Aún no sabemos qué ha sido realmente el Paro Nacional; pero sin duda, tendrá que ser analizado a nivel de sus implicaciones en nuestra historia reciente, en el impulso a lentas y silenciadas batallas contra el estatus quo de nuestro sistema y en el debilitamiento del presidente y partido político del gobierno actual.
Lo que sí sabemos, es que ha sido impactante. Nunca en mi vida había visto un paro nacional. He podido vivir y asistir a varias marchas durante los últimos años, pero nunca a un paro. Salir en la mañana del jueves 21 de noviembre, alrededor de las 8 de la mañana, fue como salir durante un lunes festivo en ciclovía, pero sin bicicletas y sin carros particulares. Sólo un par de buses, algunas personas y nada más. Nunca me había transportado tan rápido de un lado a otro en esta ciudad. Al llegar a San Victorino, a las 9 de la mañana, y no escuchar ningún producto en oferta, no ver ningún punto de venta callejero, ni escuchar el ruido de centenares de personas corriendo de un lado a otro demostraba, sin duda, que me encontraba ante un evento sin precedentes.
Una vez en la calle, cuando ya habían comenzado las marchas, me encontré con un ambiente tranquilo, tanto de parte de los marchantes, como de los policías. Sin embargo, había dos tipos de lenguajes visuales fuertes. Uno era pasivo y se veía en los edificios y las tiendas: la prevención. De forma justificada, en la mayoría de casos, las paredes y ventanas estaban tapadas con lonas verdes o negras o con tablas de madera en prevención a los grafitis y actos vandálicos comunes de las marchas. El segundo, esta vez activo, estaba presente en los numerosos carteles portados por los manifestantes. En su gran mayoría, los carteles tenían mensajes directos en contra del presidente Duque, del desarrollo de su mandato y del partido al que pertenece. La mayoría de estos, como se vio también en los días posteriores al 21N, recogían inolvidables frases de nuestro elocuente y enterado presidente. Otros hablaban de los múltiples problemas que como colombianos -con p minúscula- enfrentamos este momento: las reformas tributarias, pensional y laboral; el incumplimiento de los acuerdos de paz; los 18 niños que murieron en el bombardeo de Caquetá; el asesinato de líderes sociales; la resolución a favor de la pesca y comercialización de las aletas de tiburones y demás. Por último, estaban otros carteles con problemas de más larga data del país, como las deficiencias en salud y educación, la corrupción, la violencia y los daños ambientales, por mencionar solo algunos.
Para este momento, la ciudad parecía seguir a la espera de los eventos del día, al despertar del paro; y poco a poco, se comenzó a ver el apoyo de las personas. Ya no era sólo la calma y falta de la acción cotidiana, ahora se comenzaban a oír los cantos de las marchas, las personas desde los edificios lanzaban papeles en apoyo al paro, o mejor, en contra del presidente y su(s) aliado(s), y los grupos de personas comenzaban a confluir por la 26; tanto del norte, como del occi-dente. El ambiente continuaba siendo tranquilo, a excepción de algunos casos aislados de ‘capuchos’ quienes fueron abucheados o detenidos por grupos de marchantes que al coro de ‘sin violencia’ o ‘sin capucha’ los fueron aislando y reforzando la intención pacífica que los convocaba.
Por la carrera 7, el ambiente era de pura festividad. Entre el wiphala, la bandera LGBTI, las de los partidos políticos FARC y Maíz, la de la guardia indígena y las diferentes banderas o pancartas de los sindicatos laborales, se escuchaban los reclamos de las diferentes partes. En muchos casos acompañados de tambores,
Manifestantes regresando de la marcha por la carrera 7 con 40.
Manifestantes marchando con pancarta caminando por la calle 26.
Manifestante disfrazado de Iván Duque posando para la foto.
Manifestante con pancarta contra la resolución de caza y comercialización de aletas de tiburón.
Manifestante con bandera de Colombia apoyando el paro y pendiente de su celular.
Manifestante con pancarta marchando por la calle 26 con 10.
Pancarta colgada de la ventana de un edificio en la Jiménez con 6.
los grupos de personas iban caminando hacia el sur. El ambiente que se sentía era de compañerismo y alegría. La gente estaba contenta de ver la creatividad de los di-ferentes carteles y esperanzados con la tranquilidad que daba este día perfecto para salir a marchar. Las nubes que nos protegían del picante sol de la mañana pronto dieron paso a la lluvia. Sin embargo, gracias a la gran previsión de los vendedores colombianos, no faltaron la ‘ruana que va a llover’ ni las sombrillas. Aún así, a pesar de la lluvia y del lento marchar de la masa de personas por la carrera 7, el paro continuó. Se escuchaba duro el coro de “llueva o truene, el paro se mantiene” y entre sombrillas y chompas continuaban avanzando los ríos de gente.
Manifestante con pancarta sobre el paro.
Banderas durante la marcha.
Banderas durante la marcha.
Manifestantes marchando con un inflable de mujer por la calle 26.
Ya entrando a la plaza de Bolívar, espichada junto a cen-tenares de personas con caminar lento, las miraba y las veía contentas. Poco duró mi posibilidad de seguir dis-frutando de esa contagiosa y calmada alegría, porque una pequeña riña, que fue apagada con gritos de “sin violencia’ me obligó a salirme. Poco después escampó, comenzaron los actos vandálicos, se hizo sentir el ESMAD y siguió la parte aburridora y angustiante de las protestas.
Para el momento de mi regreso hacia el norte, lejos ya de la dispersión del ESMAD de la Plaza Bolívar, volví a verme envuelta en un ambiente de calma y extrañeza. La carrera 7, una de las vías más importantes de la ciudad, a las 5:30 de la tarde, le pertenecía a sus ciudadanos de a pie. No había ningún tipo de transporte, todos los establecimientos seguían cerrados y, particularmente en ese momento, todo estaba en silencio a excepción de un pequeño grupo con tambores que iba unas cuadras más adelante. La habitual lluvia capitalina ya había caído, durante varias horas, y ahora quedaban solo las calles mojadas que reflejaban a sus caminantes quienes regre-saban a sus casas con la idea de haber dejado atrás este primer y curioso día del paro. O por lo menos eso creían. Sin embargo, un par de horas luego, llegaría a sus oídos y, en algunos casos luego pasaría a producirse desde sus manos, el sonido de cacerolazos. Esta práctica utiliza-da en otros momentos de protesta en América Latina -que para algunas personas de pensamiento estático o incluso retrógrado es demoniaca y llama a la hambruna y la muerte- resonó por diferentes partes de la ciudad y del país. Junto a ella se podía presenciar la sorpresa de gran parte de los involucrados -pasivos y activos- sobre el brote de protesta en sitios normalmente ajenos a ella. Para algunos, dentro de los que me incluyo, fue el fin perfecto para un día inolvidable y de un sentimiento de orgullo total por el país y su gente. Este, en lo personal, no suele ser un sentimiento frecuente, pero esa noche, entre los pocos cacerolazos de mi zona residencial, lentamente me quedé absorta en el poder que los recuerdos de lo vivido durante el día y esos otros pocos cacerolazos le daban a mi propio cacerolazo.
Camiseta tinturada de rojo en la que se lee “21N” y colgada sobre la carrera 7 con 19.
¿A qué nos enfrentamos entonces con este paro? No queda del todo claro, pues se han encontrado un gran número de reclamos, molestias y exigencias diversas. Sin embargo, lo que sí queda claro es que gran parte de este país está cansado de cómo están las cosas. Queda claro que hay mucha incon-formidad, mucha incomodidad y mucho descontento. Queda claro que las personas se están tomando el tiempo de salir, de ‘parar para avanzar’, de hacer valer su voz y su derecho a demostrar oposición de forma pacífica. Sin embargo, también queda claro que siempre habrá quienes quieren, por ponerlo de alguna forma, “ver el mundo arder”; otros que están com-pletamente obnubilados por la realidad, el sistema y el miedo al cambio y que prefieren quedarse viviendo en el conocido, aunque incomprendido, status quo; y otros pocos que seguirán haciendo todo lo posible por ahondar nuestra dependencia de un sistema injusto.
Esta es sólo la versión de una persona, de un recorrido, de un par de horas y de un día de paro. ¡Cuánto nos hace falta reunir para tener una imagen completa de él y comenzar a contestar a nuestra pregunta inicial! Sin embargo, algo en lo que considero que todas las versiones van a coincidir es en el hecho innegable de que el paro fue y está siendo histórico para nuestro país. ¡Viva el Paro Nacional!.
Manifestantes marchando con pancartas por la calle 26.
Manifestantes con pancarta al inicio
de la marcha por la carrera 10.
Joven con bandera blanca en el inicio de la marcha por la carrera 10.
Manifestantes marchando con pancarta caminando por la calle 26.
Funcionario de TransMilenio posando para la foto luego de estar viendo la marcha
por la carrera 10.
Policías tranquilos viendo pasar la marcha por la carrera 10.
Manifestantes marchando por la carrera 7.