EDITORIAL

La crisis económica y social que está atravesando el mundo, me hizo recordar un interesante libro, que hoy cobra inusitada actualidad: La gran transformación, de Karl Polanyi, publicado en 1944. Sostenía Polanyi que el liberalismo económico se caracteriza por haber puesto en marcha el utópico proyecto de una sociedad autorregulada, cuyo resultado fue la destrucción de los fundamentos materiales y políticos de la sociedad moderna. Hoy asistimos, nuevamente, a otra de las grandes crisis del sistema capitalista asociada, entre otros factores, a un déficit de regulación. No se trata simplemente de una crisis financiera, como lo han sostenido los medios de comunicación y algunos economistas. Se trata de una crisis sistémica. El mundo ha entrado en una etapa de transición entre regímenes socioeconómicos que, a falta de un mejor nombre, podríamos llamar posneoliberal. Ésta se caracteriza por el lento agotamiento del neoliberalismo en combinación con una oposición social creciente a dicho modelo, debido a sus efectos socialmente nocivos (la pobreza que era característica del Tercer Mundo hoy hace su aparición en los países de capitalismo desarrollado); por el surgimiento de gobiernos de centro izquierda (al menos en América Latina) que intentan introducir un modelo económico más redistributivo; por la crisis de los mecanismos democráticos formales, el surgimiento de propuestas alternativas de democracia y los clamores por un nuevo orden económico internacional más justo. Se requeriría, entonces, una reestructuración de los mecanismos regulatorios de la economía a nivel nacional e internacional y un nuevo acuerdo político sobre la responsabilidad pública de los gobiernos y de los actores económicos.