Editorial

Palabas de Jonathan Hartlyn, Profesor Distinguido Kenneth J. Reckford de Ciencia Política de la Universidad de North Carolina en Chapel Hill, con motivo del cumpleaños 50 del Departamento de Ciencia Política

“Do you need a ride back home?” Dora Rothlisberger, department chair, was already showing her generous spirit and I had just arrived. I still recall that first visit in 1977, with the steep climb from the entrance of Los Andes to Dora’s office leaving me literally gasping for breath, since I was not yet accustomed to the altitude. And, this was the first of many offers of assistance from Dora, who ably removed innumerable obstacles for me. I was so fortunate to have the Department of Political Science at the Universidad de Los Andes as my “research home” in 1977 and 1978 and in subsequent shorter visits over the 1980s. My colleagues at the time provided guidance, suggestions, criticisms and assistance of the widest variety in a vibrant intellectual community – I recall in particular José Alzate, Mario Latorre, Jack Laun, Franciso (Pacho) Leal, Andrés Moreno, Gabriel Murillo, Soledad Ruiz and Elisabeth Ungar. Also important were Bruce Bagley and Fernando Cepeda, and my co-workers on a panel study of the 1978 elections in Bogotá, especially Carlos Becerra, Carlos Martínez and Ruben Sánchez. The Department was also my “home” in a broader more personal sense, thanks to many of these colleagues and especially also to Dora. As for that ride, as Dora fearlessly weaved in and out of heavy traffic careening up Carrera 7a, I wondered how her car managed to keep both its side mirrors. But it did the entire time I was there. I am pleased to extend anew my gratitude to the department and my heartfelt congratulations on your 50th anniversary!


Palabras de Francisco E. Thoumi, Miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, con motivo del cumpleaños 50 del Departamento de Ciencia Política

En la celebración de los 50 años de existencia del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes quiero felicitar a todos los que han colaborado para hacer del Departamento un centro de pensamiento de primer nivel en el ámbito académico mundial.
Agradezco mucho que me hayan incluido entre quienes han contribuido al desarrollo del Departamento, aunque nunca haya hecho parte formal del mismo.
Entre agosto de 1994 y diciembre de 1995 dirigí el Centro de Estudios Internacionales (CEI) que en ese momento dependía directamente de la rectoría. El rector tomó un riesgo grande al nombrarme para reemplazar a Juan Tokatlián, simplemente porque mi formación era en Economía y no en Ciencia Política. Sin embargo, desde mediados de los años ochenta mi interés ha sido entender por qué Colombia ha tenido menos competidores en los mercados internacionales de cocaína que en los de cualquier otra exportación. Ninguna de las teorías sobre el comercio internacional y la ventaja comparativa desarrollados por la economía y aplicadas en mi trabajo durante 15 años en los departamentos de investigación sobre desarrollo industrial y comercio internacional del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo respondían esa esa pregunta. Por eso, desde unos años antes había empezado a estudiar los temas relacionados con las drogas psicoactivas ilegales para lo cual tuve que distanciarme de la rama prevalente en la economía de la época y me había acercado a la economía institucional y a la vieja economía política, las madres de la Ciencia Política actual. Mi interés era y siempre ha sido entender el problema multidimensional de las drogas, no solamente aplicar las destrezas de un economista para analizar un ángulo del problema. Al estudiar multidisciplinariamente la producción, tráfico y consumo de drogas, mi conclusión ha sido que estos son problemas generados por deficiencias en la gobernabilidad y la gobernanza de los países, no asuntos de ventaja comparativa, de costos bajos o de accidentes históricos azarosos, irreproducibles e inesperados, como economistas formados tradicionalmente han argumentado en Colombia.

En el CEI continué enfocado en mi trabajo sobre drogas, incluyendo la coordinación de un conjunto de investigaciones en Bolivia, Colombia y Perú financiadas por el PNUD. Esto generó algunas fricciones con algunos jóvenes politólogos que consideraban que el trabajo del centro no debía concentrarse en ese tema. Esa reacción era normal porque el desarrollo del narcotráfico es un tema en el que he sido políticamente incorrecto tanto en Colombia como en los Estados Unidos, donde he sido vetado por algunas agencias estatales. En el CEI también organizamos el primer seminario en el que un grupo de los mejores “drogólogos” de la academia de Estados Unidos y Europa le presentaron al país sus análisis sobre el lavado de dinero, la estrategia de salud pública para disminuir el daño del consumo de drogas, la importancia de atacar el crimen organizado mundial y no a los cultivadores de coca y amapola, la narcopolítica externa de los Estados Unidos, la demanda de drogas en los Estados Unidos, las drogas y el crimen en Eurasia, y el mecanismo de la certificación de los Estados Unidos a países que no colaboraran lo suficiente con sus políticas de drogas. En el CEI se promovió y se buscó fortalecer Colombia Internacional, la actual revista del Departamento.

Sin duda mi experiencia en el CEI me abrió nuevos caminos. Sin embargo, debo confesar que en el CEI fallé en la consecución de fondos y en la elaboración de nuevos proyectos. Lamento que ese no sea mi fuerte. Esto me hace dudar haber aceptado la posición de director.

Desde esa época he interactuado frecuentemente con varios miembros del Departamento de Ciencia Política, he publicado en un par de libros compilados por Álvaro Camacho y en Colombia Internacional. Internacionalmente mis publicaciones han sido en revistas importantes de Ciencia Política, Criminología, Drogas y Relaciones Internacionales. Todo esto hace que me sienta identificado con las actividades del Departamento y honrado de ser considerado parte del mismo.