Más allá de los conflictos políticos y los intereses económicos que persiguen a las islas de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y demás territorios incluyendo los marítimos, están los raizales, y con ellos las diferentes manifestaciones culturales que se practican en esta región. Uno de los grandes tesoros que aún se pueden apreciar en las islas es precisamente la música. Con fuertes raíces anglosajonas, no sólo reflejadas en la música sino también en la lengua, sus habitantes nativos hablan una variante del inglés a la que denominan creole. La usan cuando están en la casa, cuando se encuentran con los amigos o cuando van a una iglesia protestante, bautista o a lo mejor adventista. La música, al ser uno de los elementos constitutivos de la cultura de una comunidad, permite considerar y manifestar la manera en que las diferentes dinámicas sociales son absorbidas, recreadas y resignificadas, deduciendo así la formación de los procesos identitarios de una población específica. Los cuestionamientos más inmediatos serían los siguientes: ¿Cuál es la situación actual de la música tradicional de los isleños? ¿Qué tan distinta es la música de los colombianos continentales a la de los raizales? ¿Qué garantías tienen los raizales de preservar sus prácticas musicales en una nación hispanohablante, católica y que por tradición le canta más a la montaña que al mar?
El presente texto está basado en la literatura asociada a las músicas isleñas y en experiencias y reflexiones personales desarrolladas luego de conocer más a fondo el contexto del archipiélago durante la realización del proyecto de grado para optar al título de músico productor de audio “Cartilla de iniciación musical: Ensamble tradicional del eje de músicas isleñas” (Aquite 2012).
La música isleña
Los raizales son los descendientes de negros que hasta mediados del siglo XX fueron esclavos por parte de puritanos ingleses. Su gastronomía, su arquitectura, sus costumbres familiares, sus creencias, su lengua, sus bailes y su música son herencia de una tradición que se ha estado llevando a cabo gracias al mestizaje producto de la enculturización de colonos hacia esclavos. La música, es una de las manifestaciones culturales más llamativas y que más representa el vivir de la comunidad raizal. Las islas, al estar presentes de una región influenciada por muchas vertientes -como lo es el Caribe-, presenta una amalgama de sonoridades que no se puede considerar nunca como una sumatoria de historias fragmentadas sino como un movimiento habitual y permanente que hace parte de la realidad cultural del archipiélago. Estas dinámicas surgen a su vez como consecuencia de los recursos disponibles en las islas y debido también a las necesidades musicales y extramusicales que la sociedad isleña ha demandado.
Se destacan los ensambles tradicionales, populares y los coros eclesiásticos dentro de los conjuntos que participan del patrimonio musical isleño. En los primeros es común escuchar géneros musicales tales como el calypso, el mento, la mazurka, el shottis, el foxtrot y la polka. Los ensambles tradicionales constan de instrumentos conocidos para muchos como lo son las maracas y la guitarra, y otros que no lo son tanto como el jawbone (quijada de un caballo) o el bass-tube o tinaja (un balde metálico de lavar ropa volcado hacia abajo, un palo y una cuerda que se templa entre los dos, y que suena como un bajo). El coro eclesiástico cultiva géneros musicales como el praise hymn y son practicados en las iglesias. El ensamble popular es quizás el formato más familiar para el común del colombiano continental. Su repertorio abarca géneros tan conocidos como los son el reggae, el socca y el zouk; sus instrumentos el bajo eléctrico, la batería y la guitarra.
Hasta el día de hoy, los géneros mencionados anteriormente se consideran propios y tradicionales de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Esta apropiación de ritmos foráneos constituye un referente de identidad y de cohesión social para la comunidad isleña y hace parte esencial de un sentimiento pancaribeño sin fronteras del que los mismos raizales se sienten orgullosos. Cabe resaltar que, aunque muchos de estos géneros tengan elementos africanos muy notorios, no fueron recibidos por esta razón, sino por su afinidad cultural y lingüística, convirtiéndolos en símbolo de identidad por parte de los isleños y de exotismo por parte de los continentales, en especial por el uso que se le ha dado últimamente como atractivo turístico.
La situación actual
La continuidad y dinámica del flujo cultural de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina afecta la percepción de los isleños sobre la música que producen y la que escuchan. Por consiguiente se puede decir que la música isleña más que estar en una constante evolución, se encuentra en un permanente intercambio. Esta situación tan propia de las islas ha hecho que hoy en día, el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina sea considerado uno de los once “ejes musicales” del país gracias a los trabajos realizados por el Centro de Documentación Musical de la Biblioteca Nacional.
No obstante, esta circulación ininterrumpida ha puesto a prueba la capacidad de retención de los isleños sobre sus propias tradiciones, ya que éstas se vuelven más vulnerables y susceptibles a grandes pérdidas. Tal es el caso de la práctica de la mandolina, instrumento típico del ensamble tradicional de este eje musical. En una visita realizada a Providencia en septiembre del año inmediatamente anterior, se tuvo la oportunidad de conocer al maestro Willy B., quien comentó que existen apenas tres bandolinistas en la isla y agregó que dos de ellos son adultos mayores.
Por otra parte, el vaivén de elementos musicales en las islas logra hacer grandes aportes a ciertos géneros y a su vez debilitar a otros, haciendo que muchos pierdan popularidad y estén condenados a la extinción en el peor de los casos. De esta manera vemos cómo la entrada del reggaeton y sobre todo del vallenato ha afectado los gustos musicales de los isleños. Mientras el vallenato se ha estado aceptando como un género que construye la idea de nación, otros más típicos en el archipiélago como el socca y el mento, presentan una divulgación más bien limitada que confirma su marginalidad frente a la comunidad local y nacional.
Aunque en un pasado los espacios para la promoción y apoyo a los músicos isleños fue casi inexistente, hoy en día la situación ha cambiado un tanto pues existen políticas que invitan e incentivan a los diferentes organismos públicos y privados a la promoción y divulgación de las tradiciones específicas de las regiones. Sin embargo, la tarea sigue siendo difícil debido al presupuesto reducido que se le otorga a la cultura y al poco apoyo de las empresas a contribuir con este tipo de causas.
¿Música colombiana?
En el año de 1989, en el marco del Concurso Nacional de Bandas de Paipa, ocurrió un hecho que se podría considerar insólito en nuestros días1. Los organizadores de dicho concurso decidieron rechazar la intervención del grupo de San Andrés por considerar que los ritmos autóctonos de esta región, como el calypso y el reggae, no hacían parte del folclor nacional. Aunque el inconveniente fue resuelto pronto y dejaron participar a la agrupación, quedó en evidencia lo que muchos creían y no se atrevían a decir: para muchos colombianos lo “isleño” no era suficientemente “colombiano”. Esta idea que asocia al raizal con una historia diferente a la del colombiano continental está respaldada por aquella que señala que el “colombiano verdadero” adquiere su nacionalidad por afinidad cultural más que por circunstancias político-sociales.
¿Qué tan familiarizados están los colombianos continentales con estos sonidos realmente? ¿Los reconocen como colombianos? ¿Qué tan distintas son las prácticas musicales de San Andrés, Providencia y Santa Catalina de las continentales? Estas preguntas fueron sólo algunas de las que se plantearon antes de empezar a realizar la citada tesis de grado. Para esto fue necesario en un principio realizar una encuesta en la cual se hacía escuchar a personas de distintas edades, nivel educativo, y origen cinco fragmentos de diferentes tradiciones musicales que se practican en Colombia, una cumbia, un bambuco, un currulao, un joropo, un vallenato y un mento isleño. El 90% de los encuestados no reconocían al género isleño y el 45% no concebían al mento como colombiano una vez se les comentaba que éste hacía parte del folclor isleño2.
Para responder la pregunta de qué tan distintas son las músicas isleñas de las continentales fue necesario acudir a elementos obtenidos y conclusiones de la tesis de grado. Por una parte, están géneros como la mazurka, el shottis, el foxtrott y la polka que a pesar de tener sus orígenes en Europa y en los Estados Unidos, no se sabe con certeza como llegaron a las islas. Se sabe que estos géneros florecieron en el archipiélago a finales del siglo XIX y que se tocaban en los salones de baile. Esto ocurrió de igual manera al interior del país en ciudades como Bogotá y hace pensar que posiblemente estos géneros no llegaron directamente desde sus lugares de origen sino más bien desde el continente. Por otra parte, tenemos un género que llegó seguramente con los anteriormente mencionados a la isla y que indica una relación evidente de las islas con el continente y es el pasillo isleño. Este género musical tocado por el ensamble tradicional mantiene las estructuras básicas del pasillo ejecutado en otros ejes musicales de Colombia, aunque su formato instrumental sea distinto. Al igual que los demás pasillos, éste posee un compás ternario con un énfasis en el primer tiempo.
Por último, están las estructuras rítmicas básicas de géneros como el calypso. Las transcripciones obtenidas para la tesis de grado mostraron diferencias entre las estructuras rítmicas de este género con las estructuras rítmicas de los mismos en otros contextos. Por ejemplo, el texto “Judging “By the Beat”: Calypso versus Soca” de Shannon Dudley, nos muestra la siguiente estructura rítmica base para el calypso en Trinidad y Tobago
Sin embargo, según el trabajo realizado para esta tesis, el resultado que se dio para la estructura rítmica básica del calypso fue la siguiente:
Se encuentra que existe una variación en las estructuras rítmicas y en los acentos evidenciando leves cambios para la interpretación.
Con la encuesta se pudo discernir que la identificación del colombiano continental sobre las prácticas musicales isleñas es muy pobre. Con este resultado se respaldan las quejas del grupo sanandresano “The Rebels” que expresaba que los continentales están más interesados en gozar de las playas, compras y atracciones turísticas que de la misma cultura sanandresana. Adicionalmente los orígenes de los ritmos de salón y del pasillo isleño reafirman la noción de que sí hubo un proceso de aculturización entre las músicas isleñas y continentales. Las diferencias en las estructuras rítmicas de algunos géneros comparados en otros contextos ponen a pensar que ha existido un proceso de transformación de los ritmos debido al dinámico desarrollo al que se ve relacionada la música con el recorrer del tiempo y espacio, provocando cambios estructurales. Se podría decir entonces que ha ocurrido un proceso de “asanandresización” que pone en duda la idea de que estas músicas no son propias de las islas.
Conclusión
Calypsos, reggaes y otros ritmos representan un elemento de cohesión, interacción, diferenciación y consolidación cultural para los habitantes de las islas. El impacto que éstos generan sobre su población, más que aislar a los isleños de los continentales, los acercan gracias a la idea de multiculturalidad que el país promete y resalta. Por eso proteger y difundir estas prácticas es un deber de todos los colombianos, no sólo de los raizales. Son necesarias políticas contundentes que obliguen a preservar y divulgar las diferentes expresiones musicales isleñas. El archipiélago tiene una riqueza musical de la que los colombianos debemos ser conscientes y es importante reconocer que la música no es de quien la crea sino de quien la practica, cultiva y disfruta.
Notas
1. El Concurso Nacional de Bandas de Paipa se gestó desde el año de 1973 y se ha convertido año tras año en un espacio de intercambio cultural bandístico donde se dan cita las agrupaciones más selectas del país de orden estudiantil, profesional y universitario en Colombia.
2. Esta encuesta fue realizada con 500 muestras dirigidas a población de la capital en general. Ni el sexo, ni la profesión, ni el estrato social influyeron grandemente en las respuestas.