos de la cultura. Estas dinámicas tienen un privilegio en las asociaciones y el valor de lo sumergido en estas comunidades, desbordando así los sentimientos a los que se podría vincular el patrimonio sumergido.
De forma concreta los relatos emergidos tienen varios rasgos, algunos que hacen parte del sistema cultural del Pacífico afrodescendiente de Colombia, el cual incluye a Ecuador, y que se relacionan con el intercambio cultural que existe entre poblaciones que sostienen vínculos familiares, comerciales y culturales desde hace siglos. Otros relatos son más contemporáneos, pero tienen la confluencia del espacio y de las condiciones sociales de esta región en el país.
Figura 6: Niño pescando con sedal desde las columnas del puente de El Morro, Tumaco. En otras columnas del puente se ubicaban adultos realizando la misma actividad. Fotografía de Wilson Peña-Pinzón – Fundación Apalaanchi.
Relatos del sistema cultural afropacífico
Las leyendas de piratas, navegantes perdidos y espantos, son comunes y se vinculan a la materialidad de lo que se encuentra sumergido. El Riviel, un espanto que aparece en las noches, es asociado con un pirata que abandonó su tripulación en busca de un tesoro. Su acción lo maldijo, volviéndolo un vagabundo del mar, espantando y sumergiendo a todo aquel que fuera hallado en el mar en la noche. El Riviel navega en una canoa partida en dos, con una linterna en punta, que avisa su veloz presencia. El relato funciona como advertencia a los pescadores sobre los riesgos del mar. Muchos naufragios se le atribuyen al Riviel. Este relato no solo hace presencia en Colombia (Ocampo, 1996. Pp. 292 a 295; Ortiz, 2007. Pp. 243 a 245), también es parte de la cultura afro ecuatoriana (Chasi Escobar, 2014). Al ser parte de un relato que se ha difundido por generaciones y por una región tan amplia, el relato no es unánime; este se recrea y reproduce con diferentes detalles a partir de la experiencia y la herencia. Un ejemplo de ello es reproducido en video por Hugo León Ortiz, llamado “El abuelo del 3D”, quien en su canal de Youtube, cuenta con una versión particular sobre el Riviel, entre otros seres espectaculares de los mitos y leyendas de Colombia y América (Ortíz, 2016. Ver en: https:// youtu.be/CYYvGpPh6lU).
El Maravelí (Giraldo, 2009) es otro relato sobre un buque fantasma, que algunos lo asocian con la presencia de piratas en el Pacífico, otros con el comercio de esclavos y hasta con la extracción de caucho en épocas más recientes. Si bien el relato es polisémico, las desgracias que causa, no. Específicamente las versiones coinciden con el mal tiempo y el riesgo que este implica para navegantes y pescadores. El relato está presente tanto en viejos y jóvenes, lo que ratifica el poder de lo oral en la región.
Así mismo, la vida en el mar condiciona aspectos fundamentales dentro las actividades cotidianas que se han perpetuado generacionalmente. Entre los relatos importantes se encuentran aspectos básicos sobre el nadar y comprender el entorno, tanto en contextos de esparcimiento como en el entrenamiento para la pesca. En la pesca fue fundamental comprender las lógicas en las que se ordena esta práctica, que no solo se limita en el trabajo y en la alimentación; también incluye una división sexual del trabajo y un sistema de relacionamiento vinculado a lo oral, al canto y a la herencia de valores culturales.
La asociación con la guaquería, descrita por habitantes tanto de Buenaventura y Tumaco, sumada con las evidencias de presencia indígena en épocas prehispánicas han construido relatos sobre hallazgos fortuitos en las playas, donde objetos de oro han sido arrastrados a las costas, creando fortuna, pero también desgracia para quienes se han topado con estos objetos. Si bien, los detalles sobre estos objetos no son claros, si los son sus consecuencias que se debaten entre gloria y maldiciones (Pérez et al., 2017a y 2017b).
Relatos contemporáneos
Los diferentes sitios de naufragio o descarte de embarcaciones son hitos geográficos y patrimoniales para la población del Pacífico, hacen parte de su patrimonio mueble. El hecho de que no cumplan los requisitos de la legislación coLombiana en cuanto a Patrimonio Cultural Sumergido, no les resta los valores y significados para la comunidad, el anclaje con la memoria colectiva, la representación de momentos sociales, políticos, económicos o históricos, como tampoco impide que se fomenten recuerdos que interesan a la colectividad y constituyen parte de su identidad, memoria y tradición.
Por ejemplo, el abandono de embarcaciones camaroneras sobre el estero San Antonio en Buenaventura o submarinos artesanales sobre las playas de El Morro en Tumaco, barcos desmantelados, carcomidos por el óxido, moviéndose al ritmo de las pujas y las bajas de la marea, son testimonio de algunos hechos notables relacionados con el narcotráfico y el paramilitarismo, los cuales han tenido repercusiones directas e indirectas en la conformación del paisaje, influyendo, a su vez, en la construcción cognitiva y cultural que los pobladores tienen de su territorio.
Figura 7: Barcos pesqueros abandonados en El Cascajal. Fotografía de Wilson Peña-Pinzón / Fundación Apalaanchi
Construcción naval y oralidad.
Se puede observar toda una serie de embarcaciones, las cuales evidencian todo un ideal de arquitectura naval tradicional. El conocimiento alrededor de la construcción naval se transmite oralmente y es reconocido como un conocimiento ancestral por los arquitectos navales tradicionales.
Desde la división del trabajo para la construcción, hasta la selección del material adecuado de acuerdo al tipo y finalidad de la embarcación, es un trabajo que se reparte entre conocidos y allegados que manejan el arte de la construcción naval, pues es un conocimiento restringido a cargo de pocas personas, el cual es protegido y salvaguardado con recelo.
Las diferentes embarcaciones que se pudieron observar, siempre estuvieron asociadas a actividades de pesca y transporte humano así como de mercancías, y algunas de ellas, en cuanto a su arquitectura, coinciden con algunas embarcaciones registradas por algunos viajeros del siglo XIX.
Muchas, más no todas estas embarcaciones, tipológicamente representan lo que se conoce como canoas monoxilas. Este tipo de embarcación, como lo menciona Nicolás Lira (1999:16), por su versatilidad, permiten la navegación tanto en contextos marítimos como lacustres, fluviales y palustres. Las diferentes embarcaciones presentan algunas variaciones arquitectónicas, muchas de estas asociadas al tamaño de las esloras, puesto que de esto usualmente se asocia al tipo de actividad de la embarcación, ya sea para el transporte de personas, así como para el de maderas, plátano o incluso la pesca artesanal.
A modo de conclusiones
Hablar de lo emergido implica una conexión con los procesos sociales de las comunidades en las que habita el patrimonio sumergido. Valorarlo desde la comprensión de la cultura y las prácticas contemporáneas, implica un reto de diálogo con las comunidades sobre la importancia de sus sistemas simbólicos que se conectan con la presencia de objetos con valor patrimonial y que por efectos de las exploraciones arqueológicas subacuáticas pueden emerger y proponer cambios en la forma en cómo se vinculan conocimientos a la educación, a la identidad, a la economía (cuando el turismo se enlaza con el patrimonio) y hasta la política, donde también, las comunidades que han sido golpeadas por la exclusión, el conflicto armado, la corrupción y el narcotráfico, buscan con dignidad ser sujetos de derechos.