La vida del entrevistado es un reflejo de una lucha que lastimosamente lleva viva durante siglos, una en la que las autoridades colombianas entregan el territorio y sacrifican el vivir de comunidades por capital extranjero. En las propias palabras de Orlando: “esto que estoy viviendo, este desplazamiento es una historia terrible de violación de derechos humanos masiva y sistemática por estas multinacionales”; me dijo nostálgico en su “cambuche” al frente de las oficinas de Enel-Emgesa cerca al parque de la 93, en Bogotá.
Con 67 años Orlando Ramírez, un pescador artesanal huilense, vive en una pequeña edificación construida por él mismo, a partir de madera y plásticos. Alrededor de su pequeño cambuche hay grandes pancartas que resaltan por sus llamativos enunciados como: “aquí lucha y sobrevive en resistencia un campesino pescador desplazado por estas corruptas multinacionales extranjeras que están convencidas que todavía este país les pertenece y por eso nos tratan como su colonia”. Esto en referencia a la construcción de la central hidroeléctrica El Quimbo, entre los ríos Páez y Magdalena, por parte del consorcio español-italiano de las transnacionales Enel y Emgesa. Tras presentarse y ofrecerme un asiento afuera de su vivienda, Orlando llenó de ira, tristeza y recuerdo me contó sobre sus experiencias: el desplazamiento, la injusticia y su resistencia. A partir de su historia construí este artículo como una manera de visibilizar una voz que el Estado y las corporaciones se niegan a reconocer. Por tanto, este texto corresponde a una recopilación de las afirmaciones de Orlando, una descripción propia de su lucha.
Las palabras del pescador
*A continuación, encontrará una transcripción de la versión de los hechos de Orlando, la cual de forma alguna representa una acusación por parte del periódico y/o su autor.
Fue un cambio del cielo a la tierra, de vivir en libertad con ese río tan abundante antes de que llegara esa gente. Hace 13 años comenzaron a hacer sus actividades, supuestamente legales, pero a comienzos del 2012 empezó a acabarse el pescado, revolcaron y contaminaron los ríos, se tomaron toda la región. Antes de su llegada vivíamos sabroso, siempre respondí por mis hijos con la pesca, nunca les quedé mal, pero después de que llegaron ya no les pude mandar nada; les tocó retirarse del colegio. En la vereda murieron dos por sufrimiento y hambre, les negaron https://sharksinfo.com/ derechos de restablecimiento de condiciones de vida, inundaron el territorio. Además, el Estado expropiaba si no vendíamos propiedades, les prestaron a las multinacionales la policía, el ejército y el ESMAD, consiguieron vigilantes y así se apoderaron de la región para excavar los ríos, supuestamente para sacar materiales para la obra. Pero lo que sacaron fue oro, por cinco años excavaron los dos ríos, el Páez como 20 kilómetros y como 50 del Magdalena.
Foto 1: Represa Hidroeléctrica El Quimbo en el departamento del Huila.
Todo comenzó en el 2009 cuando empezaron a actuar sin una licencia ambiental, que obligaba a las multinacionales a realizar un censo sobre todos aquellos a los que la construcción de la represa iba a perjudicar. Comenzaron a apoderarse del territorio, entraron a excavar los ríos, con miles de volquetas que sedimentaron y contaminaron. Además, a las orillas empezaron a talar la selva para construir sus carreteras. La primera afectada fue la pesca, la empresa estaba obligada a censar a todos los habitantes para incorporarles al proyecto de restablecimiento de condiciones de vida. Pero, este consorcio de malditos violadores de derechos humanos censó a los que se les dio la gana. Esos procuradores ambientales y judiciales del Huila fueron cómplices, les legalizaron todo, justificaban todas sus actuaciones y pasaron encima de las comunidades.
En el 2013, yo, como presidente de la junta de acción comunal de mi vereda, denuncie ante el procurador ambiental que no me censaron ni a mí ni a mi comunidad. El cual respondió que los únicos que podían obligar a la multinacional a hacerlo eran los jueces que eran difíciles de convencer, pasando por encima de las peticiones comunitarias. El procurador acompañó a este pícaro [refiriéndose al representante legal del consorcio de las multinacionales] que vino a dañarme las pancartas y en una notaría de Garzón, Huila les firmó escrituras públicas y así, legalizaron el proceso. El DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) estudió este censo y encontró que la empresa había actuado irregularmente; a su vez, La Controlaría encontró que la ANLA (Autoridad Nacional de Licencias Ambientales) no había obligado al consorcio a cumplir con la licencia ambiental. Estas irregularidades provocaron que la Corte Constitucional emitiera una sentencia (T-135 de 2013), en la cual obligan al consorcio a realizar un nuevo censo.
Pero, estos corruptos vuelven a burlarse de la gente, se presentan nuevas personas al censo y al año empiezan a contestar. Llegaron a las casas los resultados, que disque no llenaba cualidades y requisitos ¿acaso qué debo cumplir para que se me restituya mi derecho al trabajo, seguridad alimentaria y vida? La ANLA, que son unos corruptos, pero de **** ******, eran la autoridad competente en El Quimbo, unos violadores de derechos humanos la crearon para hacer el trabajo sucio del Ministerio de Ambiente. Por ocho años o más me han dicho que no me van a restituir, es que deben ser empleados de la multinacional, la ANLA se niega a proteger los derechos de los ciudadanos, pero para eso está instituida. Cómo se van a negar si tienen una orden judicial encima de la Corte Constitucional que las obliga, yo he hecho varios derechos de petición para que le hagan valoración a mis pruebas y cumplo con las cargas probatorias; es decir, probar que realizaba actividad económica afectada y que la realizaba en área de influencia directa. Pero, la empresa se inventó que no iba a incluir a Puerto Seco [donde Orlando pescaba], solo a los que vivían encima de la represa, desconocieron estos corruptos la licencia ambiental y el Estado lo permitió. Para la ANLA somos una colonia, le trasladan autoridad a un poder extranjero, disque ellos no son competentes para decir si tengo derecho a restitución, sino es la multinacional quien lo decide, se despojan de autoridad sobre el restablecimiento de mis derechos y se lo trasladan a un consorcio extranjero.
¿Por qué actúan así? para mí son delincuentes, ellos han impedido, más que todo la ANLA y los procuradores ambientales que haya justicia en El Quimbo. El Estado de Derecho no existe, no actúan como autoridades competentes, se niegan a proteger los derechos de los ciudadanos colombianos. Yo no les pido nada a esos triple hijos de **** , me certifican mis pruebas todas las autoridades competentes: el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario), INPA (Instituto Nacional de Pesca y Acuicultura), AUNAP (Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca), la Fundación Humedales y hasta la junta de acción comunal de mi vereda. Pero, como a esas multinacionales les permitieron ser juez y parte, disque yo no reunía cualidades, no tenían que buscar ni cualidades ni defectos, solo ver que cumpliera con las cargas probatorias y finalmente incluirme en el proyecto de restablecimiento de condiciones de vida.
Si me toca morir al frente de estos hijos de **** aquí muero y ya llevo acá año y medio. En Bogotá, como desplazado, cinco años pensando que como tengo todas las pruebas me iban a proteger. Tres años en la Plaza de Bolívar, más de 1000 días, al frente del presidente, cortes, congresistas y alcaldías, ¿dónde está el Estado de Derecho?, una democracia sin justicia no existe eso es pura ******. Yo nunca he violado la ley, no he ido a una cárcel ni de visita, no tengo ni un comparendo. Ellos violaron los derechos de mi comunidad, fui víctima de despojo y testigo de cómo despojaron a mi vereda. Ese consorcio se robó la compensación de 25000 personas y tristemente no hay una autoridad que defienda nuestros derechos, las multinacionales son las dueñas de este país. Llegué en septiembre de 2020 acá [al frente de las oficinas de Enel-Emgesa] con un sartén a hacer bulla, mandaron a traer a la policía. El primer día tendí un plástico, me quedé en el suelo y llegó un tipo a lanzarme un polvo en la cara, sentí ardor en los ojos y piel, eso era para asustarme. Como a los veinte días tenía agendada una cita médica en Compensar, donde tengo salud subsidiada, y se dieron cuenta que me fui y cuando llegué, por la tarde, me habían recogido todo, me dejaron sin con que cambiarme, sin una cobija; así duré un mes.
Ahorita llegó ese hijo de ****, supuestamente representante legal de la multinacional, a romperme mis pancartas, pero estoy en espacio público. Una vez me entraron una bolsa de marihuana al cambuche. Llegó la policía que disque “¿usted qué fuma aquí?”, eso nunca había pasado. Respondí “yo no fumo el humo me fastidia”, me habían metido una bolsa con papeletas de marihuana, como no han podido sacarme legalmente. Pero yo estoy en espacio público realizando una protesta pacífica, yo no pienso dejar de protestar y estoy dispuesto a morir aquí si me toca, ya voy diez años. En lo jurídico queda la última instancia, que la Corte Constitucional revise mi caso, pero ¿qué son diez años más?
Para reflexionar
Independiente de la postura política que se tenga la historia de Orlando es una oportunidad de reflexión, un posible cuestionamiento hacia conceptos que hemos naturalizado como siempre positivos. El caso de El Quimbo permite entender como detrás del afán por el desarrollo existe el desplazamiento forzoso y la destrucción de ecosistemas. A su vez, al escuchar a sus víctimas, se hace evidente la necesidad de cuestionar al Estado por la manera en que articula negocios sobre el territorio y se relaciona con aquellos a quienes perjudica. Además de como las ganancias, que parecen justificar cualquier atrocidad, no favorecen a las comunidades aledañas, sino a las grandes empresas extranjeras que, con el apoyo del Estado, afectan irreversiblemente el equilibro ecológico del paisaje. Las múltiples aristas de esta problemática parecen remitirnos a un proceso de dominación, uno que permite que gobiernos como el colombiano entreguen su estabilidad ambiental y social a las nociones de progreso de poderes ajenos. Tal como escribe Orlando en una de sus pancartas, que pueden visitar frente a las oficinas de Enel-Emgesa cerca al Parque de la 93: “el colonialismo sigue, los países colonialistas de siempre ya no practican su dominación a sangre y fuego, hoy en día la ejercen por multinacionales”; nuestro sometimiento no se acabó en 1820, este aún está arraigado dentro de nuestra sociedad. Desde el abogado blanco-mestizo que sintió que podía destruir los letreros que hizo Orlando, hasta un gobierno que es capaz de sacrificar las formas de existir de comunidades ribereñas para cumplir con sus acuerdos frente a conglomerados europeos. La explotación del territorio y de su gente a costa de una elite emblanquecida que desde grandes centros urbanos decide en nombre de pueblos racializados y periféricos no es un evento del pasado es la realidad de nuestro presente. Ahora, simplemente cambiamos su justificación, antes como una colonia al yugo de ideas monárquicas, ahora como un país en vía de desarrollo arrodillado ante el pensamiento neoliberal.
Este artículo, que busca visibilizar la voz de Orlando Ramírez, como víctima de la construcción de la represa de El Quimbo, permite cuestionar el actuar del Estado, de las multinacionales y hasta el propio. Dado que, la primera reacción pública ante un megaproyecto de infraestructura tiende a ser de elogios y satisfacción, pero pocas veces de reflexión hacia el impacto que pudo tener en el ecosistema y el diario vivir de los habitantes del territorio. Sin lugar a duda la lucha de este pescador huilense, que a diario se enfrenta con un sistema que permitió entregar el río por el cual vivía al extractivismo europeo, es una oportunidad para transformar nuestras percepciones. El desarrollo no debería construirse a costa del sufrimiento de comunidades, del daño irreversible hacia las cadenas biológicas y las relaciones ecológicas. Está en nuestras manos efectuar un cambio, el cual debe iniciar por la manera de pensar y relacionarnos, por cuestionar la concepción errónea que por siglos a privilegiado la visión europea sobre la de comunidades autóctonas. Así pues, esta narrativa podría terminar convirtiéndose en una última reflexión hacia el significado de pertenecer a esta tierra, a lo problemático que es pensar que el territorio está para entregarlo a la explotación de extranjeros y que los pueblos que viven junto a él no merecen tener la última palabra. Al final todo se remite a cuestionar el sistema de relaciones sociales que hemos construido y el cual habitamos, este inicia por nuestra forma de pensar, la cual tiene el poder de reproducir o transformar testimonios como el de Orlando. El futuro de este pedazo de planeta que asimilamos como propio está sujeto a la narrativa que decidamos seguir, todo depende de sí, como sociedad, perpetuamos la necesidad de explotar al territorio y su gente para progresar, o decidimos cuidar, desde el entendimiento y el respeto por los modos de vida comunitarios, al espacio y a su gente.
Bibliografía:
Foto 1: https://www.radionacional.co/actualidad/tribunal-reconoce-dano-pescadores-afectados-por-hidroelectrica-el-quimbo