La Nación Muisca, desde el liderazgo de sus autoridades y sabedores, ha vivido un proceso de re-significación de su territorio ancestral. Esto se concreta en actividades y espacios de recuperación de su memoria cultural, así como de sus usos y costumbres.
En medio de los avatares de la ciudad moderna, esta comunidad o movimiento trabaja en la recuperación del espíritu muisca y procura estar atenta y vigilante de los procesos que, desde las instituciones oficiales y la sociedad civil, repercuten en el cuidado y protección de sus lugares sagrados como patrimonio de la humanidad.
Sigifredo Niño Rocha es un chyquy o autoridad espiritual muisca, por lo que su “nombre sagrado” es Suaga Gua (Hijo del Sol al servicio de la Madre). Actualmente lidera las actividades de la Nación Muisca Chibcha en el territorio de Bogotá y Cundinamarca, así como la conformación, en vía de logro, del Cabildo Mayor Muisca de Bacatá, una organización que se mantiene vigente gracias al auto-reconocimiento de sus miembros como descendientes de los muiscas.
Una mañana de viernes, en un parque de Suba, armonizando el territorio y el espíritu con un tabaco, el abuelo conversó conmigo acerca del proceso de re-etnización y re-significación de lo muisca en Bogotá.
Abuelo Suaga Gua, ¿qué es Nación Muisca?, ¿es una etnia?, ¿es un movimiento?
Nación Muisca Chibcha es una organización ancestral y, en este momento del país, busca la re-significación de la memoria ancestral muisca desde los abuelos chontales1. Su espacio vital viene desde Santander, Boyacá, parte de los Llanos Orientales hasta llegar al Tolima, incluyendo la ciudad de Bacatá y todo el altiplano Cundiboyacense como se le conoce hoy día.
La Nación no es una organización jurídica, sino el despertar de la memoria de los abuelos desde la parte espiritual. La conforman los descendientes directos de los muiscas y todo aquel que quiera despertar memoria, sea güeba (extranjero) o no, porque todo ciudadano del planeta tiene derecho al conocimiento universal. El regente interior de la Nación es cósmico, es galáctico al igual que los hermanos aztecas, mayas e incas. Es la cuarta nación y ombligo de Latinoamérica. Por eso los abuelos, taitas, jaibanás, mamos, tienen su atención puesta en el centro de Colombia para sanar el ombligo de todas las naciones latinoamericanas.
Hay que entender que, históricamente, cuando llega el extranjero encuentra una nación organizada en cuatro federaciones, otra independiente (la de los chyquys o sacerdotes), una confederación que unía a las cinco y otra gran confederación latinoamericana. Los abuelos nos han dicho que son cinco grandes naciones: la azteca, la maya, la muisca, la inca y la de las selvas.
Patrimonio, desde Occidente, se entiende como algo que las comunidades deben cuidar porque ahí hay parte de su memoria y de su historia, así como un legado para futuras generaciones. ¿Cuáles son los elementos patrimoniales que lo muisca le aporta al país?
Hay que hablar de un patrimonio tangible y otro intangible. Pero, hablando de lo intangible, hoy día muchos autores afirman que lo muisca está diluido en lo que se conoce como el campesinado. Entonces hay usos y costumbres que hoy día se practican como conservar el misterio de los jutes en el páramo, que es la gastronomía nuestra: el jute de papa, el jute de haba o el de maíz, eso es un intangible. Además, la lengua que nosotros llamamos español y que tampoco es muisca, pero que podemos llamar cundinamarqués. De eso se han hecho estudios en el Instituto Caro y Cuervo.
Es importante que desde el mismo Estado se revise que esta gran nación, llamada hoy día Colombia, fue originada por la gran Nación Muisca. Entonces hay un patrimonio que recolectar como en el caso de la medicina tradicional y ancestral, las cuales han sido atacadas desde el Ministerio de Salud, sometiendo a las comunidades para que sean cada vez más occidentalizadas y aculturizadas, porque para nosotros la Colonia no ha pasado, está aquí todavía, el pueblo está perdiendo su memoria y lo poco que queda hay que conservarlo
Hablando del patrimonio material y natural, ¿por qué es importante para los muiscas re-significar sus territorios, sus santuarios, los petroglifos y todo aquello que también cobra importancia desde el punto de vista histórico-académico de Occidente?
Una cosa es el espacio geográfico y otra es el espacio vital. Una cosa es que el agua llegue por una tubería a mi casa y otra cosa es saber de dónde viene esa agua. Allá donde se produce el agua están los grandes guardianes de la naturaleza.
Hay que tener en cuenta que un territorio debe tener una ley de origen. La ciudad de Bacatá fue hecha desde la rueda de la medicina tradicional muisca. Por eso existe el salto del Tequendama, la laguna de Guatavita, el páramo de Sumapaz y tenemos toda la conexión de Iguaque con el altiplano cundiboyacense. Hay que tener en cuenta que hay unos santuarios naturales sagrados y no son templos, ni lugares construidos, sino están en el espacio vital y físico donde se encuentra la conexión.
Donde hoy día encontramos los llamados pictogramas, para nosotros son ordenanzas: bibliotecas vivientes a la espera de ser despertadas por su comunidad, por los sabedores de la Nación. En eso estamos trabajando nosotros y amerita que el Estado y las instituciones protectoras del patrimonio sean más reflexivas y consecuentes con el cuidado de esos recursos que están allí y que son un patrimonio de la humanidad. Es un patrimonio porque allí se encuentra un gran conocimiento, como el caso de montañas que, para nosotros, pueden ser como las pirámides de Egipto, como el caso de Furatena, o el caso de Monserrate y Guadalupe en Bogotá que son cerros sagrados. Desde la historia trataron de cortar el tronco de nuestra memoria, pero las raíces siguen ahí. Esa raíz está creciendo desde la memoria de quienes descendemos de los muiscas.
Al re-significar este espacio vital, ¿cuál es el mensaje que el muisca quiere darle al que no se reconozca como raizal o indígena?
Despertar la memoria de los abuelos que están allí. En cada lugar, en cada casa, en cada camino hay una memoria ancestral. Es importante que entendamos que en cada camino antiguo o sunas hacia montañas o lagunas encontramos los espíritus de los abuelos ancestrales que se manifiestan en cada pagamento, en cada ceremonia, para enseñarle a la gente a convivir con el medio ambiente y restaurar la ley de origen desde la memoria del lugar.
En Bogotá existen actualmente casos específicos de hallazgos arqueológicos, algunos accidentales, como el de Metrovivienda en Usme, un cementerio indígena en Soacha, así como el descuido que presentan algunos petroglifos en esta última zona y en Facatativá. ¿Qué acciones ha emprendido la Nación Muisca para proteger estos lugares?
Hemos tenido acercamientos con la Alcaldía de Soacha y la Alcaldía de Usme y se ha exigido, en forma verbal hasta ahora, que se haga un plan especial de patrimonio. Ese es un documento que debe producir el alcalde en cada localidad o municipio. Pero desafortunadamente no hay eco y hay que recurrir a otras formas. En este momento estamos pensando en hacer una acción popular, hacer las cosas a la manera occidental con papeles. Estamos estudiando la forma para que se haga un plan especial en cada lugar donde haya hallazgos, porque eso es hacer cumplir la norma. Para eso hay una ley de patrimonio. Los responsables de eso no están haciendo la tarea como es. Esos lugares son sagrados para nosotros y hacen parte de nuestro patrimonio.
¿Es posible una solución intermedia? ¿Cuál es la solución ideal que permite el encuentro y colaboración entre el pensamiento de Occidente y el pensamiento indígena para la protección de estos lugares arqueológicos?
Nosotros siempre lo hemos dicho: deben existir los pares. Deben existir sabedores de la comunidad que acompañen estos procesos y revisen, desde el espíritu, si se debe excavar o no en cualquier lugar. Aunque hay unas normas que violan el fuero interno de las comunidades y no importa, el fuero occidental manda.
Yo creo que en esto se requiere de una concertación en justicia o en equidad, y no simplemente en derecho, donde se hagan unos acuerdos con los integrantes de la nación, los responsables de la comunidad muisca, desde sus autoridades ancestrales, y que haya, por lo menos, un acompañamiento para saber cómo están las cosas y cómo se deben hacer. Debe haber pares en estos procesos de excavación, restauración y protección del patrimonio.
¿La creación de parques arqueológicos en los lugares de estos hallazgos es una buena solución intermedia?
Hay que cosas que se pueden trasladar y cosas que no. Hay cosas que son delicadas de trasladar de un lugar a otro, como llevar a un abuelo a exhibirlo en un museo. Eso es delicadísimo porque nuestra connotación de la muerte es la de una puerta para la vida y debemos ser muy cuidadosos. Es preferible que haya un lugar especial y específico para los abuelos que no sean los museos. Es preferible en un campo abierto donde haya naturaleza, que haya un ámbito diferente para el espíritu y que no esté encerrado en un lugar donde se aprisione el espíritu de ese abuelo porque eso es torturarlo. Yo creo que con esto también se amerita que estudiemos la cosmogonía y la teogonía sobre el manejo de los elementos que se encuentren, porque hay unos que sí son de mostrar y de llevar a museos, pero hay otros que ni siquiera deben ser tocados desde el mismo lugar.
Miremos el caso del Museo Pedagógico de Tunja. Encontramos que allí, al abrir una calle, hay una tumba. Sin embargo, las vías siguen siendo vías, aunque las tumbas estén ahí debajo. Por lo menos los abuelos están descansando ahí, en tierra. Desde Occidente, desconocemos cuál es la ceremonia que se hizo para eso o cuál fue la aseguranza para ese lugar, porque los que excavan pueden enfermarse al tocar un objeto que se trabaje ritualísticamente desde lo muisca.
Lo mínimo es que haya acompañamiento de la comunidad; lo mínimo es que, por lo menos, se permita hacer una ceremonia de pagamento para poder excavar o poder hacer un trabajo en un territorio, porque hay que hacer una ceremonia, se debe pedir un permiso. Nadie entra en la casa de otro sin golpear la puerta, hay que golpear la puerta de los abuelos, pedir permiso, hacer pagamentos, restituir espiritualmente el incurrir en ese territorio en ese momento.
Dentro de los múltiples territorios que la Nación Muisca ha venido re-significando en los últimos años, Facatativá se ha convertido en un territorio importante para la celebración de rituales y ceremoniales actuales. Antes de contarnos esta experiencia, ¿por qué los muiscas no lo llaman Facatativá, sino Fa Ata Tiba?
Fa es un lugar donde, de alguna manera muy espiritual, se desprende ley de origen: Padre Chiminigagua, Padre Sabiduría, Madre Amor. Dios Padre podría llamarse, ya que para nosotros la palabra Dios no nos dice nada, pero sí el Gran Espíritu. El descendió allí en algún momento para organizar una gran nación como es hoy día la Nación muisca. Ata es el primero o el máximo lugar de conocimiento que puede haber en los ritos de paso o consagración. En nuestros usos y costumbres visitamos todavía ese lugar para consagrar y orientar personas, como para graduar al estilo magíster o doctorado. Es lo máximo y allí se consagra. Y Tiba es el poder que se entrega a una persona y por eso queda Bojacá cerca. En el sincretismo que dejaron los católicos podemos ver la iglesia de Nuestra Señora de la Salud, que le llaman la Virgen de Bojacá, pero en el sincretismo es eso, porque se hizo una transposición de lo que existía en ese momento ahí, con lo que llegó de afuera.
Entonces nos podemos dar cuenta que es un lugar de aprendizaje, un lugar donde están las ordenanzas de muchas comunidades que pasaron por allí y que venían de todas las zonas a recibir su grado y ser probado su conocimiento. Ahí se trabajaron muchos ritos de paso y nosotros hemos estado en esos lugares sagrados haciendo pagamentos, revisando espiritualmente, y hemos encontrado lugares donde realmente los abuelos están esperando para poder hacer el despertar de los que llegan a ese lugar. Es como la universidad para nosotros.
Uno de los procesos desarrollados en Fa Ata Tiba es el de interpretar y recordar los petroglifos u ordenanzas de las piedras. ¿Qué tipo de actividades hace la Nación Muisca, diferente a las ofertas de recreación y turismo que actualmente hay en ese lugar?
Se han hecho unos correctivos, por ejemplo, ya no hay fogatas y se está cuidando. Nosotros estamos cuidando desde el espíritu, lo que nos interesa es la significación de la memoria del lugar, el despertar de los abuelos en ese lugar.
Eso es lo que hace la comunidad: ir y apropiarse del lugar.
Desde el espacio vital. Pero ojalá que esos lugares fueran administrados por la Nación Muisca Chibcha para que haya mayor re-significación, mayor respeto y mayor cuidado sobre esos elementos. Nosotros hemos hecho mucho trabajo dentro del parque arqueológico las Piedras del Tunjo. El Estado nunca nos ha dado un peso y, sin embargo, nosotros vamos y hacemos lo que tenemos que hacer, pues no tenemos que rendirle cuentas ni tributo a nadie, sólo al Padre y a la Madre, a la sabiduría y al amor.
No hay dinero en este planeta que pueda pagar la labor espiritual que está haciendo la Nación Muisca en la re-significación de la memoria y el pensamiento ancestral y en el despertar que se está haciendo de ella misma, porque es más desde la parte espiritual, que desde los mismos proyectos y desde las mismas formas occidentales. También nos hemos sometido a convocatorias y una cantidad de cosas de las cuales no requiere el espíritu. El espíritu riñe con esos mecanismos, entonces tiene que ser más de corazón y desde adentro de cada cual que tome conciencia de lo que son esos lugares sagrados.
Desde la promoción del patrimonio, ¿se está teniendo en cuenta lo muisca en cuanto a la historia y memoria de Bogotá o se le da más importancia a la herencia española?
Uno puede ver qué es lo que se promueve desde el turismo. Bogotá ganó el premio “Una Ciudad por Descubrir”. Pero, ¿qué es lo que van a descubrir? Lo que ya está ahí. Entonces se le hace culto, por ejemplo, a Gonzalo Jiménez de Quesada con la Avenida Jiménez, se hace culto al colonialismo, se hace culto a la conquista y al avasallamiento. Pero, más allá de todos esos elementos, hay que volver a la raíz de origen de la ciudad y mostrar esos lugares sagrados, sus caminos y sus sunas2 que todavía existen Está la laguna de Tibabuyes, los cerros de la 170 que están abandonados. Ahora, con la construcción en Bogotá se está acabando con el arraigo por la tierra en Usme, entonces, ¿qué es lo que le va a quedar a las futuras generaciones?
Yo creo que eso hay que revisarlo de alguna manera y en eso estamos.
¿Qué mensaje mandan los abuelos a nuestros lectores?
El patrimonio está en cada familia. Cada familia trae linaje, porque el que nace en territorio muisca es muisca por territorio. Entonces hay que empezar a reconocer sus raíces, sin dejar de lado que estamos en una ciudad moderna, cosmopolitan y que de alguna manera tenemos que convivir todos, pero a la ciudad hay que devolverle de alguna manera el pensamiento y su memoria ancestral.
Hay que re-significar los lugares sagrados de la ciudad como los cerros orientales, cuidar el Sumapaz y todo lo que hoy se conoce como el área rural de Bogotá porque la ciudad tiene mucho, tiene sus campesinos; hay que volver a los cultivos sanos y a otros elementos en los que se está trabajando.
El avance es muy lento porque no hay recursos, por un lado, y, por otro, no hay toma de conciencia y se le hace más culto a otras cosas de extranjeros que a lo nuestro. Es importante que cada ciudadano se reflexione, se piense. Hay que volver al pensamiento de los abuelos.
Nuestros ancianos son seres vivientes, pero los arrumamos y escondemos en el cuarto de atrás y nos da vergüenza cuando llega una visita a la casa. Es un patrimonio, cada familia tiene su patrimonio vivo, cada abuelo es un libro viviente. Yo los invito a que reflexionemos sobre esto y hagamos una mirada al pasado no para quedarnos a vivir en él, sino en un ahora con memoria ancestral.
Notas
1. El término “chontal” es usado frecuentemente por los mayores de esta comunidad para referirse a la figura del indio que resistió ante los avatares del blanco colonizador y guardó en su memoria los usos y costumbres muiscas que hoy resurgen en medio de la modernidad. Esta información fue tomada de mis anotaciones de campo y corroborada por el entrevistado, en el desarrollo de mi tesis de maestría en Antropología Social en la Universidad de los Andes.
2. El término “suna” se refiere a los caminos sagrados que unen ciertos lugares del altiplano cundiboyacense que esta comunidad interpreta como territorio ancestral.