EDITORIAL

Por Irina Mago Cordido, especialista en Conflictos armados y paz.

Muchos de ustedes no me conocen y antes de que se pregunten de dónde es este acento, les voy a contar. Soy venezolana y vivo en Bogotá desde el año 2004, cuando terminé comunicación social en Caracas. Acá trabajé en el sector cultural hasta que estudié la especialización. Y me han dicho que soy la primera venezolana en estudiar resolución de conflictos armados en la Universidad de los Andes. Les adelanto, con seguridad no seré la única.

Es un honor para mí estar detrás de este micrófono y poder saludar al director de postgrados, Doctor Carlo Nasi; a Victoria Gómez, coordinadora de postgrados; y sobre todo a los graduandos de las especializaciones en Negociación y relaciones internacionales y en Teorías y experiencias en resolución de conflictos armados; a nuestros familiares y amigos que hoy nos dan el gusto de acompañarnos. A ustedes, felicitaciones.

Cada uno de los que está sentado en estas primeras filas, escogió estudiar su especialización por alguna razón. Seguramente ya han pensado cuál es esa razón e incluso la han comentado. A mí me ha tocado hacerlo porque la gente se sorprende al oír el nombre de la especialización y después de arrugar o estirar la cara exageradamente, me dicen ¿por qué terminaste estudiando eso? Y me ha resultado muy productivo y revelador intentar responder esa pregunta.

En enero de 2008 entré en la página web de los Andes porque quería estudiar algo. Hasta ese momento veía la elección de un postgrado como un asunto seriecísimo y decisivo, y lo evadía. Pero ese día fue distinto. Miré la página buscando un tema más relacionado con mis hobbies y con ocio, que con el trabajo que había hecho hasta ese momento. Vi la maestría en psicología pero, les confieso, tantas metodologías me desanimaron y cerré la página. No era lo que buscaba. Al día siguiente volví a entrar y encontré una especialización: Teorías y experiencias en resolución de conflictos armados. Revisé el programa, vi el énfasis en el caso colombiano y me decidí.

Tenía rato queriendo trabajar con el conflicto y pensando que, como venezolana residenciada en Colombia, era casi una obligación aprender de ustedes en este tema y trabajar para ayudar en algo a mejorar la situación. Y ocurrió una coincidencia: el proyecto editorial en el que trabajaba se suspendió el mismo día en que decidí tomar el examen de admisión. Dos semanas después estaba en el primer día de clases, presentándome como estudiante tiempo completo y argumentando que, entre otras cosas, había escogido la especialización porque creía que lamentablemente en Venezuela podría ser muy útil.

Así comenzó la inesperada vuelta a la universidad. En un principio pensé dedicarme exclusivamente al postgrado por unos tres meses. Poco a poco, con las energías que me dio volver a estudiar y el empuje de mi madre, decidí invertir mis ahorros. El dinero que había reunido para empezar a comprar un carro acá y la ayuda de mis padres, se convirtieron en la plataforma perfecta para estudiar un año completo sin trabajar. Una dicha. Hoy les dig no veo cómo un carro, me pueda proporcionar lo que me dio ese año de estudio. Sé que muchos, quizá la mayoría, trabajó y estudió simultáneamente. Vi cuánto esfuerzo tuvieron que hacer algunos amigos. Y créanme: los admiro porque yo lo hice en el pregrado y esta vez sentí que no me alcanzaban las energías. Justamente gracias a ustedes, a quienes trabajaban y comentaban lo que hacían o habían hecho, y a la diversidad de profesores que conocimos, me convencí de que había mucho por hacer y de que podía trabajar con el conflicto armado en este país. Además ese mismo año me topé con tres cosas más que influyeron fuertemente en mí.

Primero oí el discurso famoso de Steve Jobs, el cofundador de Apple, en la Universidad de Stanford, en el que dice: uno debe amar lo que hace y si no es así, debe buscar qué ama y hacerlo. Después una amiga me recomendó un libro titulado De qué color es tu paracaídas, cuya tesis es que las personas pueden ser vistas como flores: deben saber qué tipo son y qué características les asientan mejor para florecer. Y por último, leí en El Espectador una entrevista a una exitosa coreógrafa norteamericana llamada Twyla Tharp, a quien le preguntaron si se sentía cómoda con el cambio pues sus coreografías siempre resultaban muy distintas. Ella  contestó: “no me interesa repetir mis experiencias, ya sean exitosas o no (…). El cambio impulsa mi trabajo y es tan importante en el proceso creativo como el hábito”.

Estas tres ideas junto con lo que me transmitieron profesores y estudiantes, me impactaron y me llevaron a decidir que no había otra opción: solamente quería trabajar con el conflicto armado y ayudar como pudiera.

Me senté a revisar mi hoja de vida y a darle coherencia para conseguir un trabajo en este campo, que pensaba era nuevo para mí. Había olvidado que cuando llegué a Bogotá, buscando aprender de cultura ciudadana, trabajé brevemente con un grupo de desmovilizados de las AUC y de las FARC. Caí en cuenta de que había entrevistado y leído a autores que han escrito sobre temas sociales como migraciones, guerras y pobreza. Y había investigado conflictos políticos y sociales en mi país. Para mi sorpresa, mi hoja de vida no era tan inconexa como yo pensaba. Tenía un hilo conductor, que además empataba muy bien con la especialización. No había sido tanto un cambio de carrera, como creí en un momento, sino más bien una consolidación fortuita de mis intereses. Puede sonar cursi, pero como ven la especialización me ayudó a conocerme más. Gracias a eso hoy sigo trabajando como independiente en un proyecto de investigación sobre el proceso de justicia y paz con GTZ, la agencia de cooperación del gobierno alemán. Planeo trabajar con niños víctimas del conflicto. Y me quedan ganas de seguir estudiando, porque cuando digo que soy especialista en resolución de conflictos armados, me siento muy pretenciosa y siento que todavía falta mucho por hacer para llenar de contenido esa frase.

Tómense unos minutos para pensar qué transcendencia tiene para ustedes ser especialistas. Les acabo de contar lo que ha significado para mí porque creo ilustra el potencial que tiene una decisión como la que tomamos hace poco más de un año, incluso para quienes la tomamos con ligereza, y que me excusen las autoridades presentes por la sinceridad.

Sé que ustedes tienen sus propias historias. Observen qué significado tiene en ellas este ciclo que se cierra, este ciclo que se abre. Les propongo mirar lo que viene ahora, como una oportunidad para dejarnos llevar por lo que somos, por lo que soñamos, por lo que queremos y disfrutarlo. Si no, ¿qué sentido tiene? El diploma que nos entregarán en unos minutos, para mí, es una constancia de estudio, de la decisión que tomamos y la corroboración de que adquirimos una responsabilidad: ser especialistas.