Hecho por: Sara Sofia López Ferreira
Si bien Colombia en los últimos años ha llevado a cabo grandes esfuerzos para garantizar una educación con cobertura y de calidad, los hechos demuestran que aún falta bastante. Según la OECD (2024), el país se encuentra con uno de los porcentajes más altos de estudiantes repitentes en el grado primero. Esta situación denota que no se están ejecutando de manera apropiada las intervenciones gubernamentales en materia de educación. Con esto quiero sugerir que el aprendizaje consta de ciclos y procesos y, por tanto, el incremento de repitencia en el grado primero podría estar vinculado a los grados que lo anteceden (transición, jardín y prejardín).
El preescolar hace parte de una de las fases de aprendizaje más importantes en el ser humano, ya que durante esta se desarrollan áreas cognitivas, sociales y emocionales que establecen bases sólidas para la formación del infante (UNICEF, s.f.). Un ejemplo de ello se evidencia en el momento en el que hay un juego y alguno de los participantes pierde: se experimenta, en muchos casos, frustración. Entonces, el experimentar esta sensación y aprender durante esta etapa a manejarla le permitirá al infante tener un mayor umbral de tolerancia y así lidiar con los retos del entorno.
Además de ello, la educación inicial resulta crucial para los niños, pues les incrementa las posibilidades de permanecer en el sistema educativo, ya que obtienen un primer contacto con el ambiente escolar, facilitando su estabilidad en los siguientes niveles de escolaridad.
Por tal motivo, es esencial observar la etapa inicial de formación como las bases de un gran futuro. Sin embargo, esto es completamente arbitrario, ya que la inaccesibilidad a la educación inicial ha propiciado la perpetuidad de desigualdades significativas y de brechas sociales. Un hecho ineludible frente a este desafío es que, pese a que la Constitución emite que se debe garantizar el acceso a la educación inicial gratuita y de calidad, nada más se dicta como obligatorio cursar el grado de transición (artículo 67 de la Constitución Política y el artículo 17 de la Ley 115 de 1994), excluyendo del sistema público los niveles de prejardín y jardín. De esa manera, la Constitución establece que no es obligatorio que todos los infantes accedan a la educación inicial. Esto plantea una serie de retos, pues esta medida, por más que luzca inofensiva, dentro del sistema educativo es completamente riesgosa para los infantes del país, aún más para aquellos que se encuentran en zonas vulnerables, ya que se les está privando absolutamente de la posibilidad de beneficiarse de un aprendizaje temprano de calidad.
Frente a ese panorama, ha habido intentos por cambiarlo. Por ejemplo, el artículo 15 de la Ley 115 de 1994 y las declaraciones de la UNICEF han buscado respaldar la obligatoriedad de prejardín y jardín en la educación estatal, puesto que es fundamental para garantizar las bases de un futuro brillante. El artículo 15 de la Ley 115 de 1994 establece que los grados prejardín y jardín se comprenden dentro de la educación preescolar; sin embargo, el curso de transición se declara el único grado obligatorio dentro de las instituciones estatales. Esto, sin duda alguna, resulta nocivo para aquellos infantes cuyo contexto no les permite ingresar a estos dos primeros cursos de manera particular o para quienes se encuentran en las zonas rurales del país.
La necesidad de que sean obligatorios se ha discutido por la UNICEF, que ha afirmado que estos dos cursos comprenden la enseñanza de varios aprendizajes que son completamente importantes para la etapa de desarrollo en la que se encuentran. Por ejemplo, durante los tres años los niños aprenden a comunicarse verbalmente y a conocer el mundo físico que los rodea. Si bien es cierto que los niños están naturalmente dispuestos para desarrollar este tipo de habilidades gracias a las facultades autónomas del cerebro, se requiere de la implementación de estímulos que los potencien o los ayuden en caso de presentar dificultades.
Por esta y otras razones, la formación de los niños no puede quedar en manos del azar y mucho menos postergarse, tal como lo menciona el artículo 15. En una etapa tan crucial como la de los 0 a 6 años, los infantes necesitan especial cuidado y apoyo. En un país como Colombia, un artículo constitucional como este solo posibilita la desigualdad que por tanto tiempo ha agobiado.
Sin embargo, lo hasta aquí dicho también parte de supuestos. Así que permítame hacer uso de mi experiencia como docente con diferentes niños, desde las prácticas estudiantiles con la facultad de educación, para exponer con mayor claridad mi argumento.
Imagínese a una estudiante llamada Carito, de tres años. Ella se encontraba en una zona rural al norte del país. Su tía, quien era su acudiente, manifestaba que siempre quiso que Carito asistiera al jardín, pues, aparte de ayudarla con su cuidado, sabía que allí le iban a enseñar muchas cosas que ella no sabía cómo hacer. Su búsqueda por un jardín comenzó, pero, al tener en cuenta su lugar de residencia, no había alguna institución que quedara a menos de dos horas en carro. Como resultado, Carito no recibió educación hasta los siete años. Ella ingresó al grado de transición y uno de los motivos por los cuales entró a este curso era el deficiente desarrollo verbal que tenía.
Desde la pedagogía, se podría considerar que uno de los factores más latentes que dieron lugar a esta situación fue la falta de interacción social entre pares, es decir, la carencia de relaciones con niños de su edad y la inexistente presencia en un entorno educativo que estimulara sus habilidades. Carito, a sus ocho años, aún presenta múltiples dificultades para hablar. Su docente de grado primero manifiesta que las nefastas consecuencias de no haber recibido una enseñanza de calidad se ven reflejadas en su proceso de lectura y escritura, hecho que la está atrasando no solo en esa área, sino también en su capacidad de relacionarse con sus compañeros.
Casos como el de Carito existen muchos. Si bien es una propuesta ambiciosa, es absolutamente necesaria para respaldar el desarrollo integral de los niños. Si no existe un buen cimiento en sus bases respecto al aprendizaje, es probable que les cueste trabajo incorporarse a las instituciones educativas, dado que no cuentan con las herramientas esenciales para estar dentro de la vida escolar, perpetuando así la desigualdad que tanto suele caracterizar a este país.
Referencias
- OECD (2024), Education at a Glance 2024: OECD Indicators, OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/c00cad36-en.
- Educación de la primera infancia (preescolar). (s.f). UNICEF. https://www.unicef.org/lac/educaci%C3%B3n-de-la-primera-infancia-preescolar