Elogio de la tolerancia

Los órdenes políticos de las sociedades contemporáneas reconocen a sus ciudadanos, en mayor o menor medida, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, el respeto a las diversidades individuales y grupales y los derechos culturales de diverso tipo. Pero este ha sido el punto de llegada de un largo proceso histórico caracterizado por sangrientas luchas y difíciles aprendizajes colectivos, puesto que, en su desarrollo, las sociedades modernas dejaron de caracterizarse por una moral endógena para convertirse en sociedades plurimorales y multiculturales. Este proceso fue pensado, en sus comienzos, con el concepto de “tolerancia”, el cual se refirió, inicialmente, al campo religioso, pero que, posteriormente, fue adquiriendo matices políticos, jurídicos, culturales, étnicos y sexuales, entre otros.

El significado de la tolerancia se ha transformado a lo largo del tiempo. La palabra tolerancia viene del latín, tolerare, que significa soportar o aguantar; y este fue el uso que se le dio, inicialmente, a fin de lograr la paz y poner fin a las guerras de religión en Europa (1522-1697), mediante la generalización de una actitud de “aguante” frente la diferencia religiosa y la separación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Con ello, la religión dejó de constituir el fundamento del orden social y se retrajo al ámbito privado. Pero la tolerancia es un principio problemático, porque, como dice Scanlon, éste “nos exige aceptar a las personas y permitir sus prácticas, incluso cuando las desaprobamos fuertemente. La tolerancia, entonces, implica una actitud intermedia entre la plena aceptación y la oposición irrestricta”*. Esta ambigüedad de la tolerancia moderna ha sido considerada, por muchos analistas, como negativa e inadecuada para un mundo globalizado, que se caracteriza por la una exacerbada diversidad humana, necesitada de reconocimiento. Así pues, la actitud que exige la esfera pública de hoy es reconocer al otro diferente en vez de “aguantarlo” o rechazarlo.

Esta reflexión me surgió a partir de la decisión que la mayoría de los magistrados de la Corte Constitucional tomó el pasado 7 de abril, respecto a las parejas homosexuales, a las cuales se les estaría violando el derecho a la igualdad al no permitírseles contraer matrimonio y restringirlo solamente a las parejas heterosexuales. La Corte sentó jurisprudencia en el 2011, al reconocer que la unión entre personas del mismo sexo constituía una familia, y sugirió al Congreso de la Republica expedir una ley que permitiera extender el matrimonio a parejas homosexuales. Pero, hasta ahora, esa ley no se ha hecho realidad. Mucho tiene que ver con esta omisión la oposición conservadora de importantes instituciones como la Iglesia Católica, las distintas confesiones religiosas, la Procuraduría General de la Nación; y de partidos políticos de derecha como el Centro Democrático. Ellos han señalado que el fin principal del matrimonio es la procreación y que esta sólo puede realizarse, por naturaleza y mandato bíblico, entre varón y mujer. No obstante 23 países del mundo ya han aprobado el matrimonio para las parejas del mismo sexo; e importantes filósofos de la política y el derecho, de orientación no liberal sino comunitarista, como Michael Sandel han sostenido que “Mucho de lo que es valioso en el matrimonio convencional, está también presente en las uniones homosexuales. Desde esta perspectiva, la conexión entre las relaciones heterosexuales y homosexuales no radica en que ambas son producto de decisiones individuales, sino en que ambas realizan importantes bienes humanos”**. La anterior afirmación contrasta con la falta de reconocimiento del diferente y con las actitudes homofóbicas de algunos sectores de la sociedad colombiana.

En un país como el nuestro que aún tiene grandes dificultades para tramitar pacífica y racionalmente sus conflictos y para reconocer al adversario y al diferente en cuestiones morales y políticas, la tolerancia aún tiene sentido para fomentar una convivencia basada en el respeto mutuo. La Universidad se caracteriza por ser una comunidad académica y muchos son los lazos que nos unen. Pero ella también refleja los conflictos de la sociedad de la cual forma parte. Por lo tanto, la Universidad es un espacio privilegiado para pensar y practicar la tolerancia y el reconocimiento.

* T. M. Scanlon, The Difficulty of Tolerance. Essays in Political Philosophy, Cambridge: Cambridge University Press, 2006, p. 187 (traducción del autor)

** Michael Sandel, “Moral Argument and Liberal Toleration”, in: Emitai Etzioni, New Communitarian Thinking, Charlottesville: University Press of Virginia, 1995, p. 83 (Traducción del autor)