Editorial

En el pasado Congreso Colombiano de Antropología -que tuvo lugar en la Universidad durante la semana de trabajo individual- varios de los invitados centrales (Jean Comaroff, Claudio Lomnitz y Mahmood Mamdani) se refirieron a problemas que interesan hoy a la antropología pero que han sido objeto de discusión en la ciencia política. Los tres profesores discutieron aquellos hábitos de pensamiento que nos hacen creer que existen diferencias casi ontológicas entre lo legal y lo ilegal, entre la violencia política y la violencia criminal y entre formas de identidad nacional y regional.

Como había hecho Stathis Kalyvas en la conferencia de inauguración de nuestro doctorado, estos profesores también insistieron en la necesidad de revisar las categorías y los supuestos con los que estamos analizando la política en los contextos locales y entre grupos sociales específicos. Estas categorías tienden a ignorar la especificidad de los procesos políticos según las escalas territoriales (internacional, nacional, subregional y local) y, según lo que he aprendido, a denominar el grado de antigüedad de una determinada formación social. En efecto, siento que no podemos seguir analizando los procesos políticos de sociedades de reciente poblamiento -como algunas sociedades colombianas en donde el establecimiento de municipios tiene poco más de 40 años-, con las mismas categorías y supuestos con los que analizamos los procesos políticos de sociedades locales más jerarquizadas y diferenciadas -como las sociedades cafeteras.

De ahí que encuentre tan interesante la insistencia de los profesores arriba citados y su preocupación por descifrar la “variabilidad” de la experiencia política en contextos de intenso conflicto político. A diferencia de lo que tendemos a hacer como politólogos -análisis agregados de la variabilidad de un fenómeno en los niveles nacionales-, ellos parten de recalcar que la dominación política, la formación del estado o la implementación de una política pública siempre tiene efectos diferenciales sobre los diversos grupos sociales y que estos grupos tienen recursos cognitivos y relacionales particulares para neutralizar, negociar, disputar los procesos y significados políticos promovidos desde el estado o las instituciones formales.

Como dice Norberto Lechner, la comprensión de la política es objeto de lucha política y, en ese sentido, la comprensión de la política colombiana requiere que conceptualicemos distintos tipos de órdenes políticos locales. Y por supuesto, que lo hagamos utilizando métodos comparativos que los antropólogos tienden a ignorar y que nos permitirán identificar patrones y sacar la referencia a la política local de la “anécdota” y el realismo mágico.