No todos los planes han sido pensados desde la renovación. Explicar ese concepto de lo “nuevo” supondría adentrarse en una extensa discusión en torno a las diferentes miradas que se han planteado para los centros en donde se ha confundido la noción de patrimonio con lo “viejo” y no con el valor que le damos a lo que nos es heredado. Tal vez por eso ha sido tan difícil lograr una apropiación y arraigo por parte de los bogotanos con el centro, porque muchas veces se anda buscando la novedad, olvidando que para ser originales se debe volver al origen, en eso se concentra el PEMP, en recoger planes anteriores, intentando indagar en la razón por la cual no han logrado los impactos positivos esperados y por qué la dinámica ha seguido siendo negativa para la sostenibilidad del conjunto urbano histórico. Una primera conclusión es que no se han plantado acciones integrales, sino que se privilegian miradas físicas urbanas, patrimoniales, económicas o sociales; pero difícilmente se logran acciones que reúnan todas las dimensiones. También han sido planes que dependen de una Administración Distrital o, en el mejor de los casos, 12 años, pero difícilmente se recupera el Centro en el corto plazo, por lo que el instrumento debe apuntarle a una permanencia y por ende a la flexibilidad. Finalmente, no se han tenido fuentes de financiación claras ni mecanismos de gestión definidos, por lo que se diluyen los planes en buenas intenciones que no logran cambiar la dinámica.
El Centro de Bogotá ha sido objeto de múltiples planes y estudios, desde diferentes miradas y orientaciones. Estos planes han diagnosticado el Centro y formulado soluciones a las problemáticas identificadas desde diferentes posturas, apuntando a la noción de centralidad urbana resaltando su aspecto físico-espacial, a la noción histórica-patrimonial o a la priorización del aspecto inmaterial y vital del Centro Histórico en relación con el territorio.
Algunas propuestas anteriores como el Plan regulador de Le Corbusier, y otros que tenían que ver con todo el conjunto urbano de la ciudad, por ende incidían directa o indirectamente también sobre el centro, sin embargo, específicamente para el corazón bogotano se podría decir que se han realizado 6 planes:
- Plan Operativo del Centro. Plan General de Renovación Urbana -FONADE-. Decreto 333 de 1992.
- REENCUENTRATE: un compromiso por la Candelaria -1998-. Adoptado en el Decreto 619 de 2000.
- PEP Centro Histórico -2005-.
- Operación Estratégica del Centro de Bogotá –Plan Zonal del Centro (PZCB)-Decreto 492 de 2007.
- Plan Urbano del Centro Ampliado, una estrategia para la revitalización urbana 2014-.
- Plan de Revitalización del Centro Tradicional -2015-.
Al hacer una retrospectiva de la línea de tiempo de los diferentes estudios que se han formulado, se evidencia que han sido muchos y variados los esfuerzos orientados a la recuperación y proyección a futuro del Centro de Bogotá, pero pocos los resultados y la gestión efectiva para su implementación. Es importante destacar que la mayoría de estos planes, adoptados o proyectados, estuvieron poco armonizados con los planes de ejecución del POT y con los programas y proyectos de los planes de desarrollo de las diferentes administraciones distritales, siendo solo uno de ellos el que logró hacerlo: el POZC de 2007 que incidió en el territorio, repercutiendo hasta nuestros días.
En este sentido, el Centro Histórico como ámbito ideal para decantar la heterogeneidad bogotana y los valores del sistema territorial, se presenta como una oportunidad inconclusa de re-conocimiento de lo que somos como ciudad y re-resignificado de una experiencia capaz de re-presentar una visión consensuada del avance colectivo como sociedad. Es el lugar de la memoria, la cultura y el patrimonio por excelencia y por ende es núcleo de referencia para unificar el avance desde un origen (espacio-temporal y simbólico) enfocado hacia la creación de la mejor ciudad posible. Esa gran oportunidad no parece estar tan clara para muchos y por eso sigue pendiente lograr una gran apuesta conjunta entre la nación y el orden distrital, entre públicos y privados, academias y habitantes, una apuesta unificada entre todos los actores, un hecho que ha demostrado ser efectivo en casos como el de Ciudad de México o Quito, por nombrar algunos ejemplos latinoamericanos que han logrado poner en valor sus centros históricos. Parte del reto del PEMP está en lograr ese gran pacto por el centro que definitivamente logre ponerlo en su sitio, en el centro de la reflexión territorial colombiana.
A diferencia de los Planes anteriores, desde el PEMP del Centro Histórico se busca consolidar un eslabón de articulación para tejer el territorio, el gobierno, los habitantes y su memoria con una visión a futuro que incentive a la ciudadanía a trabajar por un anhelo colectivo, entendiendo que este ámbito de la ciudad tiene la vocación de ser lugar de encuentros entre las épocas, las dinámicas, los habitantes y las perspectivas, y planteando soluciones a los problemas a partir de acuerdos sobre lo fundamental. Se trata de abrir un espacio de encuentro y de diálogo permanente y constante con el fin de lograr una atracción hacia al patrimonio y no una pereza frente a estos asuntos. Se deben lograr consensos y por eso se propone una gestión inteligente y participativa donde las acciones se puedan abordar desde una perspectiva integral de co-creación co responsable que pone al habitante en el centro del problema porque lo importante es mejorar la calidad de vida (porque la vida es nuestro mayor patrimonio). El habitante se entiende como una parte fundamental del cambio y el equilibrio que se anhela para fluir todos de manera sostenible.
Detalle del Centro Histórico de Bogotá con la Plaza de Bolívar y el Palacio de Nariño
en el centro de la imagen, vista de Oriente a Sur-Occidente. Fotografía del IDPC
¿Qué beneficios concretos supone el plan para la ciudad? ¿Cómo se articula el PEMP al POT?
Al ser el Centro de carácter histórico y patrimonial, de acuerdo con lo dispuesto en la Ley 397 de 1993 y el Decreto Nacional 1085 de 2015 del Ministerio de Cultura, se debe adoptar un Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) para determinar las condiciones de manejo y gestionar las acciones necesarias para garantizar la protección, conservación y sostenibilidad de este territorio, núcleo fundacional de la ciudad. Bogotá estaba en mora de hacerlo para cumplir con lo dispuesto en la Ley.
Desde el PEMP del Centro Histórico de Bogotá se entiende la ciudad como un sistema urbano complejo, dentro del cual su Centro se consolida como el núcleo estructurante, fundamental en el equilibrio de las múltiples dinámicas que convergen sobre el territorio. En este sentido, el Centro Histórico toma un rol fundamental en la definición de la imagen de la ciudad para sus habitantes y en la consolidación de una identidad urbana propia, evolutiva en el tiempo.
El Centro Histórico de Bogotá no sólo es Centro Fundacional, sino que, además de ser el territorio que contiene la mayor concentración del patrimonio de la ciudad, es hoy una de las centralidades urbanas más importantes de la ciudad, Centro del Gobierno Nacional, Distrital y Local, Centro de conocimiento y cultura, donde confluyen museos, bibliotecas, universidades, colegios, plazas de mercado; y es, al mismo tiempo, un importante aglutinador de barrios, saberes y oficios tradicionales de Bogotá. Si bien las dos grandes escalas del territorio, Centro de Ciudad y Centro de Barrios, coinciden en que ambas cuentan con una alta presencia patrimonial (natural, material e inmaterial) y una concentración de conocimiento de escala global, urbana y local; hoy en día la identidad del Centro Histórico surge de una divergencia entre sus diferentes intereses, actores y componentes de su carácter, que aún no generan sinergias entre sí.
En este sentido, el PEMP se propone como una herramienta dinámica para ir tejiendo (espacio, tiempo, naturaleza, tecnologías, saberes, actores, significados, intereses, etc.) y así poder ir equilibrando en el tiempo. Lo importante es lograr transformar las divergencias en convergencias, con el fin de lograr, por medio de un trabajo colaborativo, una nueva sinergia capaz de direccionar esfuerzos hacia una sostenibilidad económica, ambiental y social. Solo así podremos alcanzar una verdadera protección de los valores del mayor nodo urbano del país. Algo que serviría de ejemplo para otras ciudades y para el resto de Bogotá.
En función de la consolidación de esta identidad evolutiva, el PEMP propone tejer los diferentes sistemas y escalas del territorio con el fin de desarrollar una visión de Centro Histórico, como área urbana fiable y heterogénea, que acoge el sector antiguo y lo incorpora a una identidad evolutiva que privilegia el patrimonio natural y cultural, tangible e intangible, poniéndolos en valor; lo anterior, como un Centro que cumple su rol de nodo de ciudad y país con criterios de innovación, diversidad, inclusión y competitividad, generando también un lugar para vivir.
Desde el PEMP se propone materializar la visión a través de una serie de acciones ligadas a condiciones de manejo físico espaciales, socioeconómicas y administrativas, que tienen como finalidad lograr un mejoramiento integral del Centro y sus sistemas de: infraestructura física, funcional y de servicios, el sistema ambiental y su integración a las dinámicas urbanas, el sistema patrimonial, tanto en lo arqueológico, inmaterial, mueble e inmueble así como, mediante un proceso activo de gestión y participación, lograr la vinculación del sistema de actores para lograr un sistema urbano inteligente que permita mejorar la calidad de vida y la cotidianidad. Dentro del proceso adelantado para la formulación del PEMP se ha evidenciado que las condiciones de protección del área patrimonial deben estar estrechamente relacionadas con las decisiones de la ciudad por lo que de manera conjunta con el POT se han venido definiendo las acciones territoriales y la norma urbana para el perímetro del plan.
¿Cuál ha sido la respuesta comunitaria frente a este nuevo plan? ¿Cuál su participación?
El PEMP del Centro Histórico de Bogotá parte de reconocer la realidad diversa y compleja del territorio como una oportunidad para el desarrollo, por lo que se ha trabajado de manera presencial y virtual tanto en el diagnóstico como en la formulación.
En este sentido, se han puesto en marcha una serie de estrategias, espacios y canales de participación incidente durante las diferentes fases, propiciando el diálogo y la construcción de acuerdos y compromisos compartidos entre los actores del Centro. De igual forma, se han acompañado instancias locales de participación e iniciativas que, sobre estos aspectos, han desarrollado actores públicos, privados y comunitarios, entendidas como “victorias tempranas”. Se ha recibido una respuesta comunitaria positiva frente a la propuesta del PEMP como plan de jerarquía nacional, dentro del cual el componente de participación y co-creación multi-actor se propone como un pilar durante la implementación de este. Algunas manifiestan su agotamiento por la permanente participación histórica, ante lo que debemos responder que al contrario, debemos seguir siendo cada vez más activos todos si queremos lograr avanzar, de ahí la importancia de mecanismos de gestión que involucren a los actores no solo en la participación sino también en la toma de decisiones y la veeduría, otro reto inmenso que tiene el plan.
Entre estos hitos, se destaca el desarrollado de 25 encuentros y experiencias de validación, diálogo y propuesta con 1.327 actores participantes de los sectores público, privado y comunitario. Además de la recopilación de cerca de 500 ideas ciudadanas recibidas a través de los canales permanentes de participación en los cuales han interactuado cerca de 40.000 bogotanos.
¿Cómo será el centro de Bogotá en 10 años? ¿Quiénes lo disfrutarán?
La proyección a 10 años para el Centro Histórico de Bogotá, desde el PEMP, estará enfocada en la solución de los aspectos críticos para la sostenibilidad del entorno patrimonial mediante una gestión capaz de integrar y articular acciones de actores distritales, nacionales, públicos y privados, todo esto orientado hacia una transformación consensuada. En 10 años el Centro debe ser reconocido como el reflejo de la mejor versión posible de Bogotá. Un Centro competitivo reconocido como uno de los más importantes espacios públicos del país y, por ende, será un espacio ideal para la innovación y la formación del ciudadano culto, democrático, responsable y creativo para que podamos proyectarnos en el contexto global como uno de los mayores laboratorios urbanos y uno de los mayores centros de cultura, creación y conocimiento de Latinoamérica.
Entre las acciones territoriales de carácter prioritario se propone la restauración y recuperación del entorno patrimonial deteriorado en términos del espacio público y Bienes de Interés Cultural, la recuperación y re-conectividad del paisaje natural y ambiental y la incentivación de medios de movilidad limpia.
Desde el ámbito normativo y de gestión, se proyecta un Centro que le apunta a una planeación integral, eficiente y efectiva en su intervención y funcionamiento, que promueva la imagen positiva del entorno patrimonial y que sea nodo de cultura en el cual se desarrollen mecanismos para incentivar la economía naranja y la competitividad con base en el desarrollo de carácter endógeno, incentivando la apropiación y co-responsabilidad por parte de una ciudadanía inteligente, capaz de integrarse desde su carácter de centralidad metropolitana y nacional con el entorno de barrios tradicionales, los nodos de conocimiento y el patrimonio, para consolidar un área heterogénea y funcional para el disfrute de residentes, usuarios y visitantes.
Detalle Eje Ambiental. Fotografía del IDPC
¿Cómo entiende usted el concepto de patrimonio? ¿Para qué sirve? ¿Qué tensiones existen frente a él?
Estas dos preguntas podrían convertirse en una sola: ¿Qué patrimonio recibimos y qué patrimonio vamos a dejar a los que vienen?
El patrimonio es lo que tiene valor para una sociedad y es relevante en la medida que tenga significado en la memoria de los ciudadanos. En términos de la Ley General de Cultura, se entiende como vestigio de un valor histórico, estético o simbólico, cuya permanencia y pertinencia estaría condicionada a la protección y el cuidado que la ciudadanía tiene de él por el significado que la sociedad misma le da en su cultura.
Una cuestión fundamental porque a este mundo vinimos a cuidar y ser cuidados, algo imposible si no estamos enraizados en un territorio. De ahí la noción misma de lugar que han desarrollado Heidegger y otros tantos que han querido entender el valor que tiene el cielo-suelo compartido. “El paisaje no es lo que vemos sino lo que somos”, decía Salmona citando a Pessoa.
Hoy en día el patrimonio del Centro Histórico no es del todo reconocido porque no representa aún un valor primordial para la ciudadanía y tampoco se significa en él la vida diaria de los bogotanos. Somos una ciudad joven que creció muy rápido con personas que venían de muchos lugares. En la medida que la sociedad madura le da más importancia a la cultura y con ella se cierra el bucle de lo patrimonial como algo fundamental y no como un castigo, una carga o una afectación a mi inmueble. Ahí tenemos una gran responsabilidad, lo que Carrión llama actores patrimoniales. Quienes trabajamos en y con el patrimonio debemos devolverle el poder público y masivo que tiene esta noción. No puede seguir siendo una discusión encerrada en una élite que no ve la actividad ni las dinámicas, negando la evolución por medio de lógicas conservacionistas que anhelan el pasado, desconocen el presente y velan el futuro, en vez de revelar los valores originales que nos unen como ciudadanos.
Esos actores negativos del patrimonio han alejado la posibilidad de que nos identifiquemos todos en y con el Centro, entendiéndolo como nuestro hogar compartido más importante. Un lugar al que entramos en un imaginario colectivo legible y bello. Un paisaje amable (que puede amarse) que propicie la apropiación y el cuidado de todos. Es una de nuestras mayores herencias y contiene los mayores avances que hemos tenido porque siempre fue un lugar de vanguardias. En una época ávida de originalidad, la mejor manera de encontrar nuevos caminos está en el origen mismo, en la valoración de lo endógeno y en el reencuentro con las raíces. La pregunta por el patrimonio no es una pregunta por el comienzo sino por el sentido de nuestra experiencia como sociedad.