Editorial

Ollanta Humala llegaba al poder cargado de incertidumbre. Si bien durante la campaña mostró un creciente pragmatismo centrista, y lo ajustado de la elección dejaba claro que en lo inmediato había poco espacio para radicalismos, era difícil adivinar cómo sería el estilo de gobierno de Humala. ¿Qué nos muestran sus primeros dos meses en el poder?

Pues buenas señales, y otras más preocupantes. Por el lado bueno, en mi opinión, se optó por un gabinete balanceado, con técnicos ortodoxos en los sectores económicos para calmar a empresarios e inversionistas, y también con ministros que garantizan que las promesas sociales se tomarán en serio. Este primer gabinete trae gestos para los humalistas duros, los menos entusiastas, y quienes no votaron por él.

Otro aspecto positivo es que el gobierno ha intentado cumplir de inmediato con algunas promesas de campaña. En el Perú ya era costumbre ganar con algunas promesas de izquierda y gobernar con la derecha. Alan García, por ejemplo, ganó prometiendo el «cambio responsable», pero llevó al APRA más a la derecha que en toda su historia. Buena parte de la población se había acostumbrado a que las elecciones marcaran poco o nada el rumbo del gobierno.

Pues bien, Humala ha quebrado esa costumbre. En pocos días el gobierno negoció con las empresas mineras un aumento considerable de contribuciones al fisco. Asimismo, se aprobó una ley que obliga al gobierno a consultar a las comunidades donde se realizarán actividades extractivas (aunque los efectos no son vinculantes). Ambos temas fueron parte central de la campaña de Humala, y especialmente importantes para sus votantes en el Sur.

Aunque uno pueda discrepar con algunas medidas, creo que en general esta forma de actuar legitima la democracia: las elecciones sí importan pues determinan el contenido de la política. Hasta el momento este estilo de gobierno le ha dado a Humala un empujón en su popularidad, hoy en 70%.

El lado negativo, o preocupante, está en varios nombramientos de ex militares del entorno de Humala en el gobierno. Se ha nombrado a militares en retiro en diversos cargos, incluyendo los despachos de Defensa e Interior, antes manejados por civiles. Ello incrementa las dudas sobre el estilo del gobierno en el futuro y sobre la capacidad de conducir reformas en estos sectores. Del mismo modo, en algunas actividades públicas el Presidente ha adoptado poses que se asemejan a los estilos mandones de Álvaro Uribe o Hugo Chávez. Esas poses recuerdan que el fantasma plebiscitario sigue presente, y mejor no olvidarlo con tan alta popularidad.

Finalmente, otro aspecto negativo es que sobre otras reformas importantes mencionadas en la campaña ya no se escucha nada. Por ejemplo, se discutió la necesidad de convertir los medios estatales controlados por el ejecutivo en medios públicos, más autónomos y profesionales. El canal de televisión del Estado sigue hoy tan oficialista como siempre. Aunque claro, como politólogos sabemos bien que esas promesas son las que siempre se hacen y rara vez se cumplen. En resumen, en su mayoría buenas medidas iniciales, pero es muy pronto para eliminar la incertidumbre.

* Profesor de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

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