Editorial

Una vez finalizados los primeros cien días del gobierno Santos, varios líderes de opinión sugirieron que la política exterior era el área en donde se notaban más los aciertos de la entrante administración. Para ese momento y a una velocidad sorprendente, se había logrado la normalización de las relaciones con varios países de la región y el vecindario ya se encontraba lejos de los sobresaltos y la diplomacia presidencial del micrófono que caracterizó los últimos años del gobierno Uribe. Hoy el balance es distinto. Después de un año y con la casa ya en relativo orden, es preciso pasarle revista al diseño e implementación de la estrategia internacional del país con criterios un poco más exigentes.

Por ejemplo, ya no es suficiente que las relaciones con Venezuela hayan retomado su cauce normal y se hayan re-institucionalizado gracias a la gestión de la actual administración. Ahora la pregunta es una menos de forma y más de fondo: ¿cómo ha facilitado esta normalización el logro de nuestros intereses nacionales? O de otro modo, ¿obtenemos hoy más cooperación por parte de Chávez en la lucha contra los grupos insurgentes en las zonas de frontera? Chávez dice que él coopera. Pero en Colombia, recientemente, quedó claro que sobre este tema no hay consenso. El comandante de las Fuerzas Armadas dice que la presencia de guerrilla en la frontera no ha variado y el Ministro de Defensa, en coro con el presidente, lo desmienten. No se sabe en qué estamos en ese frente pero es bien difícil creer que el problema de la presencia guerrillera en la frontera con Venezuela simplemente se desvaneció. La solución para lidiar con las tensiones bilaterales no es hacer desaparecer del debate público los temas que las generaron y tratarlos como si fueran tabú.

En materia del delicado balance entre las relaciones con la región y el vínculo con Estados Unidos, la actual administración ha caminado la delgada línea que divide un alineamiento histórico con Estados Unidos y la nueva intención de insertarse más activamente en la región y de generar mayores niveles de autonomía frente a Estados Unidos. La política exterior Santos se ha movido entre uno y otro terreno con un pragmatismo sano y ha demostrado que tener una relación estable y productiva con Estados Unidos no necesariamente redunda en pleitos continuos con la región. Se ha tomado la decisión apenas lógica de jugar en cuantos tableros estén disponibles en el sistema internacional y dejar de lado los dogmatismos.

El problema sigue residiendo en que se trata no solamente de jugar en muchos tableros, sino más importante aún, el reto está en jugar bien. Y este país sigue sin una Cancillería que esté a la altura de las partidas. Podrá haber Canciller, pero hay poca Cancillería. En un momento en el que nuestras ‘culpas’ internacionales se han expiado, o por lo menos pasan de agache, deberíamos estar implementando una estrategia de largo plazo que ponga a todo el país en función de una proyección internacional con contenido y que satisfaga en formas creativas y positivas nuestros intereses nacionales. Una estrategia comprehensiva, sobre la cual se reflexione y se discuta. No se trata sólo de viajes, cumbres y mucha prensa. Se trata de darle un contenido sólido y legítimo a nuestra política exterior, un contenido que le de coherencia a nuestro actuar internacional y lo haga efectivo.

De lo contrario, seguimos condenados a la improvisación, a las contradicciones y a dejar pasar oportunidades como nuestra presencia en el Consejo de Seguridad. En el caso de Libia, Colombia votó con las grandes potencias y no sólo se enfrentó sino que también regañó a Brasil por su falta de compromiso con la implementación de la zona de exclusión área. ¿Cómo nos deja esta posición frente a la región? ¿No era nuestra participación en el Consejo una oportunidad para ejercer nuestro liderazgo en el vecindario? Sorprende además que las pocas ocasiones en las que los medios nacionales han intentado indagar y hacer seguimiento a nuestra participación en ese Consejo, como sucedió en el caso de la entrevista de La W a la Ministra Holguín, se han encontrado con una pared y con un ‘no’ rotundo de la Canciller a contestar preguntas y dar cuenta de las decisiones que ha tomado su cartera en este ámbito.

Es necesario socializar, hasta la saciedad y a través de los medios de comunicación, las posiciones que asume el país a nivel internacional y explicar bajo qué lógica se adoptan; hay que invitar a la sociedad civil para que se informe y participe o de lo contrario, podrán proliferar los viajes y las fotos pero el país continuará ‘dejando hacer’ y ‘dejando pasar’ en el sistema internacional, con un protagonismo a lo menos superficial, y a lo más, simplemente nulo.

Profesora asociada, Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Codirectora del Centro de Estudios Estadounidenses (CEE).

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