Por: Alejandro Páez Escallón
El Estado nacional moderno ya no es únicamente el detentor del monopolio legítimo de la violencia, sino que por su evolución histórica ejerce diferentes formas de poder y cumple con funciones variadas. Así, si bien el Estado moderno puede representar una forma particularmente concentrada del poder su ejercicio es en últimas un fenómeno relacional. Por eso, debemos explorar las múltiples formas de contacto que este hace con la sociedad teniendo siempre en cuenta que su capacidad lejos de ser monolítica y uniforme es diferenciada y disputada. De esta forma, para comprender las elecciones regionales debemos hacer varias preguntas: ¿cómo se manifiesta el Estado-nación en las regiones más allá de su rol como aglutinador de las violencias?, ¿qué consecuencias tienen estas manifestaciones en el debate sobre desigualdad, desarrollo, y región en Colombia? y ¿por qué hacer una ampliación de su concepto resulta útil para enfrentar los desafíos que la contemporaneidad le impone?
Inicialmente, se parte del supuesto de que el Estado colombiano es un entramado complejo con un devenir histórico particular. Sin embargo, antes de precisar en sus características y retos es importante hacer una regresión para entender qué significa para el mundo el concepto, dónde surgió y por qué. El concepto de “Estado-nación” surge de las singularidades del proceso europeo: desde las necesidades tanto bélicas-coercitivas como del capital que procuraron la concentración del poder en esta estructura específica. Desde los textos de Charles Tilly, específicamente en su libro “Coerción, capital y los Estados europeos” se ha hecho sociología estructural del “Estado-nación”; posteriormente, se han explicado la necesidad de un aparato burocrático para desembocar en este Estado cuyas funciones son, cada vez más, crecientes. Si bien esta línea belicista y económica nos da perspectivas útiles para entender el concepto es necesario hacer unos ajustes desde el territorio y sus experiencias para develar sus singularidades relacionales. De este modo, se enfatiza en que la construcción del Estado-nacional colombiano debe ser estudiada desde reconfiguraciones de balances de poder continuas que divergen de aquellas que experimentaron los Estados europeos. En consecuencia, un recorrido histórico de la configuración de estructuras de gobierno singulares colombianas arrojará perspectivas más amplias para entender no solo como se manifiesta el Estado sino las tensiones que este estimula y experimenta y sus formas de vincularse con el territorio y sus habitantes. En este debate se deben comprender las relaciones entre élites nacionales y subnacionales, formas de acción diferenciada de la coerción, y cambios situados temporalmente que esbozan patrones recurrentes de cambios en las dinámicas de los equilibrios institucionales. En síntesis, es necesario un estudio de dichas configuraciones legales y sociales cuya ontología comprende no una concepción europea del término “Estado” sino una donde este concepto se moldee con las experiencias específicas de su manifestación. Existe todavía un vacío académico: la conformación de un modelo teórico que nos permita entender las características de los Estados latinoamericanos. Específicamente para Colombia: reconocer una mayor cantidad de actores y conflictos sociales que aparecen para dar cuenta del Estado como un entramado de arreglos institucionales más complejos.
Aquí el debate sobre región se hace evidente y necesario: en específico por la asunción de que el Estado se configura y redefine de manera relacional. Lo anterior conlleva a la conclusión lógica de que el “Estado” es menos centralizado que aquel del tipo ideal. Es decir: en las regiones, sus élites, la contingencia política y el carácter co-creador del poder configura las formas específicas en las que el Estado se manifiesta. No es que las teorizaciones weberianas (el Estado como monopolio legítimo de la violencia con burocracia especializada y racionalizada) o las neo-weberianas (expresadas en términos como “Estado fallido”, “Estado colapsado”, “Estado diferenciado”) sean incorrectas, pero sí insuficientes. El Estado es al tiempo un espacio, un actor y un recurso que está lejos de presentarse como monolítico en todas partes. Solo desde el reconocimiento de la complejidad organizativa del Estado y superando las concepciones minimalistas del Estado podemos observar sus múltiples puntos de contacto con la sociedad. Y, por esto, al dar cuenta de que existe la contingencia como posibilidad política de construir y/o mantener arreglos variados favorables para actores (plurales, aunque reconociendo asimetría de poder: por ejemplo, élites económicas), la variable de región se hace imperativa. En pocas palabras, las características endógenas nos ayudan a rastrear la manifestación del entramado complejo de relaciones que supone e. Estado.
Retomando la discusión sobre región, la concepción del Estado como un espacio, actor y recurso complejo nos invita a observar grados de autonomía que los múltiples actores llegan a disponer. Nos invita a poner el acento sobre el poder coercitivo que se gesta desde el complejo espacio estatal: dar cuenta de entramados diversos entre élites regionales, actores armados, Estado central, sociedad civil, etc. Las elecciones regionales son un momento donde podemos observar estos nodos de intereses y presiones. Nos permiten observar las desigualdades históricas del país y cómo ellas se configuran y luchan contra el poder central. Las elecciones regionales nos permiten observar los arreglos y equilibrios de poder territorialmente específicos frente al Estado. Es imperativo para la Ciencia Política encontrar estas diferenciaciones de modo que los estudios sobre el Estado no se concentren únicamente en las regiones alejadas y en contextos de violencia; desde la asunción de que el Estado no es monolítico debemos considerar los grados de autoridad que tiene en territorios diferentes. Solo una teorización de este carácter nos permitirá apartarnos de modelos teóricos desarrollados para experiencias particulares (eurocéntricas) y comprender la complejidad y el matiz que implican no solo desde la región latinoamericana sino dentro del territorio nacional. Así, el Estado ya no es una caja negra que no podemos abrir para generar consideraciones sobre estos conceptos. La apertura de este es crucial para señalar cómo las relaciones de poder mutan, crecen y cambian.
En conclusión, la desatención de las fuerzas cambiantes en clave regional nos ha llevado a marcos de interpretación en los que la contingencia y la complejidad entre múltiples actores estatales y no estatales son ignoradas. Si bien hay un consenso académico sobre la característica presencia diferenciada del Estado, en los territorios no ha habido un reconocimiento de las formas disímiles en las que se generan acuerdos y relaciones. Ver el Estado como unitario y monolítico presenta retos para entender procesos de configuración estatal en clave regional. Por esto, es necesaria una interpretación teórica que procure amarrar la singularidad de estos entramados múltiples a las lógicas políticas nacionales y por tanto del Estado central. En este sentido, es importante matizar la insistencia del ideal del Estado moderno weberiano como único acuerdo político a alcanzar. Lo anterior con el objetivo de estudiar formas alternativas de organización política-estatal y no estatal en clave subnacional. Finalmente, el entendimiento de este entramado más amplio nos permitirá comprender los resultados de las elecciones regionales para interpretar desde sus múltiples aristas procesos históricos de largo aliento como lo es la construcción del Estado.
Referencias
- Bejarano, A. & Pizarro E. (2002) «From «Restricted» To «Besieged»: The Changing Nature Of The Limits To Democracy In Colombia». Kellogg Institute.
- Fernández, Juan José (2021) Elites, Caña y configuración estatal. Valle del Cauca y Colombia durante el siglo XX. Cali:ICESI.
- González, F. (2003). “¿Colapso parcial o presencia diferenciada del Estado en Colombia?: una mirada desde la historia”. Colombia Internacional.
- Safford, F. (1983). “La formación de los partidos políticos durante la primera mitad del siglo XIX”, Aspectos polémicos de la historia política colombiana del siglo XIX. Bogotá; Fondo Cultural Cafetero, 11-28.
- Orjuela, L. (2010). “Cuatro décadas de reflexiones sobre el Estado en Colombia”. En Luis Javier Orjuela (comp.), El Estado en Colombia. Bogotá: Ediciones Unidas, 19– 39.