Durante la campaña presidencial del 2022, el Pacto Histórico enfatizó en la paz como eje central de su plan de gobierno. Específicamente, luego de haber ganado las elecciones, el presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez, han liderado múltiples reuniones en las zonas periféricas del país centradas en escuchar las peticiones de la población para garantizarle mejores condiciones de vida según sus necesidades. De las más llamativas puede destacarse la realizada en el municipio de El Tarra, localizado en el Catatumbo. El objetivo de esta era evaluar la situación de seguridad en la región. Específicamente, se determinó que el 24 de agosto del 2022, es decir, durante el primer mes de gobierno, sería la fecha del comité de seguridad. Sin embargo, debido a que la avanzada del presidente sufrió un atentado, el comité fue reubicado en Cúcuta por decisión del ministro de defensa Iván Velázquez. No obstante, a pesar del percance, el 26 de agosto el presidente logró desarrollar la reunión en El Tarra[1]. En dicho evento, Petro manifestó la necesidad de construir una universidad en ese municipio pues, según él, la educación superior permitiría garantizar mejores condiciones de vida para la población. El incrementar el nivel educativo de la población permite que esta no incurra en las actividades ilícitas pues por medio del trabajo legal puede satisfacer sus necesidades básicas gracias al salario. En
[1] (La Silla Vacía, 2022)
otras palabras, la construcción de la Universidad del Catatumbo ayudaría a reducir el nivel de violencia en El Tarra y municipios aledaños por brindar la posibilidad de incrementar el nivel educativo. De ese modo, el presente artículo analizará cuál es el primer paso para asegurar la Paz Total.
En primera medida, debe destacase que el concepto de paz puede entenderse de dos maneras: paz negativa y paz positiva. La primera considera la ausencia de confrontación directa – es decir, un conflicto armado – como paz, mientras que la segunda considera que esta solo es factible con la reducción de la violencia[1]. Dicho de otro modo, la paz negativa centra su atención en el desarrollo de un conflicto bélico entre dos o más actores por considerar que la violencia es generada exclusivamente por el enfrentamiento armado. En contraste, como la paz positiva considera que pueden presentarse diferentes tipos de violencia; simbólica, estructural, económica, etc.…, esta permite analizar otras prácticas violentas más allá de la guerra. En ese sentido, situando ambas categorías de paz en el caso colombiano, es claro que ambas coexisten pues determinadas zonas del país experimentan ambas a la vez, ninguna de las dos o una más no la otra. Para ejemplificarlo, por un lado, el Estado está en disputa directa con adversarios que se oponen a él, como lo son las guerrillas – Segunda Marquetalia, el ELN y las disidencias de las FARC-, y Grupos Armados Organizados, como el Clan del Golfo, Los Rastrojos, entre otros.
[1] (Fisas, 2006, pág. 21)
Reconociendo las limitaciones del Estado colombiano, entre las cuales está su incapacidad de proveer servicios y bienes públicos de forma universal para todos los ciudadanos como la educación universitaria, ante todo debe garantizarse el monopolio de la fuerza, pues este permite proveer el acompañamiento institucional del Estado en las regiones las que más lo requieren
Asimismo, actos de violencia sistemática como los feminicidios y homicidios que acontecen en el país impiden un escenario de cero violencias. No obstante, aunque la paz negativa y paz positiva son igual de importantes, intuitivamente, parecería más sencillo garantizar la primera que la segunda pues independientemente de los medios por los cuales se consigue el fin del conflicto armado, en el instante en el que cesa el fuego entre los bandos beligerantes, se consigue la paz. Por otro lado, el conseguir la paz a través de la disminución y erradicación de los diferentes tipos de violencias es un ejercicio más complejo pues requiere que se definan qué clase de violencias hay; no es posible combatir un fenómeno social cuando se desconoce qué es, y priorizarlas según su importancia para así combatirlas. Para ejemplificar la complejidad que acarrea intentar categorizar los tipos de violencia, se acude a dos visiones totalmente distintas pertenecientes a la literatura académica. Según el sociólogo Fisas, existen dos tipos de violencia: la estructural y la cultural. En la primera, no hay perpetradores a quienes se les pueda imputar responsabilidad por las situaciones que padecen las víctimas. Mientras, la segunda sucede por la asimilación de la violencia a través de costumbres y tradiciones[1]. De tal modo, podría considerarse que la imposibilidad de acceder a la educación superior por la falta de instituciones educativas es violencia estructural por negar el derecho a la educación, como también es violenta la discriminación que experimenta la comunidad LGTBIQ+ por causa del comportamiento los sectores conservadores de la sociedad hacia ellos.
[1] (Fisas, 2006, pág. 29)
Sin embargo, tal y como se mencionó, es complejo -más no imposible – reducir dichas violencias, debido a que no se le puede asignar a nadie de forma explícita la responsabilidad de dichos sucesos. Así pues, reconociendo que la paz negativa al menos traza un objetivo más preciso, el cual es el cese del conflicto, se devela que un primer paso para alcanzar la paz total propuesta por el Pacto Histórico recae en finalizar el conflicto armado con los múltiples actores que están inmersos en él. Al garantizar el cese del conflicto, inmediatamente se obtendría la paz negativa, dado que el Estado colombiano recuperaría el monopolio de la fuerza. Esto implicará que cuestiones básicas como el tener la facultad de movilizarse por el territorio nacional serían posibles sin riesgo alguno. Esto es más claro con la situación que experimentó la comitiva del presidente. El haber reubicado el comité de seguridad por la misma inseguridad que significaba realizarlo en El Tarra manifiesta que en la actualidad ni siquiera la máxima figura del Estado Colombiano tiene asegurada la integridad de su vida si decide transitar por el país. Por ende, reconociendo las limitaciones del Estado colombiano, entre las cuales está su incapacidad de proveer servicios y bienes públicos de forma universal para todos los ciudadanos como la educación universitaria, ante todo debe garantizarse el monopolio de la fuerza, pues este permite proveer el acompañamiento institucional del Estado en las regiones las que más lo requieren: en el instante en el que el gobierno aseguró el control de la zona realizó acorde a lo planeado el comité de seguridad en El Tarra, y en esa misma reunión, luego de analizar la situación de la región, reconoció la necesidad de construir una universidad para proveer educación superior en el Catatumbo.
Bibliografía
- La Silla Vacía. 2022. Petro llega finalmente a El Tarra, Catatumbo. Recuperado 20 de abril del 2023 de: Petro llega finalmente a El Tarra, Catatumbo (lasillavacia.com)
- Vicent Fisas. 2006. Cultura de paz y gestión de conflictos. Barcelona: Icaria-antrazyt- UNESCO