Editorial
Desmitificando narrativas sobre la crisis venezolana
Por: Víctor M. Mijares (vm.mijares@uniandes.edu.co)
¿“Sangre por petróleo” o “Guerra Fría 2.0”? Ambas tesis encabezan la larga lista de posibles explicaciones sobre escalada global de la crisis venezolana. Las dos son espectaculares, aparentemente lógicas y, por tanto, muy atractivas. Sin embargo, son incorrectas. En esta nota editorial presentaré una breve revisión de hechos y cifras orientada a mostrar por qué ambas tesis pueden aportar insumos para largos debates en Twitter y Facebook, pero no en el campo de la Ciencia Política.
La actual situación de Venezuela ha desatado discusiones en las que frecuentemente coexisten falta de información y exceso de emoción. Y es que, a pesar de sus limitadas dimensiones y mermadas capacidades, el caso Venezuela ha escalado como un problema global. Pero, como suele ocurrir en la política internacional, lo que acapara la atención es la posición de las grandes potencias. China y Rusia han venido forjando una relación estrecha con Venezuela, siendo hoy los dos principales acreedores del país vecino, con sus empresas dominando las concesiones en la Faja Petrolífera del Orinoco. Además, Moscú tiene en Caracas a un aliado diplomático y un cliente tecnológico-militar. Mientras tanto, Estados Unidos, enemigo propicio de la Revolución Bolivariana, pasó de la ofensiva diplomática a la económica, alentado la apelación a las siempre populares explicaciones imperialistas.
La tesis de “sangre por petróleo” se remonta a la doctrina Carter de 1980. Según ésta, Estados Unidos se reserva el derecho a actuar militarmente en el Golfo Pérsico/Arábigo siempre que su seguridad nacional se encuentre en riesgo. En tanto la mayor riqueza de dicha región es el petróleo, se asume que la superpotencia actuará siempre en función de proteger el flujo de crudo, preservando su seguridad energética, sin importar la región. La tesis recobró ímpetu en 2003, con la guerra de Irak, y nuevamente en 2011, a raíz de la guerra civil libia. Pero, pese a su amplia aceptación, encaja poco en el caso venezolano. En 1998, año del primer triunfo electoral de Hugo Chávez, Venezuela producía 3.4 millones de barriles diarios (b/d), en 2008 la cifra había descendido a 2.7, mientras que ya para 2018 el país vecino promedió 1.5. De ese millón y medio, 617 mil barriles tuvieron como destino diario a Estados Unidos en 2017, mientras que, 20 años antes la cifra superaba los 1.6 millones de b/d. Entre tanto, Venezuela exportó a China casi 600 mil b/d en 2017, pero hasta 2004 nunca había exportado crudo directamente a Asia. Con un vertiginoso descenso como el que ha venido experimentando la producción venezolana, es evidente que la cuota china creció a expensas de la estadounidense. Este proceso sustitución progresiva de mercado viene operando desde hace 15 años.
Por otra parte, Estados Unidos fue exportador neto de petróleo (exportó más del que importó) durante la primera semana de diciembre de 2018, hecho que no ocurría desde 1943. Esto se debió a las libertades que legalmente se han dado en ese país para la explotación de hidrocarburos por medio del método de fractura hidráulica, también conocido como fracking. A partir de estos datos es posible descartar la tesis de “sangre por petróleo”, pues la importancia relativa de Venezuela para Estado Unidos ha disminuido drásticamente (más de 40% desde 2004) por causa de decisiones políticas, tanto venezolanas como estadounidenses.
Por otra parte, la tesis de la “Guerra Fría 2.0” va en contra de la noción misma de historia. La etapa bipolar fue un era única, como lo son todas las etapas de la historia. Es usual que los politólogos empleemos analogías para ilustrar ideas, reducir la complejidad de la realidad política y teorizar a partir de la generalización. Con el arribo de Vladimir Putin al Kremlin en 2000, Rusia emprendió un proyecto de recuperación de su estatus internacional en la era post-soviética. Esto, la llevó a acercarse a una China en auge económico que también buscaba reconocimiento. Ambas potencias se orientaron a contrabalancear la presencia de Estados Unidos en Eurasia. Este proceso recrea vivamente etapas tempranas de la Guerra Fría. No obstante, la tesis en cuestión omite el hecho de que tensiones geopolíticas similares han marcado la historia de las relaciones internacionales. El propio término “guerra fría” tuvo origen en la rivalidad entre el Imperio Español y sus aliados versus el Imperio Otomano. Luego de la batalla de Lepanto de 1571, ambos polos de poder se dividieron el Mediterráneo, manteniendo por largo tiempo relaciones hostiles, pero sin ir a la guerra abierta.
Ambas tesis seguirán resonando en los medios de comunicación y redes sociales. Eso es inevitable. No obstante, desde la Ciencia Política es indispensable evadir los clichés y análisis pre-construidos. Es parte de nuestra responsabilidad brindar explicaciones que se apeguen con mayor fidelidad a la realidad, así no sean lineales ni populares.
Análisis de Investigación
Partidos políticos colombianos: ¿gobiernistas o antigobiernistas?
Foto
ONUANDES
Noticias
Sandra Borda en El Tiempo
Dato de la Semana
Agenda
Oportunidad
Directora
Laura Wills-Otero
Editor
Carlo Nasi
Asistente
Juan Felipe Monroy Simbaqueba
Diseño Gráfico
Víctor Gómez