El curso “Pedagogías y políticas de la reconciliación: límites y posibilidades de un concepto en debate,” realizado durante la Escuela de Cursos Virtuales (ECV) del Instituto CAPAZ, fue una iniciativa que surgió como parte de la investigación «Transformar injusticias sociales y crear nuevos acuerdos sociales: Pedagogías y políticas de la reconciliación», encabezada por el profesor Fernando Serrano. El objetivo principal del espacio fue discutir los diversos planteamientos y debates inter- y transdisciplinarios sobre la reconciliación en el contexto actual de la construcción de paz. Para esto, contó con un claustro académico conformado por representantes de distintos sectores (academia, activismos, sector público, cooperación internacional, etc.) quienes han abordado el tema de la reconciliación en su quehacer.
En retrospectiva, como explicaremos a continuación, así como el curso se nutrió de los desarrollos teóricos y resultados parciales de la investigación, también esbozó un panorama general del estado actual de la reconciliación en Colombia desde las narrativas propias de los participantes.
Más allá de proveer herramientas para enriquecer sus iniciativas, las discusiones y reflexiones propiciadas por el curso fueron materia prima para confirmar intuiciones, identificar vetas investigativas y seguir pistas sobre el interrogante central del proyecto: ¿qué se hace en nombre de la reconciliación?
Una de las motivaciones de esta investigación es el reto de materializar e implementar categorías tan ambiguas, ubicuas y a la vez altamente disputadas como la reconciliación. Para afrontarlo, se ha adoptado un enfoque en las prácticas con el fin de darle contenido al concepto a partir de los repertorios de acción de las organizaciones de la sociedad civil y el sector público. La relevancia de esta aproximación de corte inductivo fue confirmada en el desarrollo del curso, pues en el sondeo inicial de los sentidos dados por los estudiantes a sus prácticas en reconciliación, los supuestos de cambio no necesariamente eran evidentes, y los nexos entre las actividades que promovían y la reconciliación generalmente parecían tenues. Sin embargo, hacia el final del curso, quienes tomaron el curso construyeron definiciones propias a partir de una reflexión sobre las actividades que, según ellos, ponen en marcha la reconciliación. Si bien se nutrieron de las teorías y claves conceptuales expuestas al comienzo del curso, puede decirse que estas reflexiones son, en palabras de Luis Emil Sanabria, director de Redepaz y conferencista del curso, “cosechas colombianas,” es decir, definiciones ancladas en las particularidades del desarrollo y la trayectoria del concepto en nuestro país.
En su intervención, Rosa Inés Floriano, invitada de la Pastoral Social, puso sobre la mesa una noción semejante a la de Sanabria: el mecanismo “levadura,” que consiste en la gestión del cambio desde las redes y relaciones sociales que existen en un espacio particular, en lugar de la imposición de diagnósticos e intervenciones desde afuera. Este fue el caso del Barrio Comuneros en Garzón, Huila, en donde la desconfianza frente a la institucionalidad había obstaculizado los procesos de reconciliación entre excombatientes y desplazados vecinos. Cabe detenernos en este punto, ya que las relaciones tensionadas con las instituciones (tanto estatales como de organizaciones civiles[1]) fue uno de los temas transversales en los textos finales de los estudiantes, quienes identificaron las barreras burocráticas y la falta de voluntad política, entre otros, como obstáculos sustanciales para el éxito de sus iniciativas. Similarmente, las conversaciones del curso llamaron la atención sobre la persistencia del reto de coordinar iniciativas estatales y de la sociedad civil, pues frecuentemente terminan diluyéndose y perdiendo fuerza cuando no son sostenibles en el tiempo o cuando no encuentran réplicas a lo largo del territorio nacional.
Otro hilo conductor en las conversaciones y escrituras que resultaron del curso se refiere a las dimensiones espaciales y temporales de la reconciliación. Las reflexiones finales coinciden en que se trata de un proceso en marcha—algunas incluso la identifican más bien como una metodología—que no puede abstraerse de las condiciones materiales del lugar y el momento histórico en que se lleva a cabo. Las charlas de Edwin Murillo-Amarís y Luis Emil Sanabria apuntaron a esto mismo: mientras que el primero enfatizó la importancia de la procesualidad, es decir, los tiempos que toman los procedimientos institucionales y cambios culturales para implementar la reconciliación, el segundo esbozó una cronología de los términos que, desde los años setenta, han emergido de las coyunturas políticas y sociales colombianas para darle contenido.
[1] Si bien es una discusión que excede el alcance de este texto, llama la atención que en su charla Floriano haya destacado el alto grado de confianza y legitimidad de la que goza la iglesia y los sectores religiosos, lo que le permite intervenir y negociar en espacios que generalmente son cerrados. Sin embargo, también existen relaciones de desconfianza entre la iglesia y los sectores LGBTI, mediadas por las políticas sexuales y de género que no siempre están explícitamente relacionadas con el conflicto; es de notar que en este caso también ha habido llamados a la reconciliación, como este evento de la Fundación Sergio Urrego.
Esto sustenta nuestra hipótesis de que la reconciliación es un dispositivo temporal para lidiar con un pasado conflictivo, tramitar injusticias sociales presentes y proyectar nuevos pactos sociales.
Otra de nuestras hipótesis es que las pedagogías que se expresan a través de prácticas transformadoras, emancipadoras y desestabilizadoras tienden puentes entre la reconciliación y el cambio social. Con esto en mente, dedicamos un módulo del curso a explorar preguntas como: ¿es posible enseñar y aprender la reconciliación? ¿Cuál es la relación entre la reconciliación y la educación para la paz?
Dado que entre los participantes había varias personas que trabajan desde el sector educativo, los alcances y limitaciones de los espacios formales de educación fueron tema de conversación. No obstante, tanto en la investigación como en el curso quisimos volcar la mirada hacia las pedagogías presentes en prácticas que desbordan y escapan los registros de la educación formal. Aunque a primera vista parecen radicalmente distintas, iniciativas como el Programa de Alianzas para la Reconciliación de ACDI/VOCA y las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE) comparten elementos pedagógicos. Por un lado, como explicó Jimena Niño (directora del PAR) en su conferencia durante el curso, desde ACDI/VOCA se realizan talleres para motivar a los individuos menos cercanos al conflicto a verse a sí mismos como agentes de cambio, desde una comprensión más corporativa de la reconciliación como parte de la responsabilidad social empresarial. Por su parte, los invitados de la Fundación para la Reconciliación, Ana Sofía Marmor y Gerardo Rey, explicaron que las ESPERE ponen en práctica las metodologías de la pedagogía crítica para propiciar lo que denominan “giros narrativos” entre los participantes. En ambos casos, parece haber un objetivo común de desestabilizar las etiquetas y subjetividades impuestas por la violencia política y hacer de todos sujetos de las pedagogías de la reconciliación, en oposición a una perspectiva psicologizada—y patologizante, de paso—de la educación para la paz que pretende “arreglar” las actitudes y comportamientos de quienes han sido tocados por la violencia (Bekerman y Zembylas, 2011).
Por esta misma línea, desarrollos recientes en la literatura sobre pedagogía crítica y educación para la paz han dejado atrás el enfoque en los conceptos y contenidos curriculares, mientras que las actividades y prácticas educativas en las que se concretizan los conocimientos han cobrado mayor importancia (Bekerman & Zembylas, 2011). Esto no solo es consistente con la mirada que ha adoptado este proyecto de investigación, sino que también fue confirmado por las discusiones en el curso, especialmente desde el proyecto «Remendar lo nuevo» de Eliana Sánchez-Aldana, quien lideró la sesión de cierre, que fue abierta al público. Ella explicó que la entrada a la reconciliación desde la materialidad del quehacer textil no se agota en la metáfora ya un tanto gastada del “tejido social”; más bien, pone la lupa sobre la socialidad del tejido en tanto práctica de reconciliación. El título de su proyecto alude a que, como el rehacer y deshacer del tejido, las líneas temporales de la reconciliación describen caminos intricados y ensortijados, que en otras escalas pueden manifestarse como la procesualidad de la que habló Murillo-Amarís.
Estas temporalidades sugeridas por el remiendo y la novedad se entretejen, se fijan (permanentemente, con aguja e hilo, o temporalmente, con un alfiler), se deshacen y se vuelven a entretejer en el quehacer textil, de modo que para Sánchez-Aldana la reconciliación se trata más de una intensificación que de un retorno o reproducción de un estado original de las cosas. Esta idea recuerda las palabras de Brian Massumi sobre su comprensión del afecto, otra de las complejidades del concepto de reconciliación:
Utilizo el concepto de ‘afecto’ como una forma de hablar de ese margen de maniobra, el ‘dónde podríamos ir y qué podríamos hacer’ en cada situación presente… explica por qué centrarse en el próximo paso experimental en lugar de en la gran imagen utópica no es realmente conformarse con menos. Tampoco es exactamente ir a por más. Es más bien estar justo donde estás: más intensamente. (Massumi, 2015, p. 2, énfasis añadido)
Se trata de una discusión sugestiva para, a futuro, considerar las relaciones entre las pedagogías de la reconciliación, sus cargas afectivas, y el carácter “experimental” de las acciones que la ponen en marcha.
Finalmente, el curso invita a una reflexión sobre el papel de la academia como soporte en la experimentación y diversificación de las formas de construir y distribuir el conocimiento, rumbo hacia el cual se dirige actualmente la Universidad de los Andes, como se consagra en el nuevo Programa de Desarrollo Integral de 2021-2025. De hecho, la apuesta pedagógica del curso se inspiró en la metodología de la sistematización de experiencias, que busca propiciar la construcción de conocimiento tomando la experiencia como punto de partida para una reflexión viva “que va más allá de la aplicación mecánica de marcos conceptuales predefinidos, y que además tiene, como componente, la vitalidad de la fuerza emocional” (Jara, 2020, p. 63). Por un lado, esta aproximación fomentó sinergias entre los saberes adquiridos en iniciativas que variaban desde labores de verificación y monitoreo del Acuerdo Final hasta la promoción de actividades culturales. Por otro, como se discutió con otros coordinadores de la ECV, enfatizó los cruces entre la investigación académica y los espacios de educación continuada, un paso necesario para garantizar la relevancia de la producción académica en construcción de paz. En efecto, se trató de un escenario que dio vida a los antecedentes teóricos y la información que se ha recogido hasta ahora en el proyecto y, a la luz de los relatos propios de quienes llevan tiempo poniéndola en práctica, arrojó luz sobre los caminos de la reconciliación que quedan por recorrer.
Referencias:
Bekerman, Z., & Zembylas, M. (2011). Teaching contested narratives: Identity, memory and reconciliation in peace education and beyond. Cambridge University Press.
Jara, O. (2020). Systematisation of Experiences: New paths to academic work in universities. IJAR–International Journal of Action Research, 16(1), 11-12.
Massumi, B. (2015). Navigating movements: An interview with Brian Massumi. En Politics of Affect. John Wiley & Sons.
Plan Nacional de Rehabilitación. (1994). Memorias del Plan Nacional de Rehabilitación (1982-1994).
[1] Si bien es una discusión que excede el alcance de este texto, llama la atención que en su charla Floriano haya destacado el alto grado de confianza y legitimidad de la que goza la iglesia y los sectores religiosos, lo que le permite intervenir y negociar en espacios que generalmente son cerrados. Sin embargo, también existen relaciones de desconfianza entre la iglesia y los sectores LGBTI, mediadas por las políticas sexuales y de género que no siempre están explícitamente relacionadas con el conflicto; es de notar que en este caso también ha habido llamados a la reconciliación, como este evento de la Fundación Sergio Urrego.