Viaje a una vocación de vidriero, a través del material que se re-significa.
Desde que tengo memoria, me aventuré en un viaje con un material que me acompaña y enseña en cada momento: el vidrio que, como un talismán, lleva una carga de nigromancia que nos hace pensar, si este material, desestimado en su estado artificial, ha llegado a suplantar verdaderas gemas por su semblante o porque en realidad supera en algunos casos la apariencia, más no su valor.
Pero esa clase de valor que estima las cosas por su precio, en la mayoría de los casos, puede invisibilizar la riqueza cultural del patrimonio. La validación del patrimonio es designada por quienes lo valoran y reconocen como un elemento tangible o intangible, que atesora eso que nos sorprende.
Particularmente, a temprana edad, me sorprendió un espejo de tocador de mi madre. Mediante el plano desdobló la ruta de bajada por la escalera, hasta el primer piso, mostrándome un azaroso techo reflejado.
Otro contacto con el vidrio fueron las canicas, un poco más adelante, como una primera clase de economía solidaria, de trueque y negociación lúdica y, además, un ejercicio de valoración del vidrio bastante riguroso: se clasificaban por el tamaño de las esferas, su color, su opacidad y su brillo, además de otros atributos a veces producto de un defecto en el material, las burbujas, las arrugas, las manchas, etcétera.
©Fernando Aníbal Pérez Quimbaya. Vitral de La Paz, obra de Enrique Grau Araujo. Salón Senado Capitolio Nacional.
Entrada la adolescencia, fue la curiosidad con el vidrio la que me llevó a mirar a través de él: un telescopio y un estereoscopio se encargaron de mostrarme la estrella más lejana, tan lejana de parecer estrella, que era un planeta —Marte—; y al mismo tiempo, aproximar la partícula más diminuta, como una obra de arte en movimiento: una gota de sangre.
A veces subestimamos lo que no vemos o lo que es inalcanzable. Entender el origen del vidrio como una manifestación de la naturaleza, o como una creación del hombre, amplía el campo de disertación que nos presenta el material desde su composición: sílice o arena, potasa o sosa y cal o yeso.
El asombro más inesperado me lo dio el mismo material, al demostrarme que puede acompañar a la historia de la humanidad con sus valiosos avances. Es motor de grandes descubrimientos, insumo de avances tecnológicos y científicos, y sirve para el desarrollo de maravillosos proyectos.
Cuando realicé mi primer vitral y lo vi atravesado por la luz, comprendí el valor de un oficio y su trayectoria. Estimé con afecto y respeto la técnica y el objeto, al punto de escoger el vidrio como material de trabajo, como carrera profesional, aún sin existir dentro del pensum de las universidades; por esta razón me hice desde el empirismo: taumaturgo.
La mayor revelación fue crear esculturas en vidrio a partir de jarrones y piezas de vidrio soplado a la caña, que se acoplaban en mi cabeza como una suerte de anemonas, medusas, pepinos de mar y corales, entre otros, que daban vida a un paisaje marino imaginado de vidrio.
Y pensando que no había más allá, me aventuré por las congestionadas avenidas del vidrio industrial, por los ejércitos de botellas desfilando por las archas de recocido o por las bandas, desde la formación hasta el empaque; haciendo parte de la máquina de producción en serie que no dormita y en cambio hace de las noches una rutina sonámbula de fabricación, me sumergí con los desvelos oníricos de la vigilia en el proyecto del Museo del Vidrio.
La verdadera magia estaba en el lugar para presentar los objetos más representativos del vidrio: Las Malterías de la fábrica de Bavaria, una ruina que terminó demolida por la desidia de una sociedad que, sin entender las implicaciones del patrimonio que representan las infraestructuras fabriles inmersas en el centro de la ciudad, terminan rindiéndose ante el ladrillo y el cemento de la construcción.
Finalmente, el Museo del Vidrio tomó un rumbo diferente. Aprovechando las tecnologías de las comunicaciones, se convirtió en un catálogo digital de piezas representativas de algunos de los museos de Bogotá, que salvaguardan en sus colecciones objetos de vidrio histórico y arqueológico. La colección de arte es un acervo en vidrio de piezas contemporáneas, hechas por artistas nacionales reconocidos.
La particularidad e innovación de este Museo Virtual es el Cibermuseo, una construcción imaginada con espacios expositivos, que visibilizan las tres colecciones del Museo: arqueología, historia y arte. Esta tipología de museo le ha merecido el reconocimiento del Programa de Fortalecimiento de Museos, como un museo que hace parte del Sistema de Museos Colombianos.
Cuatro años después de estar legalmente constituido, se abonó un terreno que parecía estéril para el reconocimiento de los diferentes oficios y técnicas del vidrio como patrimonio. Ahora brilla de nuevo el cristal, mostrándonos como en una bola de adivinación, se traza el rumbo correcto de responsabilidad y gestión, enfocado al trabajo con la comunidad vidriera de la Localidad de San Cristóbal, donde tenemos actualmente la sede, una casa de patrimonio Distrital, destinada a la construcción participativa de un espacio para el Vidrio Comunitario.
©Fernando Aníbal Pérez Quimbay. Taller con niños en el mirador frente al horno de vidrio – Bogotá.
La Ruta del vidrio, una ruta para el patrimonio, con base en dos técnicas ancestrales que se mantienen vigentes
Luego de ese viaje de reconocimiento del vidrio, como material de mis afectos, surgió la pregunta: ¿qué es el turismo cultural si no la validación del patrimonio que se le atribuye a sitios, personajes, manifestaciones artísticas y culturales, tradiciones que se van pasando entre los grupos sociales, para la reactivación y preservación del mismo?
Dentro de los servicios educativos y culturales del Museo del Vidrio, se encuentra la Ruta del Vidrio, un producto del Turismo Creativo, que pone a disposición del público la narrativa del vidrio, desde la historicidad misma de las piezas que se visitan, entendiendo como piezas patrimoniales también, los espacios urbanos que enmarcan dichos objetos y sus desarrollos arquitectónicos, convertidos en una extensión del museo: el museo fuera del museo.
Se cumple entonces el legado que dejó Virgilio Barco para la ciudad, al otorgarle a Bogotá el apelativo de museo, como un escenario de reinterpretación de la historia, a través de la trayectoria de sus vestigios de urbanismo, inmersos en la modernidad.
Existen muchas rutas que ofrecen servicios de reconocimiento del patrimonio, pero ¿por qué el vidrio en una ciudad, sin “tradición vidriera”, cuando esta tradición pesa más en los países mediterráneos y los países europeos, que recibieron ese legado por parte del Imperio Romano?
Mi admiración por este material coloidal, que se cristaliza y nos deslumbra, pasó a ser una preocupación por la forma como la globalización afecta la producción doméstica de los maestros artesanos del vidrio de Bogotá, convirtiéndose en una premisa para el desarrollo de proyectos.
Toda materia tiene corporalidad y una de las principales características del vidrio es la transparencia, razones ambas, para generar la narrativa del Museo: “Transparencia y Cuerpo”. El vidrio, al ser considerado un material peligroso y delicado al mismo tiempo, se presta para generar analogías en torno a la caracterización tanto del material como del individuo.
Con las botellas transformadas, he logrado expresar la re-significación de un objeto que, de entrada, es relacionado con licor, desinhibición, exceso, violencia y en casos extremos, muerte; crear objetos utilitarios o decorativos con niños y jóvenes ha demostrado otra manera de concebir el objeto: transformación, reciclaje, reutilización, creatividad, son algunos de los sinónimos que genera dicha re-significación.
En la Ruta del Vidrio, se visualizan manifestaciones no solo del material, sino de la arquitectura, la historia y el arte como testimonio de las técnicas del vidrio; esto mediante la identificación del patrimonio cultural material, a través de los vitrales como bienes de interés cultural, inmersos en inmuebles que destacan su arquitectura y su relación de época. El reconocimiento se realiza mediante la validación de una técnica que tuvo su origen en la arquitectura gótica, tomando como referente la Abadía de Saint Denis en Francia, en el siglo VI.
De igual manera, el reconocimiento al valor patrimonial de un oficio milenario como el vidrio soplado a la caña, con el rigor del tiempo como testigo del trabajo que desde cerca de 2200 años atrás vienen realizando maestros vidrieros en un gueto de alquimistas que transmiten el conocimiento de generación en generación, nos permite valorar este oficio como patrimonio cultural intangible, por tratarse de una técnica que poco ha variado desde la Edad Media.
©Fernando Aníbal Peréz quimbaya “Viacrucis” por Walter Wolff – Iglesia San Francisco.
Ver a través del cristal nos acerca a una veraz transformación de la realidad, veraz porque visualmente es fi el reflejo de la realidad. La transformación está dada por la percepción de seguridad y confort que pueda remitirnos a una “urna de cristal”, lo interesante es que el vidrio no oculta los rasgos reales, las texturas o el color de las cosas, no maquilla los defectos.
Estos recorridos de patrimonio son como un virus que se propaga y tiene eco contagioso en las diferentes instancias que toca el turismo cultural, desde que en 2009 propusimos los recorridos Vitral Capital y Horno de Vidrio, lo que ha generado una ola de recorridos y rutas como mecanismos de reactivación y preservación del patrimonio.
La Ruta del Vidrio, aparte de validar y valorar los vitrales como patrimonio material y el oficio del vidrio soplado como patrimonio inmaterial, promueve la transmisión de nociones, valores y expresiones entorno a estas técnicas ancestrales del vidrio por medio de las visitas guiadas a los sitios que los custodian.
©Fernando Aníbal Pérez Quimbaya. Demostración de la técnica del Vidrio Soplado a la Caña
Este ejercicio, de apropiación del patrimonio y reflexión sobre la identidad, nos ha llevado a proponer tres componentes que a su vez derivan en tres rutas, donde la caracterización de las mismas aporta un ingrediente vital para el reconocimiento de las técnicas:
- Ruta I MUSEO COMUNITARIO: Visualización de la técnica del vidrio soplado a la flama por parte de los maestros vidrieros de la Localidad de San Cristóbal.
- Ruta II HORNO DE VIDRIO: Visualización de la técnica del vidrio soplado a la caña en la Fábrica Cristal Artesanal.
- Ruta III VITRAL CAPITAL: Visualización de la técnica de las vidrieras artísticas en las iglesias y palacios más representativas del centro de Bogotá.
Ahora que retorno al sosiego de la estancia artística en la Casa La Eneida, ubicada sobre el Camino Viejo de San Cristóbal, indago en el “cristal de la mañana”, que reposa sobre una de las hojas del Trompeto en el jardín, un vínculo hermenéutico con la modernidad agobiante de las ciudades, donde se presenta el vidrio como la revelación de la materia en transformación y el cristal como la manifestación de la “Piedra filosofal”, toda vez que ese 30% de plomo, que contiene la fórmula del cristal, se convierte en transparencia, el oro de los alquimistas contemporáneos.