Por: Daniel Garzón
Los partidos políticos son fundamentales para el óptimo desarrollo de la democracia representativa puesto que sin ellos no es posible canalizar los intereses y demandas de la ciudadanía. En ese sentido, si los partidos políticos no cumplen con la función de representar, o lo hacen de manera limitada, la democracia representativa resulta afectada. Sin embargo, pese a su relevancia, estos no son concebidos por la ciudadanía de forma positiva e incluso ciertos sectores de la sociedad cuestionan su existencia. En detalle, investigaciones recientes sobre partidos políticos colombianos demuestran un alto nivel desapego: según Observatorio de la Democracia, la afinidad partidista, entendida como la cercanía que experimenta una persona hacia determinado partido político, fue apenas del 20% durante el 2020. Asimismo, estudios liderados por el Barómetro de las Américas develan que se trata de un fenómeno distribuido a lo largo de América Latina puesto que apenas el 17,5% de la población confía en los partidos políticos (). Por lo tanto, dado el evidente distanciamiento y desapego hacia los partidos políticos, es pertinente ahondar en los motivos por los cuales la ciudadanía no siente afinidad ni confianza por ellos.
Antes de examinar las tareas que deben cumplir los partidos es importante definirlos. En ese sentido, acorde a una perspectiva minimalista los partidos políticos son una agrupación de candidatos que compiten en elecciones. No obstante, autores como Luna (et.al. 2021) manifiestan que además de concebirse desde la definición minimalista, los partidos políticos deben pensarse como vehículos electorales que cumplen dos funciones: coordinación horizontal (CV) y agregación vertical de intereses (AVI). El primer componente refiere a la capacidad que tienen los partidos de coordinar a sus integrantes durante campañas y el periodo entre elecciones. En el primer escenario, deben monopolizar la selección de candidatos, la coordinación de la estrategia electoral y emplear el mismo logo de campaña, emblemas y colores del partido. En el segundo, han de coordinarse en el Congreso y en los gobiernos locales, mediante disciplina partidista, y consistencia en las políticas, a nivel local. Por otro lado, el segundo aspecto alude al rol que tienen los partidos en la movilización electoral colectiva de intereses e intermediación y canalización de demandas. Para conseguirlo es indispensable que posean una plataforma electoral que articule las demandas de múltiples sectores sociales. De igual modo, la intermediación y canalización se consigue si los partidos tienen vínculos con organizaciones de la sociedad civil.
En esta línea, pueden identificarse diferentes tipos de vehículos electorales, a partir de cómo cumplen con la CV y la AVI. Específicamente, si hay CV y AVI, se trata de un partido político. En contraste, si hay coordinación, pero no agregación, se trata de un partido sin raíces. Pero si ambos factores están invertidos, es decir, hay agregación pero no coordinación, se trata de un partido descoordinado. Por último, si no se cumple ninguno de los dos elementos, se trata de una organización independiente. De tal modo, reconociendo que puede haber múltiples vehículos electorales según si cumplen o no con la CH y AVI, podría considerarse que la poca simpatía y desconfianza hacia los partidos políticos en la región y Colombia no es en sí en contra de ellos sino más bien es en contra de los diferentes subtipos, en especial los partidos sin raíces y partidos descoordinados por su incapacidad de representar los intereses de la ciudadanía.
Específicamente, para el caso colombiano Wills-Otero et. al. argumenta que el Partido Conservador (PC) y el Partido Liberal (PL) no son partidos políticos puesto que no cumplen con los requerimientos de CH y AVI. En ese sentido, son un partido descoordinado y partido desarraigado respectivamente. Esto debido a que, durante el Frente Nacional, los dos se centraron más en la competencia por la distribución de los recursos del gobierno que en la representación (). En consecuencia, experimentaron una desideologización que se tradujo en la difuminación de diferencias programáticas entre ellas. Asimismo, la ausencia de agendas programáticas exacerbó el desencanto y desapego de los votantes. Para solucionar la reducción de afinidad partidista, adoptaron estrategias clientelistas: los lideres regionales que ocupaban cargos burocráticos en instituciones estatales favorecían mediante la asignación de contratos y trabajos en el gobierno a quienes votaran por ellos.
De tal modo, en cuanto a la coordinación horizontal, las autoras la estudian durante y entre elecciones. En cuanto al primer momento, describen que el PL escoge a sus candidatos presidenciales a través de consultas populares en las que cualquiera puede participar. No obstante, pese a que el propósito de la consulta es establecer un consenso dentro del partido, esta provoca fracciones internas que resultan escindiéndolo. De igual modo, la selección de candidatos recae más en la voluntad de antiguos ex presidentes que en las bases populares del partido. En contraste, aunque el PC tiene convenciones nacionales y descentralizadas que facilitan la selección de candidato, también experimenta fracciones internas. Adicionalmente, es oportuno señalar que las élites regionales han erosionado el poder de las élites nacionales, pues, a pesar de que las últimas escojan candidato, esto no implica que sea apoyado por las primeras. En contraste, entre elecciones, la evaluación es más compleja puesto que si bien la Ley de Bancadas del 2005, la cual establece que los integrantes de un mismo partido político deben actuar como un bloque, ha contribuido a que en ciertas instancias ambos partidos cooperen como una sola unidad. Esto no ha impedido el desarrollo de iniciativas legislativas individuales. En adición, la desideologización ha contribuido a que integrantes de ambos partidos apoyen iniciativas contrarias a los estatutos de los partidos de los cuales hacen parte, como también la carencia de pragmatismo ha disminuido la coherencia entre las agendas nacionales y las subnacionales.
Por otro lado, referente a la AVI, la presencia de direcciones departamentales, comprendidas como subdivisiones de los partidos, vínculos clientelistas y regionalización de las políticas, entendida como la predominancia de políticas subnacionales sobre las nacionales, ha entorpecido la institución de estructuras ideológicas (). No obstante, pese la ausencia de una agenda programática clara, Wills-Otero et. al. considera que la agenda del PL es socialdemocracia pues promueve los derechos humanos y sindicales, la protección del medioambiente, y rechaza al neoliberalismo, a pesar de que en ciertas ocasiones haya apoyado políticas neoliberales. Por su parte, la agenda del PC remite a valores cristianos y humanistas. Consecuentemente, el partido apoya iniciativas reaccionarias, es decir, conservadoras, como la oposición a la legalización del aborto, la eutanasia y el matrimonio de parejas del mismo sexo. Por otro lado, relacionado a las bases de apoyo, las relaciones que mantenía el PL con sindicatos, organizaciones de mujeres y derechos humanos, la Internacional Socialista y empresarios se han debilitado. En oposición, el PC preserva el apoyo de asociaciones como el Comando Femenino, Comando de Trabajadores y sectores económicos relevantes.
En suma, por haber priorizado el acceso a los recursos del Estado durante el Frente Nacional, los partidos tradicionales, el PC y PL, restaron importancia a su pragmatismo e ideología y a su vez, dado el desapego de la población que generó la falta de representación, recurrieron al clientelismo para no perder relevancia entre la población. La predominancia de las relaciones clientelares restó atención a la AVI y la escisión producida por las disputas internas y tensiones con las élites subnacionales entorpeció su CH. Así pues, reconociendo la poca agregación vertical de intereses y la dificultad fomentar coordinación horizontal, ambos partidos son subtipos de partidos más que partidos políticos. En ese sentido, es factible considerar que el descontento y desapego hacia los partidos políticos proviene de su incapacidad de representar los intereses de la ciudadanía y actuar de forma eficiente más que en contra de los partidos políticos en sí. No se trata de que hayan agotado, por el contrario, ni siquiera se han establecido con el vigor necesario para canalizar las demandas e intereses de la población. La pérdida de apoyo, afinidad política y confianza es en contra de los subtipos de partidos y no contra los partidos políticos. Por ende, recae en ellos, los partidos, recuperar la confianza, legitimidad y simpatía que perdieron puesto que son los encargados de representar los intereses de la población desde una perspectiva institucional. Sin embargo, para conseguirlo es menester que se reformen en pro de mejorar su CH y AVI. De no hacerlo, inevitablemente propiciarán su propia implosión, fenómeno que sin la menor duda, ha estado ocurriendo desde el comienzo de siglo.
Referencias
- Luna, Juan Pablo et.al. 2021. Political parties, diminished subtypes, and democracy
- Wills-Otero, Laura; Bibiana Ortega & Viviana Sarmiento. 2021. “The Colombian Liberal Party and Conservative Party”. En Luna, Juan Pablo; Rafael Piñeiro; Fernando Rosenblatt, & Gabriel Vommaro (Eds.), Diminished Parties: Democratic Representation in Contemporary Latin America. Cambridge: Cambridge University Press:151-172