Editorial

A poco más de siete semanas de la primera vuelta de la elección presidencial, el ambiente se ve particularmente dinámico. Las encuestas reveladas esta semana muestran cuán fluida es la intención de voto de los colombianos y anuncian una campaña movida. 

Hace apenas dos semanas el panorama parecía claro: una gran mayoría de los colombianos se identifican con el legado del presidente Uribe y, en consecuencia, manifiestan su intención de votar por los candidatos que se aproximan mejor a éste. Las preferencias de los votantes parecían entonces evidenciar la polarización ideológica. En esta dimensión, los dos punteros de las encuestas hasta ese momento, Juan Manuel Santos y Noemí Sanín, se ubican a la derecha donde también parece estar la mayoría de los colombianos. Esta explicación, sin embargo, ya no parece tan evidente.

Dos hechos de campaña podrían explicar los cambios reflejados en las encuestas de esta semana. En primer lugar, la adhesión de algunos representantes de facciones históricas del partido conservador a la campaña de Juan Manuel parece tener efectos negativos sobre los resultados de la candidata oficial de dicho partido. A propósito de la fecha que hoy se celebra, hace cincuenta o sesenta años era inconcebible que un Ospina o un Gómez se aliara con un Santos. El sectarismo de hoy tiene otros colores.

En segundo lugar, la coalición entre el Partido Verde y el movimiento de Sergio Fajardo (¿cómo era que se llamaba?), anunciada al final de la Semana Santa, dio lugar a un importante repunte de Mockus en las encuestas que va más allá del endoso de votos (el todo se ve hoy más grande que la suma de las partes) y que, por ahora, parece ser una “ola verde”, como reza el slogan de esa campaña.

¿Qué explica la intención de voto de los colombianos? Politólogos y analistas políticos siguen dedicando grandes esfuerzos a esta gruesa pregunta. En un estudio que hicimos sobre las elecciones de 2006 (“Lo espacial es especial: la decisión de voto por proximidad en Colombia” en ¿Juntos pero no revueltos? Partidos, candidatos y compañas en las elecciones legislativas de 2006 en Colombia), Santiago Olivella y yo encontramos, entre otros factores, que las dimensiones ideológica y de manejo del conflicto tuvieron un impacto significativo sobre la decisión de voto de los colombianos. Los electores prefirieron a aquellos candidatos que percibían más cercanos a su propia posición en cada una de estas dos dimensiones.

¿Hasta qué punto serán determinantes la ideología (izquierda-derecha) y las posiciones de los candidatos frente al conflicto en la próxima elección? El examen de las encuestas y de los hechos políticos del momento me llevan a aventurar una hipótesis: además de éstas, una nueva dimensión parece cobrar relevancia, una en cuyos extremos estarían, simplificando, la ‘vieja’ y la ‘nueva’ formas de hacer política.

Mockus parece ubicarse al centro del espectro ideológico donde, a pesar de la polarización y en presencia de valores que vayan más allá de la ideología, representa el menor riesgo para ambos extremos. En esta nueva, hipotética, dimensión, sin embargo, Mockus parece representar para los votantes la renovación de las prácticas políticas, y no se le ven rivales en ese lado de la cancha. Aunque desconocemos la eficacia electoral del uso intensivo de redes sociales tipo Facebook o Twitter, creo que, al final, la importancia de esta dimensión estará fundamentalmente relacionada con la porción de nuevos votantes (abstencionistas impenitentes y jóvenes que estrenarán la cédula) que los candidatos logren atraer a las urnas. Mockus aparece con ventaja en esta tarea.

Con la velocidad como cambian las cosas, los análisis de coyuntura como éste parecen estar condenados a una rápida obsolescencia. Ni modo. Ya veremos.