Editorial

La desenfocada política internacional frente al cambio climático

El cambio climático es una consecuencia del desbalance en las concentraciones de CO2 en la atmósfera debido básicamente a una rápida extracción y quema de combustibles fósiles, que genera alteraciones de los sistemas climáticos (temperatura, lluvias, vientos, deshielos, entre otros). Hoy son muy pocos los escépticos frente a esta realidad, pero a finales de los 1960´s, esto no era tan claro cuando se publicó el libro Los Límites del Crecimiento por parte del Club de Roma. En la cumbre de la ONU de 1972 en Estocolmo se planteó seriamente esta tesis pero no se tomaron decisiones radicales. Se decidió crear el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y encargar un estudio más a fondo que culminó en 1987 llamado Nuestro Futuro Común, donde se plasmó claramente el concepto de desarrollo sostenible. De allí surgió la icónica cumbre de Río de 1992 que entre muchas otras cosas ratificó la problemática del cambio climático y fue el punto de partida para la creación de la Convención Marco de Cambio Climático de la ONU (UNFCCC), que luego definiría el Protocolo de Kioto como estrategia para iniciar el control de los factores generadores del cambio climático.

A poco tiempo de celebrar la nueva cumbre de Rio+20 pues decir Estocolmo+40 suena demasiado irresponsable, no existe una propuesta clara para cumplir el acordado deseo de controlar el ritmo de nuestros impactos derivados en el cambio climático, acordado en no exceder un cambio en la temperatura de la tierra de +2°C frente a la era pre-industrial.
La UNFCCC es quizás el más “exitoso” ejemplo de tratado internacional a la fecha (ratificado por 194 Estados y la Unión Europea), pero sus resultados son más que cuestionables. Y la razón es de fondo. Más de fondo que lo que se pretende mostrar en las luchas de poder político y económico de los grandes jugadores mundiales de la geopolítica actual. La génesis del problema está en querer controlar un problema con soluciones parciales y no dinámicas, el problema del uso de los combustibles fósiles, pretendiendo controlar sólo una fracción de los gases efecto invernadero (GEI) emitidos por los otrora países industrializados. Y las fallas?

Primero, los compromisos de reducción se enfocaron en controlar tan sólo el 64% de las emisiones de los países industrializados de la línea base de 1990 (Qué diría Pareto de esto?).
Segundo, se partió de la hipótesis de que sólo los responsables del cambio climático eran los Estados industrializados, por la diferencia histórica en consumos de combustibles fósiles, retórica interesante de negociación política, unida al “deseo de ayuda” con proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio para ayudar a los países en desarrollo comprando las reducciones de GEI de proyectos, fomentando la inversión y generación de empleo en dichos países y prestando cooperación técnica. Suena bien, pero esta simplista división estática entre los “contaminantes” responsables y los “pobres” a nadie se le ocurrió que podría cambiar? (qué dirán los analistas sobre no incluir escenarios de cambios geopolíticos a futuro?).

Tercero, se fijaron metas de reducción basadas en posibilidades ofrecidas por cada Estado, pero no centradas en las reales capacidades del medio ambiente para poder asimilar los GEI a emitir, algo que es absurdo en un planeta finito.

Y por último, se fijaron las metas de reducción usando datos históricos de emisiones por actividades productivas de cada Estado pero no por los CONSUMOS y este es el punto crucial, pues mi teoría es que el diseño del Protocolo de Kioto preveía claramente una estrategia de tercerización muy bien camuflada: Si un Estado industrializado en los 1990´s se comprometía a reducir sus emisiones de GEI, lo más fácil era simplemente sacar su industria contaminante hacia la periferia, reduciendo sus GEI locales, y seguir gozando de los productos que demandaba. Pero y las emisiones? Suponiendo que eran las mismas industrias, las emisiones podrían ser iguales, pero ahora se le sumaban las emisiones embebidas en el comercio internacional para llevar toda esa producción al sitio de consumo. China es hoy es el principal emisor, aunque exporte cerca del 23% de su producción. La “solución” es macabra: En 2008 las emisiones de GEI del comercio internacional representan cerca de un 26% de las emisiones totales, 5 veces la meta de reducción pactada en Kioto (5.2% en promedio).

La solución que propongo es cambiar radicalmente el esquema contable global de GEI, no basado en la producción local sino en las emisiones asociadas al consumo local (emisiones netas), así se verán las reales responsabilidades frente a las emisiones globales. Adicional a esto, todos los países deberán ser responsables y tener cuotas de compromiso en el tema, y usar los mecanismos de mercado para solucionar el tema, fijando impuestos y aranceles fijos para cubrir los costos de mitigación y adaptación a nivel global. Es la única solución que veo porque lo que si estoy seguro es que no llegaremos a tener un Rio+40, para no decir un Estocolmo+60 que suena demasiado patético.

* Analista de Gestión Ambiental, ALPINA