El periódico El Tiempo, en un artículo publicado en agosto de 20101, informó que “la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad, que en 1995 hizo la Unesco sobre el Parque Arqueológico San Agustín, está en riesgo”. La noticia se da cuatro años después de que indígenas yanacona de la zona rural de San Agustín abrieran la maleza para crear un camino que permitiera el tránsito de vehículos, conectando así el resguardo2 con la vía principal que une al parque con el casco urbano se San Agustín. El carreteable atravesó una zona de reserva del parque arqueológico — zona aún no investigada— y fue construido sin autorización del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) —ente administrador del parque arqueológico de San Agustín—, motivo por el cual la alcaldía junto con los administradores ordenó su cierre. Desde entonces, este hecho ha enfrentado a los yanacona con la alcaldía, el ICANH, la Policía y varios sectores de la comunidad en general.
En un intento por conciliar, el ICANH propuso a los yanacona la construcción de una vía peatonal que permitiera el paso de turistas y promoviera las visitas al parque y al resguardo, y donde los visitantes pudieran comprar artesanías a los indígenas (Jackson y Ramírez, 2009). Sin embargo, los yanacona no aceptaron la oferta y habilitaron el tránsito de camiones por el camino. De acuerdo con los indígenas, la carretera permite transportar materiales para construir un centro de pensamiento que daría educación a 64 niños y niñas de la comunidad, así como a la maloca que adecuarían como universidad. En este punto, el ICANH propuso entonces usar los dos kilómetros de una carretera que ya existía, pero los yanacona dijeron que no la usarían por ser larga, peligrosa e inapropiada para el transporte. La negativa delos yanacona a cerrar la vía que atravesaba al parque desencadenó en los años siguientes tanto enfrentamientos con agentes de la policía como diálogos con funcionarios del ICANH y con consultores de la Unesco que viajaron hasta el lugar para evaluar la gravedad de la situación. Valga decir que en conjunto estos hechos han suscitado una reflexión entre los habitantes de San Agustín sobre su relación con el parque, tal como lo pude constatar en una visita hecha a este municipio en octubre del año 20103.
Esta problemática evidencia un conflicto cultural —entre los yanacona, funcionarios públicos, comunidad arqueológica y agustinenses— en un área protegida —El Parque Arqueológico de San Agustín, Patrimonio de la Humanidad—, situación que se resume en un pulso entre dos patrimonios: el inmaterial de los yanacona —la transmisión de sus saberes tradicionales— y el arqueológico —la conservación del parque—. Como veremos a continuación, lo que existe detrás de este pulso es una movilización de intereses económicos e identitarios, lo que nos invita a cuestionarnos sobre los derechos de los yanacona como comunidad indígena y sobre lo que significa la protección del Parque para los agustinenses, los yanacona, los funcionarios públicos y los arqueólogos.
El patrimonio, ¿un invitado de piedra?
El panorama de este conflicto apuntaría a que en efecto los yanacona están atentando contra el patrimonio cultural, algo ciertamente inusual, pues son generalmente grandes empresas —mineras, petroleras, turísticas—, a veces respaldadas por los gobiernos, las que ponen en riesgo la preservación del patrimonio cultural o natural, en su búsqueda de un desarrollo dentro del modelo de crecimiento económico vigente4. Pero, ¿qué ocurre cuando son las comunidades las que atentan contra el patrimonio cultural? ¿Cómo interpretar el enfrentamiento entre las instituciones estatales que salvaguardan el patrimonio y las comunidades a las que supuestamente pertenece?
Para empezar, me referiré a los intereses del Gobierno, expresados en las acciones de la alcaldía de San Agustín. Como pude darme cuenta durante la salida de campo, y en conversaciones con habitantes del lugar, el parque atrae turistas del mundo entero, lo que se traduce en ingresos para la región y por tanto en un recurso al que el gobierno local presta especial interés. El Plan de Desarrollo Municipal para los años 2009-2011 informa que las bases económicas de San Agustín son el sector agropecuario y turístico —este último aporta un 35% al total del ingreso económico local anual—. Por tal razón, en dicho documento se establece como eje principal para el desarrollo económico el posicionamiento de San Agustín como destino turístico en los ámbitos nacional y mundial (Concejo Municipal de San Agustín 2009). Bien vista, esta rueda de oferta y demanda ha favorecido la protección del parque y ha mantenido vivo su reconocimiento en el mundo. Sin ir muy lejos, la promoción del parque como lugar identitario de los pobladores de San Agustín se expresa, por ejemplo, en el uso de las estatuas de San Agustín en los logos de las empresas públicas del Huila —el caso de la empresa de basuras—. En el mismo sentido, es frecuente que en la comunicación oficial —gobierno local eI ICANH— se refiera al parque como “patrimonio de la humanidad”. Recordemos que el ICANH, cuya función es la administración del parque, debe velar por su sostenibilidad económica, así como por la realización de investigaciones arqueológicas. En ese sentido, el Instituto cumple una misión compleja, no del todo exenta de ambigüedades, donde los arqueólogos destacan —invocando el conocimiento científico— tanto la importancia del parque para la humanidad como la necesidad de una identidad local y nacional que incentive a los agustinenses a velar por la preservación del parque.
Un comunicado de prensa escrito por el ICANH en febrero de 2011, en respuesta al artículo “Yanaconas no solo se debaten por una carretera” publicado por el Diario del Huila, cierra con las siguientes líneas:
[…] en varias investigaciones arqueológicas en el predio donde se abrió la vía ilegal, se han encontrado diversos materiales arqueológicos, incluyendo evidencias de plantas de vivienda. En este sentido, cuando el líder indígena Albeiro Hoyos afirma en el artículo de la referencia que ‘lo que nosotros estamos utilizando es un lugar que es puro monte’, desconoce dichas investigaciones, así como los argumentos técnicos y científicos esgrimidos por el ICANH con el respaldo de la Unesco […] (ICANH 2011).
En el fondo, el comunicado del ICANH —acompañado con imágenes de fragmentos de cerámica hallados en la carretera a manera de evidencia— pone de relieve una interesante discusión antropológica sobre la que quisiera llamar la atención: no todos entienden el patrimonio de la misma forma.
Si para los arqueólogos los fragmentos de cerámica —tiestos—, las marcas en los suelos o los cambios en la tierra son hallazgos vitales en la construcción de conocimiento, para los yanacona no parecen ofrecer mayor interés. No obstante, la postura del grupo indígena frente a los hallazgos arqueológicos puede leerse de una forma distinta a la que afirma que los indígenas están —como sugiere el comunicado de prensa en el Diario del Huila — desconociendo los argumentos científicos y técnicos del ICANH. La reacción de los yanacona puede tener dos posibles interpretaciones: es posible que estén asociando el patrimonio cultural a lo monumental —como las estatuas del parque San Agustín—, razón por la cual dijeron que lo único que había era “puro monte”; o sencillamente están dando más valor a otras manifestaciones patrimoniales, como a la preservación de sus propias tradiciones culturales.
De hecho, los yanacona han defendido la construcción de la vía invocando la protección de sus tradiciones y la preservación de su cultura. Dicen que de no ser posible la edificación de la maloca y del centro de pensamiento, ellos como grupo étnico se verán amenazados, porque no tendrán un lugar adecuado para la transmisión de sus propios conocimientos. En este orden de ideas, han acudido al término “patrimonio inmaterial” para defender sus intereses (Jackson y Ramírez 2009). Sostienen que su cultura debe ser entendida bajo ese concepto, pues sus manifestaciones inmateriales conservan tradiciones y conocimientos ancestrales; así mismo, alegan que la Constitución estipula que, así como debe protegerse el patrimonio material, debe preservarse el inmaterial, el cual se estaría poniendo en riesgo al impedir la construcción de los centros educativos. Con sus argumentos los yanacona nos invitan a pensar ¿cuál de los patrimonios, o visiones de este, debe privilegiarse?
Identidades rentables
Para enfrentar la pregunta es necesario tener en cuenta quiénes son los yanacona, así como la opinión del resto de la población de San Agustín frente a la importancia del parque —esto teniendo en cuenta que el Parque no pertenece exclusivamente al ICANH ni a la alcaldía local y afecta tanto a las vidas de los yanacona como a las de los otros habitantes del lugar—. Los yanacona fueron uno de los primeros grupos en llevar a cabo una reetnización5, proceso que comenzó en la década de los setenta. Antes de eso, la mayoría de las familias que ahora conforman este grupo vivían en el Cauca, y aunque se consideraban a sí mismas como indígenas, no tenían ningún interés en definirse como pertenecientes a un grupo étnico. No obstante, motivados por las garantías que obtendrían al reconocerse como grupo, y con la colaboración del antropólogo Carlos Vladimir Zambrano (Jackson y Ramírez 2009), iniciaron el proceso de reetnización, que concluyó en el 2001, año en el que fueron reconocidos como grupo en el censo nacional. Su llegada a San Agustín se dio por una petición de las familias yanacona al INCORA de ser relocalizadas en un sitio con mayor disponibilidad de tierras. Esta llegada reciente de los yanacona podría explicar la razón por la cual el grupo no se siente identificado con el parque. Frente a este proceso de reetnización, los habitantes de San Agustín tienen posiciones encontradas. Por ejemplo, Jackson y Ramírez (2009) cuentan que durante una visita que hizo María Clemencia Ramírez —siendo directora del ICANH — para evaluar la problemática de la construcción de la vía, escuchó que un oficial de policía se refirió a los yanacona como “artificiales”, subestimando el proyecto de recuperación cultural de este grupo y en últimas oponiéndose a la construcción de la vía6.
A partir de dieciséis entrevistas realizadas durante la visita académica a San Agustín, se puede constatar que, a la hora de tomar partido entre la protección del parque y la construcción de la vía, quienes se benefician del turismo —dueños de hospedajes, de restaurantes, artesanos, etc.— y quienes consideran que el parque aporta a la economía local están en desacuerdo con la construcción de la vía y se refieren a los yanacona como “perezosos”, gente que “no trabaja”, que vive de lo que el Estado les da, que es “oportunista”. En otras palabras, para quienes tienen un concepto negativo sobre los yanacona el parque debe ser protegido en tanto que pertenece al pueblo. De otra parte, quienes consideran que los beneficios económicos originados por el turismo no son suficientes —o que están mal administrados— defienden la construcción de la vía y piensan que “los beneficios son para el parque y no para la gente”. Sin embargo, la mayoría de los entrevistados, independientemente de su posición frente a la defensa del Parque, demostraron poco conocimiento sobre las investigaciones realizadas en el sitio o sobre los grupos que posiblemente construyeron las estatuas, y confesaron no visitarlo con frecuencia. En este punto, es pertinente destacar que en la mayoría de casos el interés de que el parque mantenga su estatus internacional, o de que se privilegie su protección sobre los intereses de los yanacona, no está fundado en un vínculo identitario o sentimental, sino en los beneficios económicos que ven en el turismo y en la opinión sobre la “autenticidad” de los yanacona.
El mapa de este singular conflicto plantea la cuestión sobre qué tanto las comunidades de San Agustín y los yanacona se han apropiado del parque arqueológico de San Agustín como patrimonio cultural de su municipio y qué tanto se sienten identificadas con él. Algunos podrían decir que en este caso la declaratoria del parque como patrimonio de la humanidad es un discurso hegemónico que ha sido usado como herramienta para la construcción de una identidad nacional basada en un pasado glorioso —asociado a las magníficas estatuas— y que obedece al interés de unos expertos — ICANH, UNESCO— sin referente de contenido; discurso que, además, en realidad no apunta hacia la identidad de las comunidades a las que hace referencia y que, en busca de una conservación adecuada, ya sea por motivos políticos y/o económicos, puede afectar negativamente a las comunidades —a los yanacona— (Collins 2008). Otros, con posturas menos extremas, dirían que la solución está en propender por la democratización del patrimonio cultural, es decir, en abogar por la inclusión de todos los actores a los cuales involucra.
En este sentido, quisiera referir algunos espacios de discusión que se han abierto y algunas propuestas de solución que han aparecido en esta última etapa del conflicto. De una parte, en los diálogos que buscaban solucionar el problema del camino vehicular, los yanacona pidieron que se les permitiera el paso de vehículos únicamente para transportar los materiales y que luego podrían mantener el camino como vía peatonal, encargándose ellos mismos de su cuidado, limpiándolo y sembrando plantas medicinales a su alrededor. Por otra parte, el ICANH propuso la construcción de una “vivienda” prehispánica que sirviera de vínculo entre los indígenas del presente y el conocimiento que se tiene sobre los antiguos habitantes, y que a su vez fuera sede turística para incentivar la venta de las artesanías yanacona. Esta estrategia podría tener gran alcance, pues los yanacona estarían siendo incluidos por los científicos —aprendiendo sobre lo que los arqueólogos han dicho a propósito de los habitantes prehispánicos— y por el turismo. En adición, durante las entrevistas tuve conocimiento de la Cátedra Agustiniana dictada en los colegios, la cual busca incentivar en los habitantes más jóvenes el conocimiento del patrimonio cultural de su región. Recientemente, el 2 de marzo del 2012, hubo una charla en el parque de San Agustín, organizada por el ICANH y dirigida a la comunidad, en la que funcionarios de esta institución conversaron sobre los estudios realizados durante los últimos cuatro años en el parque, especialmente en el área de conservación7.
La solución entonces no es caer en escepticismos, sino buscar caminos para concertar entre los intereses de todos los actores involucrados. No se trata de privilegiar al parque —patrimonio material— ni a la cultura de los yanacona —patrimonio inmaterial—. Se trata de intercambiar conocimientos que conduzcan a la tolerancia, y que lleven a estrechar la relación entre las comunidades y el Parque, pues su condición de área protegida, como vimos, tiene el potencial de traer beneficios a todos los actores de este conflicto, incluidos los yanacona.
Notas
1. Ver Silva (2006).
2. La Sentencia C-921/07, mediante la cual se da reconocimiento y protección constitucional a las comunidades indígenas, define el “resguardo” como: “Institución legal y sociopolítica de carácter especial, conformada por una comunidad o parcialidad indígena que, con un título de propiedad comunitaria, posee su territorio y se rige para el manejo de este y de su vida interna, por una organización ajustada al fuero indígena o a sus pautas y tradiciones culturales.” Información tomada de: AQUÍ.
3. En ésta salida de campo —organizada por el departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, bajo la dirección del profesor Luis Gonzalo Jaramillo— los estudiantes realizamos entrevistas y ejercicios de observación con el fin de analizar la percepción que tiene la población del municipio sobre el parque arqueológico..
4. Un ejemplo reciente de lo anterior es el proyecto, propuesto por la firma tailandesa Six Senses, de construir un hotel siete estrellas en una zona protegida de la Sierra Nevada de Santa Marta. Tras una polémica generada a escala nacional por las consecuencias negativas que esto implicaba para el medio ambiente y para los sitios sagrados de los tayrona, el Gobierno Nacional descartó el proyecto.
5. La reetnización se puede entender como un proceso en el que un grupo acude a la recuperación de tradiciones indígenas, para constituirse como una etnia que sea reconocida y legitimada como indígena. Las personas de la comunidad involucradas en este proceso no usan el término “reetnización”, sino el concepto de “reivindicación” (Jackson y Ramírez 2009).
6. Jackson y Ramírez (2009) describen tres reuniones que tuvieron funcionarios del ICANH con los yanacona en el 2006, y a las que asistió María Clemencia Ramírez por ser la directora de este instituto en dicho momento. El objetivo de los autores es analizar la problemática de la construcción de la vía en relación con la creación de identidades indígenas, y con la forma en que las comunidades acuden a la recuperación de tradiciones indígenas para legitimar estas identidades.
7. Información tomada de la página web del Instituto Colombiano de Antropología e Historia: AQUÍ (recuperado el 3 de abril de 2012).