Editorial

Hipermetropía o la paradójica relación militar de Colombia con Brasil en el marco de la alianza con EE.UU

A pesar de toda la euforia «pro-brasilera» que se ha despertado por casi toda Suramérica en los últimos años, debido al papel que Brasil ha ido cobrando en el escenario internacional, países como Colombia siguen dudando de su acercamiento al «gigante suramericano», a pesar de la simbólica visita presidencial de Santos a este país tras su llegada al poder. Esto se ha debido en buena medida a la posición de Itamaraty (la Cancillería brasilera) y a la posición de los últimos gobiernos de Brasil respecto al conflicto colombiano, y particularmente sobre las FARC. En esta línea, parece que más allá de los asuntos de cooperación económica y fronteriza no hay mucha preocupación por parte de la diplomacia colombiana por fortalecer los lazos entre los dos países.

Curiosamente en las relaciones militares parece haber una extraña situación. Si bien Colombia ha sido un país alineado desde comienzos de los años cincuenta a los Estados Unidos en los asuntos militares, Brasil ha sido un país que ha jugado un papel «tras bastidores» en el conflicto armado colombiano. Ha habido una falsa creencia en la academia y los sectores mas «anti-estadounidenses» que el país del norte ha sido el absoluto proveedor de armas para Colombia y Suramérica, en la que responde, según esta versión, a los intereses del «complejo-militar» estadounidense. Sin embargo, como expongo en mi artículo de 2010, esto no es totalmente cierto. Si bien gran parte de la cooperación entregada por Estados Unidos a Colombia en los últimos sesenta años ha contemplado el aspecto militar de una manera significativa, siempre ha habido una reticencia de Washington a entregar equipo militar de punta o estratégico a países inestables como Colombia, a pesar del gran aliado que nuestro país puede ser en la región. Al respecto, Eric Lair ilustra cómo Estados Unidos ha entregado equipo que si bien es significativo, como por ejemplo los helicópteros Huey o Black Hawk, es modesto en comparación con otros equipos disponibles en ese país. Debido a esta situación nuestro país ha tenido que optar por otros proveedores de armas, incluyendo a Israel, Sudáfrica y de una manera muy significativa a nuestro vecino suramericano: Brasil.

Para casi nadie en Colombia es extraña la imagen de un tanque ligero actuando en la retoma del Palacio de Justicia en 1985. Lo que casi nadie tiene presente es que este vehículo, -un tanque ligero “Cascabel”-, era parte del material que Colombia le había comprado a Brasil unos años antes. Por otro lado, en años más recientes, el equipo militar brasilero ha ocupado un lugar relevante en los golpes militares a las FARC por medio del accionar de los aviones turbo-hélice “Super Tucano”. En esta línea, el equipo militar brasilero ha llegado a ocupar un lugar destacado en el escenario local frente a la renuencia de Washington por entregar este tipo de material bélico. Con este trasfondo en las relaciones militares Colombia-Estados Unidos se ha permitido que Brasil ocupe cierta importancia con su equipo militar. No obstante, a pesar de la clara evidencia, suele pasarse por alto en los círculos locales tanto políticos como militares el hecho de que Brasil ha desarrollado una industria militar significativa que ha llegado a producir bajo iniciativa propia tanques pesados (e.g Tanque “Osorio”), aviones de ataque y de transporte, y una buena cantidad de arsenal de guerra, que junto a su iniciativa diplomática le ha permitido a este país vender sus equipos a diversos países en América Latina, África y Asia. Un hecho que no es del todo desdeñable para un país como Colombia.

En la coyuntura actual, en la que Brasil ha alcanzado un lugar de primer orden en el mundo contemporáneo, valdría la pena considerar su rol como aliado militar para Colombia. Sin embargo, dadas las desavenencias entre las posiciones de ambos países respecto al conflicto colombiano, y el cerrado mindset de la dirigencia y los militares colombianos que ha sido completamente «pro-norteamericano», esta situación no sería del todo fácil. Un acercamiento como este serviría para diversificar nuestro limitado círculo de aliados militares en el escenario internacional, no solo como una fuente de material bélico sino como un aliado menos condicionante para la cooperación en estos asuntos. Además, dada la posición de Brasilia de no buscar desavenencias con Washington en varios asuntos, se podría aprovechar este margen de maniobra en el escenario regional para fortalecer los lazos Colombia y Brasil. Sin embargo, la «hipermetropía» de Colombia hacia el «Coloso del Sur» está enmarcada no solo por la necesidad de recursos provenientes de Estados Unidos para librar nuestro conflicto interno, sino sobre todo por una larga tradición de alineamiento hacia nuestro «distante» aliado en el norte.

* Estudiante de Doctorado, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes.

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