Editorial

Hace apenas un par de semanas apareció en La Silla Vacía una nota titulada «La solución mágica: todos pa la cárcel«. En ese informe se daba cuenta de la propuesta del ministro de transporte de endurecer las penas de cárcel contra los conductores borrachos y de otras iniciativas, todas conducentes a incrementar el tiempo que los delincuentes permanecen en prisión. Como era de esperase, detrás de estas propuestas están desde el presidente, pasando por los ministros de Defensa y e Interior, hasta el senador a Roy Barreras de la U y la representante Gloria Díaz de Mira. Por la misma línea, meses atrás, la hoy senadora por el Partido Verde Gilma Jiménez promovía afanosamente un referendo para imponer la cadena perpetua a violadores y abusadores de menores. Aunque su referendo no tuvo éxito, la senadora Jiménez sigue empeñada en promover el aumento de las penas de cárcel, ahora también para los menores culpables de haber cometido delitos «graves».

Detrás de estas propuestas está el supuesto de que ir a la cárcel por un largo período es un disuasivo efectivo de la conducta criminal. Amparados en ese supuesto, otros países han recorrido el camino del aumento de las penas de cárcel y poco a poco han multiplicado sus poblaciones carcelarias, siendo el caso de los Estados Unidos el más escandaloso al pasar de 96 internos por cada 100 mil habitantes en 1972 a 504 reclusos por 100 mil habitantes en 2008. En términos económicos, ese aumento de la población carcelaria estadounidense ha representado un incremento del 660% del presupuesto destinado a sostener el sistema carcelario.

El ejemplo norteamericano sugiere de entrada que propuestas como las del gobierno y las de la senadora Jiménez representan una inversión altísima de dinero dado que es esperable un aumento de la población carcelaria. Ahora, la pregunta es si esa inversión se justifica considerando el potencial efecto del endurecimiento de las penas de cárcel sobre el crimen. Según investigaciones recientes, que evidentemente el gobierno y algunos congresistas no conocen, la respuesta es no. Múltiples estudios indican que el efecto de disuasión del aumento los tiempos de encarcelamiento sobre la conducta criminal es prácticamente nulo y además dejan claro que la experiencia del encarcelamiento termina induciendo conductas criminales. Es probable, y desafortunado, que la existencia de esa evidencia no induzca a los políticos que proponen endurecer los castigos a los delincuentes a archivar sus propuestas. Finalmente los réditos políticos de agitar ese tipo de banderas son altísimos, al punto que la senadora Jiménez se autodenomina «la vocera del referendo de prisión perpetua».

Aunque las propuestas sobre política criminal de nuestros representantes no cambien, es importante mencionar que sí existen alternativas de a la idea de mandar a todo el mundo a la cárcel. Una de esas opciones que demostró tener un efecto de disuasión sobre la conducta criminal mucho mayor que el del aumento de las penas está contenida en un estudio reciente de Steven Durlauf de la Universidad de Wisconsin y Daniel Nagin de la Universidad Carnegie Mellon. La propuesta consiste en aumentar la visibilidad de la policía incrementando el número de efectivos o ubicando estratégicamente los policías disponibles de tal forma que entre los potenciales infractores la percepción respecto al riesgo de ser capturado se incremente.

El tema del aumento de los tiempos de encarcelamiento y, en general, la política carcelaria están siendo un tema de debate tanto en las esferas políticas como académicas; en la Universidad, la Facultad de Derecho es uno de los espacios donde se están generando aportes importantes sobre estos temas. Aunque la política criminal no es uno de los fuertes de nuestro Departamento, próximamente nos sumaremos a este debate a través de una conferencia sobre encarcelamiento y tasas de criminalidad que dictará en febrero de 2011 Daniel Nagin, un importante criminólogo, coautor del estudio que mencioné anteriormente. Nagin viene como invitado de los departamentos de Ciencia Política y Psicología porque, además de criminólogo, es un académico reconocido mundialmente por sus aportes a los métodos estadísticos, y estará en la Universidad dictando un taller sobre una técnica para el análisis de información longitudinal que tiene aplicaciones en el estudio del crimen, la violencia política y desarrollo psicológico. Termino entonces invitándolos desde ya a la conferencia de Nagin. Ojalá algunos senadores y miembros del gobierno se hicieran presentes.

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